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Lentejas

AÚN ESTOY remoloneando entre las sábanas, mirando los primeros guasaps, ojeando el Twitter y saltando entre las tertulias mañaneras de las radios mientras me arranco las legañas, cuando recibo la llamada de un amigo abogado. Él ya está en el despacho, sacando papel y atendiendo consultas.

Hoy no hay detenidos, ni registros, ni operaciones en marcha. Solo cariño y mujeres y niños y familia. Y todo lo demás.

—Miguel, hay gente que lo está pasando muy mal, que esto no acaba aquí. Hay gente apelotonada con un montón de niños en cincuenta metros cuadrados y nada que comer. Y no vamos a dar hecho con los divorcios, te lo digo yo que lo estoy viendo, que esto no es todo aplausos por las ventanas. Cuídate, Miguel.

Voy a hacer lentejas. No es tirarme el moco, pero me salen de pelotas. Plato único, claro, que le meto bien de metralla de chorizo, panceta y verduras. Entre que pico un puerro y una zanahoria, llamo a Jesús, otro abogado, para ver si me cuenta cómo va lo de los Ertes, porque representa a un buen puñado de empresas de Lugo.

Se están aprobando a discreción, va gente a la calle como si no hubiera un mañana. La esperanza es que lo hay: leo una de las resoluciones y lo pone bien claro, regulación de empleo hasta que se mantenga el estado de alarma por Covid-19. Hay un mañana, pero no será mañana.

lentejas

Las lentejas quedaron buenas de sabor, aunque un poco pasadas de textura. Efectos colaterales del teletrabajo.

Por la tarde me llama Carmen para querernos un rato. Esta es una de las cosas buenas del confinamiento, que nos vamos queriendo sin ton ni son, y es un gusto. Carmen es policía en una capital de provincia grande. Cuando no está haciendo trampas a sus hijos a los juegos de mesa porque es una canalla, es un ángel que trabaja en la unidad de violencia de género y protege directamente a más de 70 víctimas.

—Primo, no estamos teniendo prácticamente ningún incidente. Yo las voy llamando y parece que todo está bien, con todo el mundo en casa. Otra cosa es lo que pase dentro, eso no lo sabemos.

No sabemos lo que pasa dentro de cada casa, de cada empresa. Apenas podemos comprender lo que pasa dentro de cada uno de nosotros. Pero podemos querernos.

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