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Panamá, mucho más cerca

Aunque sorprenda, la presencia gallega en paraísos fiscales y plazas off shore es habitual

IMÁGENES en color sepia ilustran estos días con muy poca fortuna la relación entre Galicia y Panamá. Lejos de ser evocadoras estampas, pues hacen referencia directa a los gallegos que a principios del siglo XX emigraron para levantar por míseros jornales el canal, el mayor reto mundial de ingeniería en aquel momento, las instantáneas sirven de recurso fácil para traer a la actualidad los vínculos entre ambos territorios. Y todo al hilo de la revelación de los denominados Papeles de Panamá, una detallada relación que saldrá a la luz por entregas y que destapa el quién es quién de las sociedades off shore y la opacidad fiscal. Un particular séquito del dinero integrado por grandes fortunas, ya sean políticos, empresarios, actores, futbolistas y, en general, apellidos ilustres.

Los papeles tienen una única y abrumadora virtud. Ponen nombres y apellidos a la larga lista de sociedades pantalla creadas por un único despacho de abogados (Mossack Fonseca) a lo largo de cuarenta años. Más de once millones de documentos, con información hasta ahora oculta de 215.000 sociedades conectadas con 200 países. Con epicentro en Panamá, el terremoto está servido en media Europa. Y se trata de la información de un único bufete, eso sí, convertido, a la vista de los datos difundidos hasta ahora, en una auténtica centrifugadora para evadir impuestos, en muchos casos, y ocultar patrimonios, en prácticamente casi todos.

Igual que sucedió con la lista Falciani y Suiza, en ese caso con datos de un único banco, el HSBC, este tipo de filtraciones representan un inmenso botón de muestra que da idea de lo mucho que tienen que ocultar los paraísos fiscales, así como los países con tributación blanda. La gran diferencia está en la semántica. Porque una cosa es la evasión y otra la elusión fiscal. Evadir o eludir el pago de impuestos. La gran y hasta cierto punto perversa coincidencia reside en que para ambas estrategias se emplean plazas off shore, y dependerá de las necesidades de cada cliente, particular o empresa, su ubicación en uno y otro país, dentro o fuera de Europa.

Los paraísos fiscales están mucho más cerca de lo que podríamos imaginar. Por muchos motivos. «Pode haber cidadáns ou empresas galegas, estaremos para ver o que sucede». Son palabras del conselleiro de Facenda, Valeriano Martínez, tras la revelación de los papeles. Pueden sonar a alerta general en San Caetano, pero evidencian simple y llanamente que Galicia no es ajena a la globalización del dinero, bien o mal entendida.

Panamá, a ojos del Gobierno español, no es un paraíso fiscal desde hace unos cuatro años. Sin embargo, la Comisión Europea lo tiene en su lista negra, al contrario que la OCDE. Todo un lío. Y en todo esto de los paraísos fiscales, ¿qué pinta Galicia? Pues para averiguarlo no hay que remontarse a los años noventa, cuando Sito Miñanco se instaló en Panamá, montó una base de operaciones y se casó allí con su segunda mujer. Es tal la hipocresía que rodea a todo lo que es el mundo off shore que en silencio lleva a dibujar un peculiar atlas en el que todo se mezcla al albur de la confusión. Porque no es ilegal tener una sociedad de estas características en Panamá si está declarada a Hacienda. La mayoría de los bancos españoles tienen presencia en paraísos fiscales. Y figuran detallados en sus memorias, por muy escandaloso que pueda sonar.

Panamá, Islas Camián, Delaware, Suiza, Luxemburgo, Hong Kong, Curaçao, Gibraltar, Andorra... El desembarco de grandes empresas gallegas en estas plazas es habitual, porque a través de su presencia allí, ya sea simplemente nominal, a ojos de los reguladores, hacen pivotar sus inversiones exteriores. Lo que ganan en un país e invierten en otro no tiene por qué pasar necesariamente por España. Con ello, sin duda, rebajan su factura tributaria, algo muy cricitado. Eluden el pago de impuestos, pero no tienen por qué evadir nada al fisco.

Empresas textiles, madereras, navieras, constructoras, pesqueras... Galicia no es ajena a una tendencia global. Y, en España, el mayor bazar de sociedades off shore está en el Ibex35. Sin ir más lejos, Luxemburgo, foco de otro escándalo que golpeó al mismísimo presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, por preparar «trajes» fiscales a medida de las mulitinacionales, se ha convertido en uno de los granes inversores extranjeros en Galicia. En algunos años de la crisis, de Luxemburgo procedían hasta cinco veces más fondos que los invertidos en Galicia desde todo el continente americano. Por todo ello, resultaría más que ingenuo pensar que en Panamá no hay patrimonios gallegos. Todo llegará.

El problema de Conservas Antonio Alonso

UNA deslocalización sin salir de casa, si por ello se entiende toda Galicia. Pero no por esa circunstancia resulta menos dramática. En el cierre de las instalaciones de Celeiro de Antonio Alonso, la conservera más antigua levantada en tierras gallegas (su creación data de 1873), confluyen muchos factores. En primer lugar, la transición que supuso la muerte, en mayo de 2014, de Guillermo Alonso Jáudenes, su cabeza visible y un empresario que había asumido en los años sesenta del siglo pasado la gestión de la firma en su cuarta generación. Alonso Jáudenes, casado con una Curbera, representaba el pedigrí por excelencia dentro de la conserva gallega y llegó a ser presidente de la extinta Caixanova. Su pérdida se notó en los proyectos del grupo, y mucho, y su testigo fue recogido por uno de sus hijos, Iván Alonso-Jáudenes Curbera, que apostó desde el minuto uno por potenciar la planta de Bueu frente a la de Celeiro. Ahora llega el cierre de la fábrica de la costa lucense, con la supresión de unos cuarenta puestos de trabajo, la oferta de traslados y el viejo argumento de que la planta es obsoleta, justificación que renunda en esa clara falta de apuesta del fabricante de Palacio de Oriente.

Sin embargo, si repasamos los resultados de la compañía, los últimos presentados en el Registro Mercantil, podemos constatar un negocio sólido. En los últimos años ha dado beneficios (más de dos millones en 2013) y unas ventas por encima de los 20 millones de euros. Sin embargo, el problema está en su deuda bancaria, sobre todo a corto plazo, hasta sumar un pasivo de siete millones. Aquí entra en juego el otro factor: la mala gestión. Y de eso hay responsables.

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