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Las cuentas más difíciles

La crisis y los rebrotes pueden romper las previsiones que arman el presupuesto de la Xunta
Un hombre aguardaba a que le sirvieran un café para llevar en la zona de La Marina en A Coruña. CABALAR
photo_camera Un hombre aguardaba a que le sirvieran un café para llevar en la zona de La Marina en A Coruña. CABALAR

PARA un entusiasta escritor una hoja en blanco es todo un reto. Para un contable o un estratega, en estos momentos, resulta una auténtica pesadilla. Ni la mayor bola de cristal es suficiente para saber qué nos deparará la crisis sanitaria del covid a la vuelta de la esquina, sin ir más lejos para estas Navidades o la previsible tercera ola de enero, cuando menos para conocer cómo y cuándo saldremos de esta. Esa es la realidad con la que tenemos que convivir. Y los presupuestos del próximo año que acaba de presentar la Xunta en absoluto son ajenos a todo esto.

La consideración de simple e inverosímil artificio sustanció algunas de las críticas que aguaron las estimaciones de Pedro Sánchez en las cuentas generales del Estado para 2021, en gran medida con unos ingresos fiscales y una previsión de crecimiento del PIB muy difíciles de cumplir. Por un motivo: al margen de las nuevas figuras tributarias, la recaudación prevista, inflada, está indisolublemente ligada a la actividad económica, que en estos momentos depende de una vacuna. Pero había que elaborar un presupuesto, pactarlo y mirar hacia delante. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) no se cree las cuentas de Sánchez, que estima un crecimiento del PIB del 7,2% para el 2021, y que podría apuntarlarse con los fondos de reconstrucción hasta el 9,8%. A modo de preámbulo, la Xunta mantiene en sus cuentas que esa misma autoridad fiscal avala un crecimiento del PIB gallego para el próximo año del 8%. ¿Por qué en España no y en Galicia sí? Es la primera pregunta. El buenismo acompaña la hoja de ruta cuando tocamos el cuadro macroeconómcio, que es la columna vertebral de las cuentas. En eso, tanto Gobierno como Xunta hacen un ejercicio de obligado equilibrismo, quizá necesario y en gran medida forzado por las circunstancias.

¿Se recuperará el consumo de los hogares gallegos hasta crecer un 7,9% el próximo año tras un batacazo previsto para este ejercicio de casi el 11%? ¿Y la inversión de las empresas en Galicia? ¿Crecerá un 12% en 2021 frente a una caída de la formación bruta de capital de nada menos que el 15,9% en este ejercicio? ¿Qué decir de las exportaciones? ¿Darán la vuelta hasta crecer un 8,8% el próximo año cuando sin efecto covid, en 2019, ya habían retrocedido? Y consecuencia de todo esto, ¿recaudará la Xunta unos 131 millones más el año que viene, por ejemplo, por impuestos directos como Patrimonio, Sucesiones o el tramo autonómico del IRPF? Por todo esto podemos calificar las cuentas del próximo año como los presupuestos más difíciles. Sin duda.

El trazo grueso quizá impide ver con claridad la carga de voluntad de lucha contra las consecuencias de la pandemia que guardan estas cuentas elaboradas por el conselleiro de Facenda. Porque son en gran medida expansivas, casi keynesianas, como no podría ser de otra forma. Sucede otro tanto con los presupuestos del Estado. Y es que, en el caso de Galicia, crecen un 14%, hasta los 11.563 millones, que serán más operativos por la minoración histórica en el servicio de la deuda, ya que los gastos financieros descienden por debajo de 100 millones, lo que generará un mayor margen de actuación.

La Xunta le echa ganas en la creación de fondos específicos para la reactivación, con el foco puesto en la sanidad y en nuevos proyectos generadores de riqueza, actuando como palanca. Serán unos 1.100 millones, a los que se une una novedad: una reserva estratégica para lo que pueda pasar con el covid-19, dotada con 33 millones. Las inversiones crecerán y las transferencias de capital, también.

Dos dependencias arrastran estas cuentas. Como un clásico, el pago de nóminas de la Administración gallega se come 4.300 millones, un tercio del presupuesto total de gasto. Sanidad y educación, médicos y enfermeros, y profesores, mandan. Y, del lado de los ingresos, las transferencias corrientes y de capital que recibirán las arcas autonómicas se disparan, con otros mil millones más en números redondos, toda una bendición. Como dato, a septiembre Galicia logró un cómodo superávit en sus cuentas, frente al déficit registrado el año pasado. Y todo ello debido al gasto sanitario extra del Estado por la crisis del covid-19.

La Xunta lo intenta. Lo hace en el año más difícil para elaborar unas cuentas, porque serán los presupuestos de la incertidumbre. Es lo que toca.

J.M. DÍAZ BARREIROS ► El presidente más breve de una oscura patronal

NO es nada serio este cementerio. La decisión del ourensano José Manuel Díaz Barreiros de dimitir después de llevar tan solo un día en el cargo de presidente de la patronal, y desaparecer sin dejar rastro, resulta hasta cómico. Triste, cuando se ha cuestionado el pacto que le otorgó el cetro de la Confederación de Empresarios de Galicia en medio de unas votaciones telemáticas ya en marcha. Unas elecciones de enredo, se podría resumir. Pero lo más triste es lo que encierra su dimisión, un juego de tronos provinciales que aleja a sus líderes de la responsabilidad, dignidad y decoro que se les supone por el cargo. Díaz Barreiros, el breve, es hasta una víctima más de ese oscurantismo que gobierna la patronal.

TOMÁS FERNÁNDEZ-COUTO ► Adiós al director xeral que vio pasar a ocho conselleiros

TOCA renovación. Si la semana pasada era Ángel Bernardo Tahoces en Industria, esta vez el turno es para Tomás Fernández-Couto, otro de los directores xerales, en este caso casi eterno, que han visto pasar más conselleiros por delante. La suya fue un área especialmente desagradable, que quema como los incendios que tuvo que combatir desde la Dirección Xeral de Montes. Tomás Pérez Vidal, Carlos del Álamo, Xosé Manuel Barreiro, Alfredo Suárez Canal, Samuel Juárez, Rosa Quintana, Ángeles Vázquez y José González, actual titular de esta cartera, han sido los jefes que, con un breve paréntesis, ha tenido Fernández-Couto, en el cargo desde nada menos que 1996. Y a veces, con mucha polémica.

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