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Los odiosos ocho

TARANTINO SE hizo célebre con solo dos escenas de ‘Pulp fiction’ que funcionaban -y lo siguen haciendo- como piezas independientes, como sketches dentro de una película que era un puzzle. En una, Jules Winnifield tiene una conversación sobre hamburguesas con unos chavales que pretendían robar el maletín propiedad de Marsellus Wallace. Antes de desatarse toda la tensión y la furia que se intuye que va a explotar, Winnifield se recrea en un monólogo bíblico, el mismo recurso que usa en la última escena de la película. «El camino del hombre recto...».

Ambas ocurren en espacios cerrados: un piso pequeño y un diner. En ‘Reservoir dogs’, Tarantino ya había hecho del escenario único -un garaje- un monumento y del whodunit de Agatha Christie un recurso cabrón.

En ‘Los odiosos ocho’, una diligencia va camino de Red Rock, un pueblo inhóspito de Wyoming, con dos pasajeros esposados: un cazarrecompensas y su pieza. En el recorrido, la diligencia suma los personajes que van a constituir el verdadero meollo de la película. Se reúnen todos en el refugio de Minnie, una cabaña a la que se accede pegando una patada en la puerta y donde un sorbo de café puede acabar en un baño de sangre. En realidad, toda la película ocurre en espacios cerrados. Las llanuras de Wyoming están delimitadas por una ventisca de nieve que hace que no veamos más allá de lo que ocurre a escasos metros de nosotros.

Tarantino vuelve, como en ‘Django desencadenado’, con una metáfora sobre Estados Unidos como permanente lugar de conflicto. En realidad debería llamarse ‘Los ocho que odian’. El relato se desarrolla en un indeterminado período posterior a la guerra civil americana, cuando todavía las heridas no están cerradas y reina la desconfianza del norte contra el sur, del sur contra el norte, de americanos contra mejicanos, y de blancos contra negros. No es el western de la ley del Oeste contra la ley moderna, es el de todos contra todos.

Pero antes de que estalle toda esa rabia acumulada, ‘Los odiosos ocho’ se recrea en la conversación. Es una obra de cámara donde la acción transcurre por a través de las palabras, como esa disertación sobre la diferencia entre la justicia y la barbarie, o esa otra de cómo el Estado resuelve todo el conflicto del refugio de Minnie con el monopolio de la violencia y la muerte administrada de forma legal. «¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos!».

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