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¿Patronal o chiringuito?

Con la enésima dimisión en la CEG, y con su coste en subvenciones, sale a cuenta liquidarla

LA pregunta es muy sencilla. ¿Cuánto nos cuesta la broma? Todos en la patronal gallega pasan de puntillas por el asunto, como si no fuera realmente con ellos el tema de su financiación cuando hay otros problemas más urgentes que abordar, como el del liderazgo. El arte de no pisar incómodos callos en forma de euros contantes y sonantes mientras se aborda la enésima crisis interna hace que perdamos absolutamente la perspectiva. Porque la Confederación de Empresarios de Galicia nos sale muy cara. Es como para pensárselo, cuando además asistimos a la tercera dimisión en tres años, la de Antón Arias. Primero fue Fernández Alvariño (noviembre de 2015), después Dieter Moure (octubre de 2016) y ahora la marcha de un presidente que no pudo reinar después de haber renegociado las deudas y despejado su viabilidad.

El dinero habla. Las últimas cuentas aprobadas recientemente por la organización empresarial lo dicen muy claro. Corresponden a 2016, es decir, con un año de retraso. La organización ingresó ese año 2,1 millones de euros, de los que 1,7 millones correspondían a subvenciones y apenas 413.000 euros a cuotas empresariales y otros ingresos. En otras palabras, más del 80% de los ingresos de la CEG los pagamos todos los gallegos, ya sea a través de la Lei de Participación Institucional (600.000 euros al año que salen de las arcas de la Xunta) o de planes de promoción siempre en entredicho y hasta cuestionados por los jueces.

Para cerrar el círculo, ¿en qué gasta la patronal el dinero de otros? Pues de esos 2,1 millones que ingresa, dedica al año exactamente 1,1 millones a pagar nóminas e indemnizaciones, y otro millón a gastos corrientes de funcionamiento (luz, agua, servicios de asesoría, contables, etcétera). La patronal es, en síntesis, poco más que un edificio con gente. Más de la mitad de su activo, que suma 3,5 millones, corresponde a la sede de la Rúa do Vilar compostelana, con 1,9 millones. El resto, deudas a cobrar, entre las que destacan cuotas pendientes de pago de empresas y asociaciones.

Imagen para el blog de Julián Rodríguez. (27/01/18)¿Es prescindible la patronal gallega? Pues con los números encima de la mesa (es decir, lo que nos cuesta a los gallegos), con su actividad ordinaria (lo que hace) y con su proyección exterior (una cacería permanente al presidente de turno) lo mejor es replantearse todo. Y ya no es solo su viabilidad económica o su refundación. Se trata de si tiene sentido su mera existencia, cuando además apenas hay empresarios de fuste que se sientan representados y arropados por la organización.

Con estos elementos, la dimisión de Antón Arias no es más que un triste capítulo que augura un negro porvenir. Instalados en el lado oscuro de los reservados, los muñidores de candidatos de consenso volverán sobre sus pasos y sobre su cansino discurso, y acto seguido se enrocarán de nuevo en sus fortines provinciales, sin mirar más allá de las puertas de sus despachos. Lo cierto es que Antón Arias, sociólogo de formación y empresario casi por obligación familiar, era algo así como un progre en una corte feudal. Y eso lo dice todo.

De los errores se aprende, dicen. Y Arias los cometió cuando no supo distinguir entre lo que uno puede pensar y decir como presidente de una patronal y como ciudadano. Por mucho que hable a título personal. Sus críticas a la reforma laboral, la reclamación de subidas salariales y esa otra mirada sobre Cataluña, comprensiva con el derecho a decidir, fueron sus pecados de palabra, que no de obra. A ello habría que añadir algo fundamental cuando se libra una batalla: no supo medir del todo sus fuerzas, sobre todo para afrontar cambios de calado.

La patronal se queda sin presidente, pero los empresarios gallegos hace mucho que dejaron de sentirse representados por unos patronos que, paradojas de este negociado, tienen mucho en común desde la etapa del difunto Antonio Ramilo, que ya llovió. Por ejemplo, su actividad empresarial privada se reduce a la mínima expresión, cuando no es meramente testimonial. Con la excepción de Arias, todos han sido complacientes con el poder. Nunca una palabra más alta que otra. Y para rizar el rizo, siempre en tensión, mirando sobre sus pasos cuando cruzaban el umbral de la patronal vecina. El localismo también usa corbata.

Preguntarle a un empresario gallego de éxito por la crisis de la patronal puede conducir a la perplejidad. No es un problema porque, para muchos, no existe, vienen a decir. Con la tercera dimisión en tres años de su presidente, y con los datos en la mano de lo que cuesta a los gallegos su simple funcionamiento ordinario, tal vez ha llegado el momento de plantearse de una vez por todas cerrar el chiringuito. RIP.

Escotet tiene 1.760 milones para compras

EL presidente y dueño de Abanca no oculta que 2018 será el año de las compras, de crecimiento inorgánico, en el argot financiero. Mejor este ejercicio que el próximo, vino a decir en la presentación de resultados. Tiene prisa Juan Carlos Escotet, después de haber intentado hincar el diente a la filial española del Deutsche Bank. La posición de liquidez de Abanca, con 1.760 millones de holgura sobre los ratios de capitalización que le exige el regulador europeo, es una buena muestra del margen de maniobra ante posibles oportunidades, que llegarán tanto en España como en el extranjero. Escotet presumió esta semana de resultados, con un beneficio neto que se fue hasta los 367 millones, con un avance del 10%. El año pasado había crecido apenas un 1% el resultado neto de la entidad.

Menos provisiones por deterioros ante fallidos y quebrantos, con recursos que se liberan, y también menos ingresos por dividendos, fruto de las ventas de participadas, hablan claramente de un retorno a la normalidad de lo que supone el negocio comercial, sin veleidades ni aventuras.

Abanca crece más en créditos que en depósitos. En cualquier caso, por encima del 6% en las dos variables básicas del negocio, al que han contribuido de forma determinante cuatro grandes operaciones de venta de activos improductivos (créditos fallidos y dudosos) por importe de 1.900 millones. El objetivo es que crecer, sin duda. Y también hacer caja con más desinversiones, con el principal obstáculo de la venta de Itínere, la matriz de Audasa, de la que Abanca controla casi un 24%. La operación, enquistada, será otro de los retos del año para Escotet. 

ÍÑIGO DE LA SERNA: Todos atrapados en la AP-9, y lo que todavía queda

¿Y TENEMOS que decir que llueve? ¿Dónde están las soluciones imaginativas de Fomento para financiar los proyectos de la AP-9 a las que apeló hace nada Núñez Feijóo? Ese llamamiento del premier gallego se produjo cuando inauguró con Mariano Rajoy la ampliación de la autopista en Rande. Lo cierto es que no ha pasado un mes y ya tenemos un nuevo peaje que se libera, pero que en absoluto saldrá gratis para los usuarios, ya que el departamento que pilota Íñigo de la Serna deja claro que será a costa de encarecer las tarifas en el resto del vial. También es cierto que el ministro en esta ocasión no ha dado la cara, y ha puesto por delante a un tal Julio Gómez Pomar, secretario de Estado de Infraestructuras y en su día ideólogo de Aznar desde Faes. ¿Qué va a pasar con los nuevos enlaces previstos? ¿Y las ampliaciones en estudio? Pues, a este paso, la solución imaginativa será que los usuarios acabemos pagándolo todo a escote. Como ahora.

ANA PONTÓN: El traspaso de la Seguridad Social a un país de jubilados

CON sus seis diputados, y siendo la cuarta fuerza, el BNG ha logrado colocar muchos de sus mensajes y marcar en cierta medida parte de la agenda política. De la transferencia de la AP-9 a la devolución del pazo de Meirás, por ejemplo. Cuestión de oportunidad, que no de oportunismo. Sin emba rgo, en de t e r - mi n a d o s asuntos, sobre todo en materia económica, sus propuestas cojean. Un ejemplo. Al margen de ese cupo para Galicia a imagen del vasco, la formación de Ana Pontón propone ahora el traspaso de la Seguridad Social a un país de jubilados, pero sin argumentos que lo avalen. Como sucede con la banca pública. El BNG lleva años reclamándola, pero poco sabemos de ese modelo. ¿Un Igape reformado al estilo del ICO? ¿Volvemos directamente a una suerte de Argentaria? Poco sabemos de la banca pública que quiere. Lo mismo sucede con la Seguridad Social.

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