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La energía que viene

Aluvión de proyectos de eólica marina, hidráulica de bombeo e hidrógeno verde en Galicia
eólicos en el mar

La inflación no solo se nota en la cesta de la compra frente al lineal de un supermercado. Un repaso a los números que hace la patronal de Juan Manuel Vieites nos da idea de la situación, por ejemplo, en el caso de la industria gallega: solamente el transporte marítimo de contenedores está hoy un 224% más caro que hace un año, a lo que hay que añadir el aluminio (un 40% más elevado), cobre (63%), otros metales (17%) y los récords históricos del megavatio, que a todos afecta. Este es el escenario del encarecimiento de precios generalizado que nos deja la pandemia y que ya no parece tan coyuntural como nos contaban.

Sin embargo, hay otro proceso inflacionario bien distinto, muy acusado y que ha irrumpido en Galicia de forma súbita, en gran medida al calor de los fondos europeos y de esa atropellada carrera de la descarbonización y la transición energética en la que España está inmersa. Los Next Generation, que bien empleados pueden ser una fuente de riqueza, y mal usados de auténtica frustración, han propiciado toda una burbuja que en el caso de la energía renovable apunta a globo estratosférico. Y no es precisamente en la eólica convencional, la terrestre, donde está el caballo de batalla, aunque asistamos a un boom también en esta dirección que sin duda pide una reordenación. Se trata de las nuevas energías y combustibles alternativos, que descansan sobre tres patas: la eólica marina flotante, las centrales hidráulicas reversibles o de bombeo y el hidrógeno verde. La energía que viene Para empezar, lo admite hasta uno de los protagonistas de esta historia, que impulsa desde la Autoridad Portuaria de A Coruña un hub de hidrógeno pensando en la exportación y también desarrollos de la eólica marina. Martín Fernández Prado, el presidente del puerto coruñés, dice de manera explícita que todo esto es un proceso que requiere de una decantación. ¿Qué quiere decir el lucense? ¿Por qué? Pues, básicamente, que se debe separar lo sólido de lo líquido de los proyectos presentados. Y siguiendo la metáfora de la decantación, pues habrá que tener muy en cuenta la densidad de lo planteado, su seriedad, que será la clave que determine su viabilidad futura.

En síntesis, contamos con un imaginario geolocalizador de los proyectos, que en el caso de la eólica marina flotante, por ejemplo, gravita entre A Mariña lucense y la costa ártabra coruñesa. Las centrales de bombeo reversibles, otro caso, trazan una sutil línea entre Meirama, As Pontes y la propia A Mariña aprovechando los lagos que inundan las antiguas minas de las centrales, pero también sus sistemas de evacuación de energía, que esa es otra. La tecnología hidráulica de bombeo, de la que Iberdrola es aventajado actor, como en la eólica marina, tiene como baza que permite almacenar agua en momentos de menor demanda y aprovechar la energía en las horas de mayor consumo. Lo hacen uniendo dos embalses a distinta altura: el agua se almacena en los momentos valle y se suelta para generar energía en los picos de consumo.

Nombres como Capital Energy, Magtel, Bluefloat o Atalaya Generación, todos de capital foráneo, tienen en marcha proyectos de centrales hidráulicas reversibles y de eólica marina en la comunidad gallega y suman hasta una veintena de propuestas en el conjunto de España. Todos estos proyectos, de inversiones millonarias, compleja ejecución, tanto ambiental como física, se encuentran en fase de tramitación administrativa. A esta nómina también se suman con sus proyectos Reganosa y EDP en As Pontes y Naturgy e Iberdrola en las cuencas fluviales de Miño y Sil.

Otro dato. Los megaparques que se proyectan en la costa gallega cubrirían el 70% de toda la eólica marina que prevé instalar el Gobierno hasta 2030. Los proyectos gallegos de Iberdrola, Bluefloat y Sener suman 2.180 megavatios de eólica marina, frente a los 3.000 que fijó como objetivo el Gobierno para 2030. Eso lo dice todo. El nuevo delegado del Gobierno asegura que el despliegue de la eólica marina permitirá la creación de unas 200 empresas y de más de 5.000 empleos en Galicia hasta el final de la década. Haría bien José Miñones si calculase el neto, es decir, el empleo final restando los puestos de trabajo relacionados con la pesca que se destruirán. Ojo a esto.

Y al fondo, esos 2.000 megavatios de capacidad de acceso a la red eléctrica que libera el cierre de las centrales de As Pontes y Meirama. Ahí estará la batalla.

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