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Año nuevo, letras nuevas

Los libros, con sus principios o finales versátiles, son una manera valiosa de marcar el paso de una etapa a otra, de inducir el ansia de novedad que subyace en todos nosotros 
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photo_camera Kate Winslet y David Kross, en una escena de 'El lector'. THE WEINSTEIN COMPANY

Como quien se hace buenos propósitos o inicia proyectos nuevos, así me muevo yo entre los visitados anaqueles de mi biblioteca, sabiendo que todo comienzo de año nos invita al placer privado de la novedad. Podrían, por este motivo, porque aguardamos mudanzas venturosas, resultarnos atractivos aquellos libros que, desde las primeras páginas, muestran a unos personajes inmersos en una singular metamorfosis. De la misma manera, habrían de apetecernos aquellos otros cuyos sucesos últimos suponen una transgresión. Finales y comienzos, siempre nuevos. 

Relatos de lo inesperado es un título que asoma su lomo cautivador cuando busco un libro adecuado para este pedacito de tiempo, cargado de ilusiones. Los textos que conforman este volumen del popular Roal Dahl se caracterizan precisamente por presentarnos situaciones de aparente anquilosamiento, pero cuyo abrupto final nos desconcierta como lectores. Y sigo paseando por mi biblioteca, procuro otros libros que ejemplifiquen mis palabras. Doy con algunos y los voy almacenando, haciendo con ellos una pila para después rememorar su contenido. El segundo de la lista es Amos Oz, escritor israelí que no debería faltar en ninguna librería. Lo mágico se introduce de forma inesperada en la novela De repente en lo profundo del bosque, que nos presenta la historia de dos niños enfrentados a una extraña realidad: la desaparición de todos los animales del pueblo donde viven. Similar suceso aciago supone la venida de un cometa y las connotaciones políticas que comporta. La obra, del autor albanés Ismaíl Kadaré, se titula El año negro, y muestra, desde las primeras líneas, dos posibles interpretaciones para el advenimiento de este cuerpo celeste: el auspicio de algo bueno o el presagio de una catástrofe.

De Kadaré destacaría tres obras: 'El palacio de los sueños', 'Abril quebrado' y 'Frías flores de marzo'. Se trata el albanés de un autor indispensable" 

De Kadaré, destacaría tres obras: El palacio de los sueños, Abril quebrado y Frías flores de marzo; se trata de un autor indispensable, una de las tres K. (siempre un paso o dos por detrás, por supuesto, del inigualable Kafka, a quien siempre recomiendo). En cualquier caso, a los grandiosos dueños de estas iniciales me referiré en otra ocasión. 

Lo extraño no sólo es excepcional por el hecho de serlo; es de sobra conocido que lo insólito aflora también en la normalidad de la vida corriente. Con una fábula cercana a la paranoia, la novela de Patrick Süskind, La paloma, nos acerca a la realidad de un hombre que encuentra a la entrada de casa a un ave de la especie que da título al libro; la aversión y rechazo hacia esta, aparentemente desatinada, se convierte en una auténtica tragedia, y esta pone patas arriba la vida insustancial y anodina del protagonista. Por su parte, la novela Diario de un hombre superfluo es la historia de un final, de unos efectos evidentes desde el principio. Pero se trata, en cualquier caso, de un fin que contiene un nuevo comienzo, porque, en él, Iván Turguenev nos anima a vivir nuestra propia existencia, a no desperdiciarla y a dotarla de sentido. Pesimista en el sentido menos pesimista de aproximarse a la etapa final de una vida desde la clarividencia de su sentido último. 

Y la columna de libros seleccionados va perdiendo altura, y a su vez, se vuelve algo menos taciturna, con novelas como La cigarra del octavo día, de la escritora japonesa Mitsuyo Kakuta, que nos sumerge en una extravagante historia: la protagonista, Kiwako, es una joven que secuestra un bebé, lo que comporta necesariamente una huida. Y ya que este en el que estamos es el mes de los comienzos, el escritor alemán Bernhard Schlink nos agasaja con El lector, una aventura narrada en primera persona, que comienza recordando un mes de enero en la vida de un adolescente. Nos entusiasma en un triple sentido: por la deslumbrante historia de amor, por sus referencias literarias y, sobre todo, por la etapa histórica a la que nos traslada: la Alemania nazi y los campos de concentración. 

Hay un tiempo en la vida en que esta retarda su marcha sensiblemente como si vacilara entre seguir adelante o cambiar de rumbo. Es posible que en ese periodo uno sea más propenso a que le pase una desgracia" 

Pero la fortuna y la desgracia podrían ser tan aleatorias como nos muestra Rober Musil desde el comienzo de uno de los relatos incluidos en su libro Tres mujeres: "Hay un tiempo en la vida en que ésta retarda su marcha sensiblemente como si vacilara entre seguir adelante o cambiar de rumbo. Es posible que en ese periodo uno sea más propenso a que le pase una desgracia". El reto, la necesidad de continuar leyendo, está servido. Casi al fondo del montículo que se ha ido desinflando, una suerte de epopeya actualizada, Zuleijá abre los ojos, me provoca una intriga similar, como ejemplo paradigmático de una protagonista obligada por las circunstancias a cambiar radicalmente de vida. Su autora, la rusa Guzel Yajina, plantea la historia de una señora que huye, aunque no haya tomado directamente la decisión de hacerlo. Las causas: un matrimonio infeliz y, sobre todo, una suegra detestable, a quien la protagonista llama "la vampira", personaje construido con una potente imaginación y un uso magistral del lenguaje. La narración se desliza precipitadamente como un trineo sobre la nieve del paisaje. Una novela que, literalmente, he sido incapaz de cerrar, a pesar de su considerable extensión, hasta llegar a la última página.  

Dejo para el final el texto más breve, pero no por ello menos mordaz y crítico. Me refiero al libro de relatos de Sławomir Mrożek: Juego de azar. Optimista, al menos en su pasaje inicial, pues según sugiere, para cambiar nuestra vida únicamente hay que tomar la iniciativa: "Decidí comenzar una nueva vida. Categórica e implacablemente. Sólo quedaba por decidir: ¿A partir de cuándo?". Con estas palabras comienza el breve texto del escritor polaco, titulado precisamente Una nueva vida, que va sumergiéndonos en una personal imposibilidad de alcanzar el mañana, en consonancia con el célebre verso de Lope de Vega: "Siempre mañana y nunca mañanamos".

Sin embargo, y para no dejarnos con la hiel en la boca, el final se dulcifica en una afirmación esperanzadora: "Porque a pesar de todo siempre tiene que haber un mañana".  Es esta la forma en que el autor ilustra nuestra falta de decisión para desechar aquello que nos conduce al desánimo. Siga yo, en virtud de esta posibilidad –y ustedes conmigo– paseando entre libros; sigamos leyendo y leyendo, pues, como diría otro gran maestro, Antonio Machado, genial visionario del tiempo presente, del tiempo pasado y del tiempo futuro: "Hoy es siempre todavía". 

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