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Galicia y el vicio del ladrillo

HASTA EL final de la Primera Guerra Mundial, y durante todo el siglo XIX, el patrón oro sostenía la solvencia de los países y otorgaba tranquilidad en las transacciones internacionales. Mediante ese sistema, el emisor de una divisa garantizaba su valor en oro, e incluso se comprometía a la conversión de una moneda en su equivalente en el preciado metal. A falta de un modelo que ni está en análisis en los despachos de nuestra clase política ni se le espera para los próximos años, la economía española se reencuentra de nuevo en 2015 con su particular patrón oro, el que garantiza empleos, aunque no sean estables, apuntala el crecimiento de un Producto Interior Bruto (PIB) con pies de barro y ayuda a que la demanda de crédito hinche de una vez por todas el velamen de nuestro sistema financiero. Ese patrón oro es, cómo no, el ladrillo.

Son tantas, tan variadas y tan positivas las previsiones y los datos que apuntan a una recuperación del sector de la construcción, en general, y del inmobiliario en particular, así como la inversión en obra pública, que antes de aplaudir con todas las extremidades a nuestro alcance deberíamos pararnos, tomar aire y darle una vuelta a lo que queremos ser de mayores.

Primero, lo datos. Sintéticamente. Es cierto que venimos de años nefastos, y cualquier mejora, por sensible que sea, realza el crecimiento si se compara con un 2013 que fue como tocar fondo tras años de derrumbe. Por ejemplo, la compraventa de viviendas creció algo más de un 18% en Galicia el año pasado, hasta rebasar las 14.000 transacciones. En España, que en esto como en otras tantas cuestiones marca un ritmo mucho mayor, el alza fue del 21,6%, el incremento anual más elevado en diez años. Crece el número de viviendas vendidas y, a pesar de la caída de precios sostenida en el tiempo, también el dinero que mueve el sector inmobiliario: los gallegos se gastaron 1.471 millones en comprar casa en 2014, un 17% más. Son datos del Ministerio de Fomento. La venta de viviendas creció el año pasado en seis de cada diez concellos.

Las expectativas de la construcción esconden la garve falta de otro modelo de crecimiento

Más datos para el optimismo, esta vez envueltos en entusiastas mensajes de reactivación del empleo, algo todavía más inquietante. El descenso del paro en febrero en Galicia, con la mayor caída desde 2007 en un mes, vino apuntalado en un 50% por el descenso en el sector de la construcción, que en el caso de España se llevó tres de cada cuatro parados registrados menos en las oficinas del antiguo Inem.


Año electoral, en Galicia por partida doble, o nuevos bríos presupuestarios, lo cierto es que la obra pública también se está reactivando estos meses. La licitación se cuadruplicó en enero en Galicia y alcanzó los 110,2 millones, frente a los 26 que sumó en el primer mes del 2014. Galicia acaparó así el 16,9 % del total nacional, aunque arrastramos adjudicaciones de tramos del AVE y de otras obras sin mucho sentido actualmente como el Puerto Exterior de A Coruña, que lo condicionan todo. Sin embargo, esto viene de atrás. Las obras licitadas en Galicia a lo largo de 2014 se elevaron más de un 54%, hasta alcanzar los 1.062 millones de inversión.De esta cuantía, el Estado aportó más de la mitad.

Todos estos datos nos llevan a los mismos interrogantes: ¿La recuperación no será tal hasta que no repunte la construcción? ¿Es el ladrillo el único modelo? Si atendemos a las previsiones presupuestarias del Gobierno, la actualización del Programa de Estabilidad hasta 2017 lo dice todo:la construcción crecerá un 1,8% este año, un 3,1% en 2016 y un 6,1% en 2017.Con un stock de vivienda claramente a la baja en los dos últimos años, haríamos muy mal en fiarlo todo de nuevo al ladrillo. Por una cuestión: nos alejaríamos de Europa una vez más. Pese a la crisis, la construcción todavía tiene un peso muy elevado sobre la estructura productiva gallega: un 9% del PIB, superior a la media estatal, pero muy por encima de la medida de la UE-27, situada en el 5,9%.

Y todo ello, a pesar de que en Galicia, en solo cuatro años, los comprendidos entre 2009 y 2013, han quebrado más de 1.400 empresas del sector, un 19 % de las que había al inicio de la recesión. Lo dice el Instituto Galego de Estatística. Por tanto, purgado el mal, semeja que volvemos a las andadas. Y auque es cierto que toda actividad debe contribuir al crecimiento, éste debe ser sólido y equilibrado. Y en lo que muchos ven como una solución (más bien, parche) puede estar el problema. No ya tanto por eventuales burbujas, sino por la falta de un modelo de crecimiento que se base en otros parámetros. Ya sabemos ahora que España es sol, playa y ladrillo. Y, en Galicia, siempre nos quedará la construcción.


Todo son medio verdades con Novagalicia
ES lo que tiene pasar del negro al blanco en tiempo récord. Lleva, cuando menos, a la incredulidad. Y ese regusto es el que le ha quedado a la oposición al conocer los resultados de Abanca de la mano de Juan Carlos Escotet. Esos 1.157 millones de euros de beneficio neto en 2014 que ha presentado el financiero venezolano, por encima de los que pagó al FROB por la entidad en subasta pública. Todo ello sirve como munición fácil para la crítica. Para hablar de «pelotazo». Y siendo cierto que el Estado (y, en definitiva, todos los ciudadanos) hubiera ganado mucho más de no haber apurado la venta, estirando la subasta hasta el 2017, como permitía Bruselas, no lo es menos que los resultados de Abanca tienen una explicación que está por debajo de la epidermis de los números gordos. Y en esto no reparamos.

Pocos son los que han caído en la cuenta de que, realmente, si Escotet hubiera tenido que destinar a provisiones todos los recursos a los que se vio obligada la entidad tan solo un año antes, el beneficio actual se hubiera esfumado. En el último ejercicio de José María Castellano al frente de Novagalicia, el 2013, fueron 1.300 millones los que se destinaron a provisiones, frente a los 173 que apuntó Escotet en 2014. Todo ello, como desde estas páginas hemos explicado, condiciona un beneficio que, antes de provisiones, fue incluso más alto en 2013 que el año pasado. Haría bien la oposición en detenerse en los números a pie de página. Queda mucho por contar de esta historia. Y, en todo caso, si finalmente Abanca sale a Bolsa antes de dos años, como es el plan, ya habrá tiempo para hablar de golazos, porque ese será el gran negocio de Escotet.


IGNACIO RIVERA
Una cerveza que es bandera del sector alimentario gallego
REPRESENTA quizá uno de los mejores ejemplos de un sector alimentario sin complejos, que hace años decidió poner rumbo al mercado nacional y ahora lo hace también en el extranjero. Hijos de Rivera no es solo cerveza, pero ha hecho de su principal negocio una palanca de empleo e inversión. Los resultados presentados por Ignacio Rivera, su consejero delegado, lo dicen todo: la compañía ha incrementado sus ventas un 69% desde 2009 (un 21% el año pasado), hasta los 278 millones de euros. Su beneficio de explotación lo ha hecho un 49% en plena crisis, y se situó en 2014 en casi 79 millones. La plantilla se incrementó el año pasado un 13%,en cien trabajadores. Estrella Galicia, su gran referencia, ya crece más que gigantes como Damm o Heineken. La corporación gallega, centenaria, sigue siendo de capital familiar, y demostrando que el sector alimentario gallego es una de las grandes fortalezas de nuestra economía.


JOSÉ MANUEL REVUELTA
Los petroleros de Navantia ponen rumbo a Cádiz
A Navantia le puede la ansiedad. Eso, unido a la inanición en la que ha estado inmersa Ferrolterra y, por extensión, toda la construcción naval gallega, lo explica todo. Y es por ello que la firma de una carta de intenciones para la construcción de tres petroleros deriva en todo un acontecimiento mediático. Bienvenido el acuerdo con los vascos de Ibaizábal, que conocen bien Ferrol, al haber adquirido el año pasado Remolcadores del Noroeste a la propia Navantia. Pero por qué será que nadie concreta qué instalaciones se repartirán el grueso de la carga de trabajo, si Cádiz o Ferrol. A uno le queda la sensación de que, en plena campaña autonómica andaluza, muy pronto leeremos la letra pequeña y nos llevaremos un susto. Y José Manuel Revuelta, el presidente de Navantia, a lo suyo. Como siempre. Mirando a Cádiz, y estas semanas mucho más.

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