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Paul Caligiuri, el último norteamericano de la RDA

El mundialista con USA en 1990 y 1994 fue el primer extranjero del Hansa Rostock en la 1990-91, la temporada final de la Oberliga, la máxima competición de una cadavérica Alemania Oriental

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photo_camera Paul Caligiuri, primero por la izquierda, brinda por el título de la Oberliga

En la plaza central de Rostock no hay puestos de souvenirs. No hay tenderetes de venta de máscaras antigás, gorras del ejército rojo o piedras minúsculas con pintura impregnada de grafittis ochenteros berlineses. En la plaza mayor de Rostock no comercian con la memoria de un muro que allí fue invisible, pero demasiado real para una vida cotidiana atenazada por la represión. Allí, en Rostock, no se levantaron torretas, ni alambradas de espino, ni aparecieron muertos sobre el asfalto por huir de un régimen totalitario. Pero esa dictadura existió, porque también reinó allí la Stasi, y hubo detenidos y miedo como parte de una República Democrática Alemana (RDA) que duró en esta ciudad hanseática más de 40 años.

Porque en Rostock también hubo delatores, celdas incomunicadas, electrodos, sudor frío y libros y pensamientos prohibidos. A Rostock también llegaron los tentáculos de un tal Vladimir Putin, responsable de la KGB en la Alemania del Este, quien, desde su sede en Dresde, controlaba a la policía secreta germana.

Todo eso duró hasta su derrumbe en noviembre de 1989 tras años de lucha popular silenciosa. Pero quedaron rescoldos activos durante un tiempo. Un momento prolongado durante más de un año. Entre marzo de 1990 -cuando se produjeron las primeras elecciones libres en Alemania Oriental desde 1933- y su conversión definitiva en una república única el 3 de octubre de ese mismo año, la RDA fue un limbo político, un lugar entre dos mundos opuestos, entre dos enemigos que cruzaron sus caminos. Mientras el capitalismo afirmaba su dominio en el mundo, el telón de acero se hacía harapos para mostrar un comunismo crepuscular y cadavérico.

En ese espacio, a medio camino entre la nostalgia y la esperanza, en esos meses decisivos para la locomotora de Europa apareció una leyenda del fútbol norteamericano. Paul Caligiuri, el hombre que salvó al soccer estadounidense, el mundialista con USA en 1990 y 1994, el futbolista de las 110 internacionalidades y el salón de la fama, fue el último americano en la RDA.

Paul Caligiuri fue 110 veces internacional con USA y está incluido en el salón de la fama del fútbol en su país

Como un marciano en terreno inexplorado, Caligiuri fue el primer extranjero de la historia del Hansa Rostock FC para ganar la ultima liga y la última copa de la Alemania Oriental a pesar de amenazas y coacciones.

Pero Caligiuri no llegó a la Oberliga como un buscavidas, con la necesidad de un contrato donde fuese y con quien fuese para aventurarse sin nada que perder. El californiano fue una estrella en el 'college' -ganó el campeonato universitario con UCLA-, formó parte del Hamburgo de la Bundesliga y del Meppen de la Segunda División antes de recalar en un equipo que había sido un don nadie en la Europa del Este y que jugaba una competición con fecha de caducidad.

Caligiuri se había labrado un prestigio en su país antes de jugar en un estado sospechoso y enemigo durante cuatro décadas y que sería borrado de los atlas poco después.

Caligiuri había metido a EEUU en una Copa del Mundo tras 40 años de sequía. Desde 1950, en Brasil, donde ganaron a Inglaterra en Belo Horizonte, los estadounidenses no se metían en una fase final de un Mundial. Pero lo hicieron para el de Italia 90. Y fue gracias al lateral californiano. 

EE.UU. se jugaba su pase en Port of Spain, en Trinidad y Tobago. Debían ganar a una selección caribeña que tenía como estrella a un joven Dwight Yorke, que luego haría carrera en el Aston Villa y el Manchester United. Era un todo o nada un 19 de noviembre de 1989, diez días después de la caída del Muro de Berlín. Con 30.000 hinchas locales en el Estadio Nacional, Estados Unidos aguantó el 0-0 con varias intervenciones del portero Toni Meola hasta que a la media hora Caligiuri agarró una pelota en la medular, condujo el balón y sacó un trallazo desde lejos que se coló por la escuadra. Fue el 0-1, los restantes 60 minutos defendieron con los dientes apretados y una USA semiprofesional volvió a un Mundial para salvar a un deporte demasiado minoritario como para sobrevivir sin ese impulso.

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Por aquel entonces Caligiuri ya jugaba en Alemania. Había llegado en 1987 al Hamburgo, un campeón de la Copa de Europa que lo había firmado tras observarlo en un partido benéfico de la Fifa en favor de Unicef en 1986, cuando había sido nombrado jugador del año con los San Diego Nomads de una Liga amateur que todavía no era la MLS (se creó en 1996). Sin embargo, no jugó nada y el conjunto hamburgués lo cedió, en la temporada 1988-89, al Meppen de la Bundesliga 2.

Tras 'the shot heard round the wolrd' -el sobrenombre de su gol a Trinidad y Tobago- Caligiuri se convirtió en famoso. Protagonizó anuncios de todo tipo, fue portada de revistas y salió en la televisión nacional. Jugó en las tres derrotas de USA en Italia 90, donde anotó el gol en el 1-5 ante la Unión Soviética, y regresó a Alemania. No obstante, no seguiría en el Meppen. En un giro del destino, en una artimaña que recordaría toda su vida, acabó en la RDA, un país en el cadalso, a la espera de la certificación de su defunción a los pocos meses de llegar Caligiuri.

Descontento de su papel en el Meppen (con el que jugó 45 partidos en dos temporadas), decidió buscar un nuevo club aprovechando el tirón de su Mundial. Pero su agente lo llevó, engañado según el jugador, al Hansa Rostock, un segundón de una competición, la Oberliga, que disputaba su última edición, ya que sus equipos se fundirían en las distintas divisiones alemanas tras una reunificación que fue realidad el 3 de octubre de 1990.

En verano del 90 Caligiuri era el único americano civil en la RDA, el único con contrato en vigor en un estado casi inexistente y que había sido 'enemigo' de su país desde 1949. Caligiuri fue además el primer extranjero del Hansa Rostock en toda su historia en el comienzo de una historia de espías, Stasi, amenazas y títulos. 

Yo era el único americano que estaba empleado en la RDA en 1990", defiende Caligiuri

“Aprendí que era el único extranjero que jugaba para ese equipo. Era el único americano que estaba empleado en aquel país. Ese no era el lugar en el que un joven americano quiere y debe ir a trabajar. Pero yo no sabía eso cuando me pusieron el contrato delante y firmé abajo, sobre la línea”, dice Caligiuri en la pieza documental 'Beyond the wall'.

“Cuando llegué el muro había acabado de caer. La unificación oficial de las dos Alemanias, la Este y la Oeste, todavía no se había producido y yo me dije: 'hey, esto es un país comunista, y está pasando'”, rememora.

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El Rostock nunca había ganado nada en la Alemania del Este. Lo máximo que había conseguido fue un cuarto puesto en 1989 en una competición controlada y adulterada por el estado. Los Dynamo, el de Berlín -el equipo de la Stasi- y el de Dresde -donde estaba la sede de la KGB-, junto con el Magdeburgo, dominaron la competición desde los años 70.

Pero el presidente del Hansa, Robert Pischke, viejo funcionario comunista, se adaptó a los nuevos tiempos y apostó por quedar entre los dos primeros -que darían acceso a la Bundesliga el año siguiente con la reunificación-, aún a pesar de perder a su principal patrocinador: la empresa naviera del estado.

Pischke llegó a un acuerdo de colaboración con el vecino Werder Bremen, consiguió financiación y pagó los sueldos en marcos occidentales y ofreció un coche a cada futbolista. Contrató al técnico Uwe Reinders (que había jugado el Mundial 82 con la RFA) pagándole 300.000 marcos y 200.000 de prima por cada título -pensando que sería improbable su consecución- gracias al 'traspaso' encubierto al Hertha de Axel Kruse un año antes y el equipo despegó para sorpresa de todos.

No lo hizo al inicio, ya que comenzó con un empate (1-1) con el Eisenhüttenstädter FC Stahl. Pero en el segundo partido ganó 0-3 ante el Carl Zeiss Jena-Hansa y la confianza del grupo se afianzó. “Este fue un equipo que no había ganado nada. No era un equipo que tuviera la oportunidad de ganar la Liga ni una sola vez, pero en el quinto partido seguíamos ganando”, afirmaba Caligiuri.

No fuí aceptado por la gente. Yo era el enemigo", dijo Caligiuri

Mientras, la adaptación del lateral norteamericano era difícil. Su nacionalidad le granjeó el recelo de su hinchada y el odio de la ajena. “No fuí aceptado por la gente. Era el enemigo”, dijo.

Sin embargo, poco a poco fue cambiando la percepción de sus seguidores. También contribuyó a ello el californiano con su juego y su personalidad. Un día, al salir de una sesión de entrenamiento en el Ostseestadion un hombre lo esperaba con su hijo de 8 años. Caligiuri, en alemán fluido, se dirigió al chico que le había preguntado si era americano y si era un enemigo. “¿Te gusta cómo juego y cómo soy? Y él dijo: 'Sí'. ¿Tú crees que soy malo? 'No', me dijo. ¿Entonces no soy tan mal tipo, no?, le volví a decir”, relata el jugador en una entrevista la diario Las Vegas Sun.

Pero si en el trato con el aficionado Caligiuri comenzaba a notar menos distinción con la Bundesliga occidental, no lo hizo en la propia competición oriental. Acostumbrados a adulterar y amañar las competiciones, desde los antiguos poderes estatales comenzaron a presionar y amenazar a los jugadores del Rostock para que se dejaran perder en favor de equipos más potentes. Caligiuri acusa a la Stasi de intentar tumbar las opciones de título del Hansa y beneficiar a su equipo, el Dynamo de Berlín, que había ganado 10 ligas seguidas entre 1978 y 1988.

“Nosotros no estábamos bajo el radar político. Si ellos hubiesen previsto que íbamos a rendir como lo hicimos lo hubieran evitado seguro. Esta era una Liga organizada y controlada por la Stasi durante cuarenta años, y ellos se preguntaban: ¿Cómo es posible que se nos fuese de las manos en los últimos seis meses?”.

Mi propio compañero de habitación era un espía", sostiene el jugador norteamericano

Incluso asegura que su compañero de piso era un espía de la policía política. “Si ellos hubieran querido realmente ir a por mí me hubieran tenido. Mi propio compañero de habitación era un espía”, mantiene el norteamericano.

“Me di cuenta de que lo único que podía hacer era tratar de conseguir el campeonato para mi equipo. Era una de esas cosas por las que la gente había esperado 40 años. Poco a poco ese equipo se convirtió en un grupo de éxito y fue como la consecución de una libertad simbólica. Fue el bien contra el mal, la represión contra la libertad”, relató el internacional por USA. Caligiuri lo acabó consiguiendo a tres jornadas para el final tras ganar 3-1 al Dynamo de Dresden en un enfrentamiento entre primero y segundo.

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Posteriormente lograría también la Copa en un doblete histórico al imponerse al  Eisenhüttenstädter FC Stahl el 2 de junio de 1991 por 1-0 gracias al tanto del centrocampista Jens Wahl a los 43 minutos. Fue el último partido de fútbol organizado en el Este al margen de la Federación Alemana de Fútbol (DFB).

Esa fue la última celebración de Caligiuri con el Hansa Rostock en un RDA que ya no lo era. Los dos separaron sus caminos. El club jugó la siguiente temporada en la Bundesliga para bajar inmediatamente y comenzar una trayectoria irregular. Tras un periodo de gloria de 10 temporadas seguidas -entre 1995 y 2005- en la máxima categoría alemana, actualmente compite en la zona media de la Tercera División. Caligiuri jugó para el Friburgo en Segunda las siguientes dos temporadas hasta que regresó a USA. 

No obstante, Caligiuri volvió al Osteestadion en septiembre de 1996, pero con la camiseta del St. Pauli, principal rival del Rostock. Lo hizo en un efímero paso por el club-mito hamburgués en la 96-97 cedido por el Los Ángeles Salsa de la American Soccer League. Aquella fue la última vez que pisó la Alemania del Este -después se marchó a la recién creada MLS para jugar en el Columbus Crew y Los Angeles Galaxy- como jugador de fútbol. Aquella derrota por 2-0 significaron noventa minutos de recuerdos sin micrófonos ni amenazas de una Stasi moribunda, sin tanques rusos por la calle, sin peinados ochenteros y una aventura única, sin ser el último americano al Este del Muro de Berlín.

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