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El enemigo en casa

DESPUÉS DE NUEVE días seguidos de curro, llega mi fin de semana libre. Falta me hacía, porque he llegado bastante cansado y necesitaba desconectar un poco y oxigenar la cabeza. Después de pensarlo un rato, creo que quedaré en casa, en plan fin de semana tranqui, mucho sofá, mantita, películas y dejar pasar el tiempo un poco a lo tonto. No todo va a ser salir, fiesta y andar de aquí para allá, mucho trajín. Sí, mejor me quedo en casa, decidido.

Fuera coñas, menuda trampa lo del teletrabajo. No sé los demás casos, pero hacer un periódico desde las cocinas de cada casa lleva un rato bueno, acabamos todos los días a las mil. Está bien porque en muchas empresas se ha demostrado como un método eficaz para determinadas circunstancias y momentos, y porque puede ser un argumento muy válido para poner encima de la mesa a la hora de negociar sobre conciliación familiar. Pero si es para siempre es una perpetua, te caen encima horas de teléfono, Whatsapp y ordenador sin sentirlas. Es meter al enemigo en casa.

progreso

A veces, muchas veces, me da el bajón. No puedo evitar preguntarme si todo este esfuerzo que estamos haciendo vale algo, si alguien ahí fuera recibe estas páginas o estos enlaces digitales y los digiere de alguna manera provechosa para su organismo, aunque luego los excrete.

En uno de esos momentos de bajón, chateo con Juanito Méndez, el jefe del cotarro de El Progreso digital, un periodista enorme y un chaval aún más espabilado que su padre, sin duda por la influencia de los genes maternos. Resulta que sí, que los datos indican que para un montón de personas lo que hacemos tiene la suficiente importancia como para pasar muchas horas de sus respectivos encierros frente a una pantalla conectadas a nuestra web. Si es para criticar o para alabar lo que leen ya no me importa, eso nos va en el sueldo. No sé por qué, pero intuía que Juanito me iba a hacer bien; ya me lo hacía su padre.

Al mediodía hemos intentado organizar una quedada con toda la cuadrilla de los viernes del Esquina. Después de tres horas para elegir e instalar la aplicación más adecuada, se ve que no hemos acertado. El encuentro a ocho ha sido un guirigay, tal cual como si estuviéramos en el bar. Cuando salgamos tengo que decirles a Avelino y Manolo que arreglen esto.