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Estirar el coxis

Recuerdan lo que decía ayer sobre lo maravillosa que era mi mujer? Olvídenlo. Resulta que todo el encanto, toda la dulzura, era solo parte de la emboscada: en su interior, la muy inescrutable, escondía una monitora de pilates. Señores de cierta edad con tendencia a la oxidación: el pilates es una trampa para humillarles, una andanada directa contra su orgullo y su dignidad. Avisados van.

Del pilates hay que saber dos cosas básicas: primera, es fundamental la respiración, sobre
todo para no ahogarte mientras te cagas en todo lo que se mueve, incluidos los muebles del salón, que se mueven mucho más rápido y con más elasticidad que tú; segunda, no es recomendable que tus hijos te vean practicarlo hasta que no lo tengas un poco dominado, y eso no es a la segunda ni a la tercera sesión mañanera.

Desde la ducha, entre fuertes dolores de cuello y tirones de orgullo, puedo oír su risas entre trotes alegres de personas sanas. «Mamá, por qué no me has avisado, te dije que yo también quería hacer los ejercicios». «Tranquila, Irene, que ahora solo estamos calentando, luego hacemos tú y yo algo en serio». Así se lo dijo, lo juro, mientras yo estiraba el coxis o algo igual de arriesgado.cacerolada

Después chateo con unos colegas sobre las medidas del Gobierno. Una vez que parece que todos hemos asumido que no tenemos ni base ni conocimientos como para decidir si las autoridades están tomando a tiempo las medidas suficientes para frenar la pandemia, lo de las medidas del Gobierno nos ha dado tema de discusión nuevo, lo que es de agradecer. La conclusión viene a ser la misma, no tenemos ni puñetera idea de si valdrán para algo, pero al menos hablamos de otra cosa.

A las 12.00, con la ilusión de un niño republicano, salgo a la ventana con una cacerola a protestar contra la monarquía. Vivo frente a la muralla y solo estamos yo y otra persona que me responde a lo lejos como un eco. En mi zona, junto a la Rinconada, siempre hubo tradición de puterío y en ese sector se ve que queda mucha juancarlista, normal. Vuelvo para dentro con el ánimo de un exiliado, confiado en que la de las 21.00 se nos dé mejor.

Por la tarde, trabajo como si no me doliera nada. Hablo con abogados que me dicen que están
echando gente a patadas. Controlo la respiración.