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Una prima segunda

PORQUE YO LO valgo, o a lo mejor porque me siento un poco culpable por lo de ayer, decido que hoy me voy a vestir de calle. De arriba a abajo, enterito. Salgo del baño perfumado, con mi camisa planchadita, mis pantalones chinos y mis zapatos marrones. Hasta me he cortado los pelos de la nariz, aunque luego me he arrepentido porque igual estoy debilitando mi primera línea de defensa contra el coronavirus, pero como Fernando Simón no ha dicho por la tele nada sobre la importancia de los pelos de la nariz, que sea lo que dios quiera.

Vestido de bonito uno se siente diferente. Y eso que no es que yo lo necesite, porque últimamente estoy que me salgo con lo de los ligues. Por Facebook, mayormente. Desde que comenzó la vaina raro es el día que no me llegan un par de peticiones de amistad de mujeres estupendas. Lástima que me pillen tan mayor y tan descreído.

PaolaLo que me sorprende es cómo van depurando la técnica. Al principio todas tenían nombres delatores, de países del Este o escandinavos, de esos que ni te picaban la curiosidad, ya sabías de qué se trataba y directamente le dabas a eliminar. Pero últimamente parece como que intentaran afinar más. Las fotos siguen siendo igual de insinuantes, pero se llaman con nombres más familiares. La que me ha pedido amistad tiene hasta apellido: Paola Saiz. Luego su deseo la delataba ("Hola, deseo que me hagas arrojar chorros como fuente uma —emoticono emoticono registrarse—"), pero como sigan afinando a este paso no me extrañaría que la siguiente se llame como alguna prima segunda mía del pueblo.

Ya que estoy vestido, salgo a dar una vuelta. En el salón me encuentro con una mujer más joven que yo que está sola. No lleva mascarilla y es muy guapa. Sin romper la distancia de seguridad, para que no se sienta amenazada, trato de establecer conversación. Todavía no se me han olvidado ciertas artes, el que tuvo, retuvo.

Está casada, pero no parece ser muy feliz. Dice que su marido es una especie de payaso y que igual hasta se divorcia como no deje de hacer el tonto todo el día. Parece muy maja, aunque no podemos hablar mucho porque una voz infantil, creo que su hija, la reclama desde la habitación. La miro alejarse por el pasillo, los vaqueros ajustados le quedan estupendos. En un descuido, he podido ver su número de móvil.

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