Blog | El Ojo Público

Los Minions

DENTRO DE las películas de 'Gru', los Minions eran obreros clónicos al servicio del Mal, que desaparecían secuestrados mientras su jefe pensaba que estaban de vacaciones. Bajo su apariencia inocente y gregaria, ejercían de maquiavélicos ayudantes al servicio de la destrucción mundial con una sonrisa en la boca. Gru pronto se descubría más como una representación necesaria del monstruo que como el monstruo en sí. Y si en la primera película el malvado era un Bill Gates encarnando al gran capital de rostro humano, en la segunda eran los emprendedores propietarios de pymes en un centro comercial. Los Minions empezaron como secundarios de la función. Eran la comedia muda y slapstick que siempre hizo reír desde los tiempos del tartazo en la cara y que ejercían de resorte auténticamente cómico en un relato central, más enfocado al público adulto.

Pero el éxito de los Minions como personajes autónomos llevó a Universal a sacar su propia película veraniega. Si Gru no era nada sin sus Minions, estos tampoco son capaces de levantar toda la función. 'Los Minions' no tienen la profundidad de campo de la animación con la que compiten ni el chispazo singular que el estudio Aardman consigue con 'La oveja Shaun'. Entre el cine mudo y la referencia pop para padre (ahí está toda la música que pueden meter en una historia ambientada en los sesenta), a 'Los Minions' se les hace cuesta arriba una película de noventa minutos. No hay ni un solo personaje secundario perdurable, y la única imagen icónica es cuando descubren los pantalones de peto en un barrio obrero.

'Los Minions', al contrario que Shaun en 'Wallace y Gromit', son unos secundarios sin personalidad que el estudio usa como Gru en su plan de acabar con el mundo: como fuerza productiva reemplazable.

Comentarios