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Una historia de los Balcanes: Ascenso y caída del Velez Mostar

El club bosnio, antigua referencia del fútbol yugoslavo por su fútbol e integración, pena arruinado por la Segunda División de su país desterrado de su estadio y al borde de la desaparición

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El Lagares no es el Neretva. Apenas puede tener la consideración de río. Tampoco Balaídos es el Stari Most, el puente que divide en dos a la ciudad bosnia de Mostar, donde durante décadas convivieron tres religiones (el islam, el catolicismo y el cristianismo ortodoxo) y tres comunidades diferenciadas (la bosnia, la croata y la serbia). Ni Goran Juric ni Vlado Gudelj encontraron tal cosa en Vigo. No había una frágil mezcla de culturas, con la espoleta cargada tras siglos de cuentas pendientes. Tampoco había aguas cristalinas bajo Balaídos, apenas un riachuelo cargado de polución y metales pesados que fluía por debajo del césped. Pero los dos futbolistas encontraron en la ciudad portuaria gallega un hogar en tiempos oscuros. Un remanso de paz que les hizo olvidar el terror de la última gran guerra europea.

Juric y Gudelj, defensa y delantero del Celta de los años 90, marcaron época en Galicia. El primero por su clase en la parte izquierda de la zaga. El segundo con sus goles y su carisma. Los dos compartieron la camiseta celeste y el escudo con la cruz de Santiago durante  dos temporadas. En el Atlántico lograron juntos un ascenso y una permanencia en Primera División. Juric se fue al Dinamo de Zagreb en 1993, mientras Gudelj, 111 tantos después, todavía forma parte del Celta como delegado del club. 

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Pero no era la primera vez que Juric y Gudelj se cambiaban en el mismo vestuario. No era la primera vez que luchaban juntos en el mismo estadio, ante la misma grada, con la misma zamarra sobre la piel y con el mismo objetivo en la cabeza. Juric y Gudelj habían compartido los colores del Velez Mostar en un país, Yugoslavia, que se desmembraba devorado por diferencias irreconciliables.

Juric y Gudelj, bosnio de ascendencia croata nacido en Mostar y herzegonvino de ascendencia serbia concebido en Trebinje respectivamente, habían crecido en Bosnia y se habían criado futbolísticamente en el Velez. El rojo de su camiseta les había dado un título –la Copa yugoslava de 1986- y un porvenir en una Europa occidental a salvo de bombas y francotiradores.

Los dos futbolistas del Celta habían cruzado demasiadas veces el Stari Most. Habían pasado por encima del Neretva para cambiar de forma de vida. Porque Mostar era demasiado diferente según el lado del río en el que estuvieras. Al oeste residía la comunidad croata de religión católica. Sobre el este se extendían los barrios bosnios, donde el muecín llamaba cinco veces al día para acudir a la mezquita. Entre unos y otros se encontraban los serbios, sin patria concreta a la que aferrarse.

Mostar es una ciudad diferente según el lado del río en el que se viva

Juric y Gudelj cruzaron el Stari Most para acudir al estadio Bijeli Brijeg, instalado en la zona oeste, donde el Velez Mostar, del que ambos fueron canteranos, disputaba sus partidos como local desde 1971. El equipo gozaba de la protección del Partido Comunista yugoslavo por delante de su rival local, el Zrinjski.

En un espacio complejo como el yugoslavo, el pasado marcaba la preponderancia de unos sobre otros. Una factura que se cobraba día a día, que lo hizo antes y lo haría después. El Velez nació en 1922 con las manos callosas, el mono de trabajo y el martillo en la mano. Concebido sobre las cenizas del Omladina, un club ligado a la clase obrera de Mostar, fue el preferido tras la Segunda Guerra Mundial, donde se premió que fuese una extensión deportiva del Partido Comunista local. Mientras, el Zrinjski no tenía una sangre tan roja.  Próximo al nacionalismo croata y con un perfil conservador y derechista, resultaba un elemento molesto en un equilibrio demasiado quebradizo. 

Antes de la llegada de Tito al poder tras la IIGM, el Velez había sufrido demasiadas purgas. Principalmente lo hizo en el conflicto que asoló Europa entre 1939 y 1945. Mostar era parte del Estado Independiente de Croacia, una entidad política fascista próxima a las potencias del eje Roma-Berlín. En ese período el Velez desapareció, algunos de sus integrantes y aficionados murieron en el campo de concentración de Leplogava y gobernó el Zrinjski en la ciudad.

Algunos integrantes y aficionados del Velez Mostar murieron en el campo de concentración de Leplogava en la II Guerra Mundial

Con la derrota del nazismo y la llegada de Tito al poder, el jefe del estado no olvidó que algunos miembros del Velez habían formado parte de sus milicias partisanas y rescató del olvido al club de Mostar para vivir en la élite del fútbol balcánico. Mientras el Zrjinski pasaba a ser un proscrito, el Velez ascendió a la Primera División yugoslava y se consolidó como una referencia para brillar en los años 70.

Cortado por el guión oficial, el Velez tenía un barniz de integración. En sus filas convivían todas las etnias y comunidades del país: serbios, bosnios musulmanes, croatas católicos, montenegrinos, macedonios... Su mejor etapa se basó en su trío de estrellas. La MSN o la BBC de los de Mostar en los 70 fue la BMV formada por el delantero serbio Dusan Bajevic, el portero bosnio y musulmán Enver Maric y el centrocampista croata Franco Vladic. Con los tres sobre el césped del Bijeli Brijeg el cuadro de Mostar disputó la Liga a gigantes como el Estrella Roja (72-73) o el Hajduk Split (73-74) para acabar segundo. Incluso brilló en Europa, alcanzando los cuartos de final de la UEFA en la 74-75 tras eliminar al Spartak de Moscú, el Rapid de Viena y el Derby County post Brian Clough. El Twente holandés lo privó de mayores glorias.

El Velez alcanzó los ochenta instalado en la élite. Su crecimiento, ligado a la vigencia política del Partido Comunista, continuó para ganar dos Copas yugoslavas. La primera en 1981 al imponerse 3-2 al Zeljeznicar Sarajevo y la segunda en 1986, con Juric y Gudelj en sus filas y jugando la final , frente al Dinamo de Zagreb por 3-1. Incluso la temporada siguiente se quedó a un punto de ganar una Liga, que fue para el Partizan de Belgrado.

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En aquel Velez Mostar, dirigido por la vieja estrella del club Dusan Bajevic, formaban en la punta del ataque los jóvenes Vlado Gudelj y un tal Meho Kodro, que haría carrera en España en la Real Sociedad y en el Barcelona. Goran Juric los protegía en la zaga. En categorías inferiores despuntaba Sergej Barbarez, que jugó luego en clubes de la talla del Bayer Leverkusen, el Borussia Dortmund o el Hamburgo.

Pero la guerra civil voló todo por los aires para el Velez. Como el Stari Most, se vino abajo entre bombas y metralla y  con él una realidad de cinco décadas. El conflicto dividió Mostar. Como dos compartimentos estancos, la zona este se quedó bajo el control del ejército bosnio y el oeste, donde residía el Velez, bajo ordeno y mando croata. Ahí surgieron las viejas rencillas instaladas desde siempre y el nuevo poder recuperó al Zrinjski. 

La guerra civil acabó con el Velez Mostar tras surgir las viejas rencillas con su rival local, el Zrinjski, aupado por el nuevo poder

El club bosnio-croata, refundado y fortalecido, con el viejo perfil conservador y derechista, desterró al Velez -que mantuvo su cariz izquierdista- del estadio Bijeli Brijeg para convertirse en un equipo sin tierra ni pan. Acabó en el Vrapcici, un campo a 7 kilómetros de Mostar, sin apoyos públicos ni políticos, ahora del lado del Zrinjski; ni afición –mayoritariamente serbia en el pasado y que había huído en la guerra-, ni dinero, por lo que fue penando y sobreviviendo en la Liga Bosnia creada tras el conflicto. 

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Instalado sobre una ruina permanente, con una crisis económica derivada de años de falta de recursos, mala gestión y una marcha deportiva siempre en la parte baja, el agua helada del Neretva fue subiendo poco a poco hasta instalarse en el cuello de un Velez que bajó de categoría en la 2015-2016. Desde hace dos años pena en la zona media baja de Segunda, huérfano de tiempos mejores, de un pasado que no volverá y que solo reside en la memoria de futbolistas que brillaron con la estrella roja y amarilla sobre su corazón, como Juric y Gudelj hicieron entre los Balcanes y las Cíes.     
    
 

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