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Los beneficios de la leche

El saneamiento de Leite Río y el músculo de Lactalis se saldan con sobresalientes ganancias 

LA CRISIS LÁCTEA va por barrios. El fin de las cuotas trajo alegrías que discurrieron por la senda de la sobreproducción, para enfilar después tortuosos caminos para el sector por las constantes caídas de precios. En ese limbo, que ni sube ni baja, se encuentran actualmente los ganaderos gallegos, sin ser capaces de otear en el horizonte cambios para sus explotaciones, con un Gobierno en funciones y unos tecnócratas que, desde Bruselas, parecen entregados a los peores dictados del liberalismo económico. Y entre esos barrios que conforman la compleja urbe láctea se encuentran las empresas y sus beneficios.

Comienza el goteo de resultados correspondientes al pasado año, el 2015, cuando llegó el fin de las cuotas, y los beneficios que presentan los grandes grupos, tanto los de capital autóctono como los extranjeros implantados en Galicia, requieren lecturas sosegadas, porque responden, en gran medida, a variables muy distintas. Básicamente, porque sus problemas eran diferentes, sus gestores tienen recetas propias y afrontaron la crisis con dispares recursos.

De entrada, Leite Río, el principal grupo de capital gallego que opera en el sector. La compañía familiar dirigida por Jesús Lence Ferreiro ha dado la vuelta a su cuenta de resultados en 2015. De los números rojos ha pasado a los beneficios. El año pasado fueron 4,6 millones de ganancias netas las que obtuvo la compañía, propietaria también de Leyma, frente a las pérdidas de 1,3 millones de 2014. El beneficio de explotación, antes de impuestos, amortizaciones y dotaciones, se fue a los 7,4 millones. Sin embargo, Leite Río, según las cuentas y el balance presentados en el Registro Mercantil de Lugo, ha logrado estos números después de un adelgazamiento iniciado ya el año anterior. El grupo, que mantiene prácticamente invariables sus activos (unos 145 millones) ha ajustado su negocio, y sus ingresos han caído en el último año más de un 32%, hasta los 147,1 millones de euros, frente a los 218,4 millones que había facturado en 2014.

La contención generalizada de gastos, también los de personal, explican en gran medida el resultado, ya que le ha permitido incrementar su margen de explotación. Es decir, Leite Río se ha tenido que hacer más pequeña para mejorar y volver a los beneficios. Un ejemplo de ello, que figura en su balance, es el consumo de materias primas, que indica una fuerte caída en la recogida de leche. De un consumo de 179 millones en 2014, Leite Río ha pasado a 94 millones el año pasado. Es decir, ha caído casi a la mitad. La compañía fue, por volumen de negocio el año pasado, algo más grande que Feiraco, con unas ventas para la cooperativa coruñesa que se sitúan por debajo de los 120 millones, cuando hace años la distancia entre ambos grupos era mucho mayor.

Río no es solo leche. Forma parte de un grupo de sociedades cuya cabecera es Lence Torres SL, de la que dependen, además del grupo lácteo, firmas como Complejo San Cristóbal y Transleche. Lence Torres, la matriz, tiene como objeto la venta de carburantes, y controla la red de gasolineras de Jesús Lence. Pues bien, sus beneficios netos se situaron en 2015 en otros cuatro millones de euros, frente a los 1,2 millones de 2014. Sus ingresos pasaron de los 14,7 a los 24,1 millones en solo un año, dentro de un grupo que presenta una deuda muy baja.

Paradigma de los beneficios y la rentabilidad es Lactalis, el grupo galo de la familia Besnier, punto y aparte del sector lácteo y con base en Vilalba. El principal operador industrial en Galicia, que aglutina sobre Grupo Lactalis Iberia hasta una docena de empresas, tiene en la comunidad gallega dos referentes (Leche de Galicia y Lactalis Compras y Suministros), aunque todo su negocio en España depende de Vilalba.

El grupo redujo sus ingresos un 2% durante el año pasado, pero disparó sus beneficios, que se multiplicaron por más de tres, desde los 7,3 millones de 2014 a unos 24,3 millones. Al operar como un holding, son las aportaciones de las filiales lo que genera el negocio de Lactalis Iberia, objetivo nada indiscreto para las organizaciones agrarias, que critican estas ganancias frente a una política de precios que consideran poco menos que esclavista y anuncian otro boicot.

Lactalis gana mucho dinero, pero también debe mucho a los bancos. Su deuda supera los 600 millones de euros, un pasivo que fue reestructurado el año pasado, pasando de corto a largo plazo. Por si fuera poco, sus auditores, BDO, recelan de sus cuentas. El líder lácteo en Galicia parece no inmutarse a las críticas. Tampoco lo hace ante las multas de Competencia por reparto ilegal de mercado. Y todo, gracias a los beneficios de la leche.

Temprano adiós a dos grandes empresarios

LOS VERANOS  también son para las despedidas tempranas. Un mes de agosto de 2013 Galicia decía adiós a Rosalía Mera, la mujer que dio las primeras puntadas junto a Amancio Ortega a lo que hoy es Inditex. No llegaba a los setenta años. Este mes de agosto ha sido Epifanio Campo. Discreto como pocos, hasta huidizo a veces, tenía grandes virtudes. Una de ellas era la claridad. Cuando hablaba lo hacía sin miedo a la inoportunidad. Era la antítesis de su locuaz hermano Antonio, el que fuera alcalde popular de Ortigueira, donde el grupo familiar que dirigía Epifanio tenía intereses. También en A Laracha, Sanxenxo... El empresario total que invirtió en casi todo a partir de la cerámica también se ha ido demasiado temprano. Su huella queda, repartida por una decena de sociedades y un grupo (Rodonita) con activos de más de 215 millones, que van desde la energía renovable a la gestión de residuos y las ITV. Prueba de su talante fue la pléyade de socios que ha tenido en diferentes proyectos: Manuel Jove, Amancio Ortega, Amador de Castro, Jacinto Rey, Manuel Añón, los Arias...

Galicia también ha brindado su despedida este verano a otro integrante de una saga familiar de fuste, y muy, muy discreta. Fernando Freire, hijo de uno de los fundadores de Metalúrgica Galaica (Megasa), falleció sin hacer ruido, y también después de una larga lucha. Fernando Freire compartía con sus primos, los Freire Arteta (José Enrique y Francisco), la gestión del grupo siderúrgico, del que había sido secretario de su consejo, siempre en un segundo plano. Tampoco llegaba a los setenta años. También se fue demasiado pronto.

Valeriano Martínez, conselleiro de Facenda
Galicia crece a un ritmo del 3%, por debajo de España

GALICIA logró en el segundo trimestre del año equiparar su crecimiento con la media española: un 0,8% en tasa intertrimestral. Es un dato que pone en valor la Consellería de Facenda, que pilota Valeriano Martínez. El comportamiento del PIB permite que Galicia crezca a ritmos del 3% en tasa interanual, ligeramente por debajo del 3,2% que ha marcado la economía española en el primer semestre del año. El de Aldán saca pecho, ejerciendo en período electoral, de unos datos que son positivos, aunque muestra alguna debilidad. Dice Facenda que todos los sectores crecen. Siendo cierto, los servicios y la construcción vuelven a ser los motores de la economía gallega, con ritmos de crecimiento por encima de otros pilares básicos de la estructura económica gallega, como la industria y el sector primario. El gasto de los hogares, la demanda interna, las exportaciones y las inversiones avanzan por la senda de la recuperación.

José Luis Méndez, exdirector de Caixa Galicia
No hay quien quiera el rascacielos que lenvantó Caixa Galicia

FUE uno de los grandes excesos de Caixa Galicia, pero no el mayor si atendemos al pufo que generó. Un rascacielos residencial, el mayor de España, levantado en Benidorm. Se llama In Tempo, y todavía no está ni acabado, con 152 metros de hormigón y 52 plantas. Hijo de la burbuja y de José Luis Méndez , el capitán que estrelló Caixa Galicia contra el rompeolas de la ambición. Financiado por la caja gallega en los años previos a la gran caída del financiero, el rascacielos acaba en manos de la Sareb, el banco malo, después de una subasta en la que los fondos apostaron por cubrir apenas la mitad de la deuda contraída, que se eleva a unos cien millones de euros. Lo más triste de todo no es que falten inversores para el rascacielos, sino que nadie pague por este tipo de excesos, empezando por Méndez, retirado en su confortable pazo de Pontedeume.

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