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'Carmina burana'

'CARMINA BURANA’ vuelve al primer plano. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, o quizás el encargado de redactar sus tuits mientras el regidor estaba de peregrinaje por Galicia, anunció la actuación de esta artista para cerrar los Veranos Culturales de la Villa. El mensaje fue corregido con rapidez, pero la cosa no quedó ahí. Parte del público salió en estampida cuando el Coro Nacional de España interpretaba la obra de Carl Orff. No fue a causa de las elevadas temperaturas, sino porque saltaron los aspersores del parque de El Retiro.

Este tuit atribuido a Almeida recuerda la metedura de pata de Jesús Pérez Varela, a la sazón conselleiro de Cultura, hace ya dos décadas, cuando afirmó que acudía al Auditorio de Galicia a escuchar a Carmina Burana, una conocida cantante gallega. Aunque negó más tarde tal gazapo, circulan grabaciones al respecto. Ambos deslices son una ‘pataca minuta’, que diría Manquiña, si se comparan con la alusión de Esperanza Aguirre, como ministra de Cultura en ejercicio, a la escritora Sara Mago. Estos errores semánticos le juegan una mala pasada a cualquiera. Quién no recuerda el "Nos vos follarei", en vez de "fallarei" de Emilio Pérez Touriño, en su etapa de presidente de la Xunta.

Son anécdotas que invitan a la broma, como la peculiar visión del peregrinaje de Olona, que invitó a sus simpatizantes a sumarse a la comitiva, en plan Macarena y cierra España. Quizá confundió el peregrinaje a Compostela con una feria o con el camino del Rocío. Pero más allá de estos tropezones puntuales, lo que preocupa a los ciudadanos es que políticos no ejerzan con dignidad su oficio, que se entiende como el arte de negociar y buscar soluciones, no confrontaciones, en este crítico periodo en el que se augura "el fin de la abundancia". Macron dixit. El entendimiento es más necesario que nunca, pues no llegar a fin de mes no es cosa de risa, pero se antoja imposible en un periodo electoral como el que se avecina. Es más rentable instalarse en el todo vale y "¡que viva Honduras!", como proclamó Federico Trillo en un discurso en El Salvado.

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