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La nueva normalidad

NO EMPEZÓ EL día bien. Me levanté raro, como con malestar. No general, sino indeterminado. Con lo bien que estaba llevando yo lo de mi salud durante todo el confinamiento, y de repente... 

Fuera el panorama no era mejor. Irene iba sacarme en mi segundo paseo después de cuarenta días, pero las nubes no se molestaban en ocultar que estaban cargadas de agua y el viento doblaba las copas de los árboles de O Carme sin ningún miramiento ni orden, cada minuto en una dirección. El día parecía encargado por el comité ese de técnicos para que no saliésemos. A ver si cuando mi querido Fernando Simón hablaba de desescalada por territorios se refería a esto, que en unos sitios apetece y en otros no. El paseo se fue posponiendo.

Luego María, perspicaz, fue identificando mi malestar; determinándolo más bien, por las zonas, aunque el diagnóstico fue peor que la enfermedad: agujetas. En efecto, llevaba tanto tiempo sin hacer ni el más mínimo ejercicio, sin otro recorrido que de la cocina al salón y de ahí a la habitación, que un paseo de una hora a paso nonagenario reumático me había dejado secuelas. Quién sabe si ya irrecuperables, al menos en el ánimo.

Esta es la prueba de que no todo el país está listo para una desescalada a la vez. Mi fase cero, por ejemplo, debe empezar por el gateo. O quizás ni comenzar. Ayer, entre las agujetas, el mal tiempo, el desánimo y el curro, renuncié al paseo. ¿Y si esta fuera mi nueva normalidad, esa que dice Pedro Sánchez que debe ser nuestra meta? ¿Qué coño es la normalidad?

coulant

En mi nueva normalidad hay un entorno de seguridad, mi mujer y mis hijos están siempre conmigo, tengo tiempo y ganas para hablar con mis seres queridos muy a menudo, como rico y mi ocio está lleno de opciones.

En mi nueva normalidad tecleo sobre encuestas electorales mientras Elías mezcla chocolate y yemas de huevo para reinventar el coulant de chocolat de manera que no se parezca ni a un coulant ni a un bizcocho ni casi a un chocolat, pero a cambio toda la cocina quede como si acabara de ser el escenario de una batalla de la Primera Guerra Mundial.

En mi nueva normalidad hay todo eso y más. Solo falta todo lo demás. Voy a ponerme a hacer estiramientos.

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