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El placer de la rutina

 

 

 

CUESTA reincorporarse a la rutina después de un festivo en medio de la semana. Hasta a mí, que lo acabo de escribir, me suena raro. Quién me iba a decir que después de siete días de confinamiento estaría aquí hablando de festivos y rutinas, pero supongo que por eso somos una especie tan exitosa, por nuestra capacidad de adaptación. 

Hay algo reconfortante en la rutina, algo que da sensación de seguridad, de estabilidad. Algo familiar. No sé, quizás sea solo el encierro.

María salió a hacer unas compras. Yo salí a comprar hace cuatro días, pero hemos decidido que a partir de ahora saldrá solo ella. Es más metódica y su sistema respiratorio menos endeble, menos castigado por los vicios. Mi madre me lo ha dicho hoy con esa manera de decir las cosas que solo la tienen las madres: "Mejor que salga ella que tú estás muy ‘dañao’, hijo".

guantes

También hemos decidido que haremos todas las compras en el pequeño supermercado cercano a casa, nada de grandes superficies, no hay necesidad. Está a apenas doscientos metros y a un tiro de piedra tenemos la carnicería y la farmacia de siempre.

Se viste con la atención de una cirujana: chandal y ropa cómoda que pueda quitarse rápido y echar a lavar según regrese. Guantes de látex y una mascarilla con muy buena pinta, de las de filtro, que encontramos en el carrito de las cosas de la limpieza. Ni siquiera sabíamos que estaba allí, pero hemos deducido que es la que usa Amelia cuando se mete a limpiar a fondo el horno con esos productos que atufan toda la casa.

Por seguir las rutinas, hemos quedado a tomar un vermú con Ángel y Paula por videollamada de Whatsapp. Hemos echado de menos al resto del grupo de los viernes del Esquina, pero entre pitos y flautas nos han dado las mil y hemos comido tarde. Los niños no han protestado, saben que los vermús de los viernes no los perdonamos, es la rutina. 

Por la tarde, se han unido al grupo Jacobo y Curro y nos hemos ido a tomar una copa hasta Campo Castillo. Es una pena que Whatsapp solo admita videollamadas de cuatro personas, tengo que buscar otra aplicación. Como siempre, se nos ha alargado la cosa y no hemos acabado en el Jazz and Beer de milagro.

Luego he bajado la basura, ese pequeño gran placer rutinario.

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