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El pasillo de la muerte

En la biblioteca de cualquier lector existe una reserva de libros, no necesariamente pequeña, que no ha leído todavía, y que quizá nunca lea; ya se verá. Ahí cabe todo: libros horribles, que a veces no sabes cómo llegaron a casa, libros regalados e inhóspitos, un poco sospechosos, o libros que uno ha ido comprando, seguramente magníficos, que sin embargo ‘casi’ tuvieron su momento perfecto, pero lo perdieron. Se vuelven historias de amor que solo fueron un sueño. En algunos no abandonas la fe por completo, y confías en leerlos en un futuro que, por alguna razón, no llega. Pese a que la vida es corta, esta se toma sus demoras. Así que sigues soñando.

Algunos los compraste tal vez con los ojos, siguiendo un impulso precipitado y caprichoso, o quizá realmente ansioso por leerlos, pero entremedias sucedió algo imprevisto, o no pasó nada, y ese fue el problema, y el libro quedó flotando en una especie de espacio exterior, lejísimos, libre de gravedad, buscando un cuerpo con el que chocar.

Juntos, muy distintos unos de otros, todos esos ejemplares conviven en el pasillo de la muerte, por llamarlo así. Los volúmenes no dialogan entre sí. Tampoco se relacionan apenas con su dueño, que hace mucho tiempo que dejó de reparar en ellos. Solo de vez en cuando, casi por accidente, se queda mirando algún título, y se dice "esto tendría que leerlo un día", o peor, "debería deshacerme de esta porquería". Pero va posponiendo sus promesas, como todo en la vida.

Algunos de ellos son libros estatua. Si los tomases de la estantería, para curiosear, podrían caerse al suelo, y en lugar de absorber el golpe, como un libro común, y permanecer impasibles, se romperían en pedazos, a la manera algo triste de un azucarero o de uno de esos imanes de porcelana que se adhieren a las neveras y que un día se precipitan el suelo y se acabó. Durante años estarías descubriendo trocitos, una mañana debajo del sofá, otra adheridos a la alfombra, otra en un recodo al que casi nunca llega el aspirador. Lentamente, en un efecto del paso del tiempo, y de tu indiferencia, optaron por eso que en inglés se denomina ‘to stone’, convertirse en piedra.

No conviene subestimarlos. Ciertos libros sin leer representan una modalidad de milagro en suspensión. Conocido es que en la literatura las piedras pueden convertirse en otra cosa. Yo no imagino mi biblioteca, ni ninguna biblioteca, sin volúmenes inexplorados. Amo los libros que aún no he leído, y sueño con la hora en que ocurra. Simplemente, la lectura posee sus trámites. A veces la categoría de tu biblioteca se mide en lo que todavía te falta por leer, pero ya está ahí. La ignorancia es uno de los motores de la existencia. Provee. Es agradable ir llenando agujeros. Eso no evita que algunos libros, nunca leídos, al fin no tengan salvación, y un día salgan de casa para siempre. Pueden acabar en la basura, o quien sabe si en otra casa, donde se acomoden a su vez en otro pasillo de la muerte.

Una escritora me contó que hace algunos años, husmeando en una librería de segunda mano, se topó con una novela de un autor vivo, español, que le interesaba vagamente. En su día había estado de moda, y por alguna razón ella no lo leyó; al verlo en la librería, más o menos bien conservado y barato, recuperó las ganas de hacerlo. Pagó cinco euros por él y se lo llevó a casa. Cuando a los pocos días se dispuso a abrirlo, reparó que estaba firmado por el anterior propietario, que —he aquí lo interesante— resultó ser otro escritor vivo, español, posiblemente decepcionado con la obra, o tal vez en la ruina.

Otros libros, en cambio, viven permanentemente en el pasillo de la muerte. Ni salen ni entran, como si siempre estuviesen ahí. Ellos se acostumbraron a su rincón y tú te acostumbraste a su presencia fantasma. Los días que se produce el milagro, y al fin la piedra se ablanda, y rescatas el libro del pasillo, y lo lees, y no te explicas por qué no lo hiciste mucho antes, la literatura se verifica como uno de los grandes triunfos de la vida. Hay una alegría desconocida, a la espera, inabarcable, en los libros que ya leerás.

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