Blog |

Nos vemos en la calle

HOY ME DESPERTÉ antes de lo habitual. Sin levantarme, miré los mensajes del móvil. En el grupo de Os Ovellas, uno de primera hora del Coletas. Ya había aparecido antes por este diario, un tío tan adorable como gafe, el único que conozco capaz de cumplir cuarenta años en cuarentena. Lo raro es que era un mensaje de voz. Aún más raro, que la voz era de Marta, su santa: "Buenos días, chicos", informaba la pobre mujer con una voz cargada de resignación, "nivel de gafismo máximo. Primer día que se puede salir y aquí mi compañero de piso y yo estamos encerrados en el ascensor. Fin de la historia". De fondo, la voz de Carlos riéndose de sí mismo y aclarando que eran las ocho y media de la mañana.

Por fortuna, Carlos no murió en ese ascensor estrangulado por Marta como merecía. Unos minutos después, un vecino los sacó y pudieron completar sin mayores problemas su primer paseo después de esta larga cuarentena, como hemos podido hacer buena parte de los ciudadanos del país. Daba gusto ver el adarve desde mi ventana.

Yo no había madrugado para salir, sino porque tenía una entrevista con Miguel Otero, uno de los expertos que ha formado parte del comité de asesores del Gobierno para la desescalada. Después de una hora de conversación sobre economía y geopolítica, he querido saber qué es lo que a él le decía la intuición más allá de los informes: tarde o temprano, cree, la humanidad entenderá que debe caminar unida. Un optimista bien informado, otra rareza de la nueva normalidad.

También Elías, el único del campamento que hasta hoy se había negado a salir, volvió a pisar la calle. Lo hizo obligado por una conjuntivitis que lo arrastró hasta la farmacia a por unas gotas y una pomada, pero a todos nos ha servido para sacudirnos el miedo que nos pudiera quedar. 

Si algo hemos aprendido es que nadie puede garantizarnos que un apagón no nos dejará encerrados en un ascensor en el peor momento, pero que todo tiene arreglo si hay un vecino dispuesto a echar una mano.

El final del confinamiento supone también el final de este ‘Diario a ocho manos’ que me han ayudado a escribir con su amor y su tolerancia María, Elías e Irene. Esperamos haber ayudado en algo. Cuídense, cuidémonos. Nos vemos en la calle.

Comentarios