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Lo que la crisis nos ha dejado

La crisis nos ha cambiado, y mucho. Mucho más de lo que pensamos. Por el camino no solo se han quedado empresas y empleos, se han perdido viviendas y se han anulado o aparcado proyectos vitales, se han retrasado o aplazado sin fecha obras públicas y la emigración —diferente a la de hace décadas, pero emigración al fin y al cabo— vuelve a estar presente en muchas familias. Las consecuencias son serias en todos los casos, algunas seguramente irreversibles y otras puede que no necesariamente negativas, o no solo negativas, pero más impacto aún tienen los cambios que han llegado o se han consolidado durante la crisis y que difícilmente van a tener marcha atrás. 

A día de hoy parece iluso pensar que el copago farmacéutico pueda desaparecer. O que no vayan a continuar las externalizaciones de servicios en hospitales —de momento, no sanitarios, aunque algunos fronterizos— y la llamada colaboración público-privada para la construcción de centros, iniciada en Vigo, y la prestación de servicios, como la radioterapia del Hula. 

En paralelo a esa corriente de privatización hay otra que aboga por recuperar la gestión directa de servicios públicos, sobre todo en el ámbito municipal, y alguna experiencia hay ya en el país, aunque en la mayoría de los casos el deseo puede a la realidad. En el Concello de Lugo existe un acuerdo plenario y una comisión municipalizar la Ora desde hace varios meses, pero nada se ha avanzado. Una de las dificultades, alega el gobierno, son las restricciones a la ampliación de las plantillas públicas, otra consecuencia de la crisis. La limitación fue impuesta por el Gobierno central para controlar el gasto público y el déficit de los concellos, incluso en aquellos donde no había, como Lugo.

La recesión ha provocado cambios en lo privado y en lo público, algunos sin marcha atrás


Las secuelas de la recesión económica que el país vivió durante un lustro largo están por todos lados, en el terreno privado y en el público. En Lugo, la crisis ha dejado varios cadáveres. Alguno, milagrosamente ha logrado revivir, pero en la mayoría de los casos las víctimas agonizan o tienen por delante un futuro incierto y, en todo caso, nada fácil. Ahí está, por ejemplo, la Cámara de Comercio, que esta semana celebró su último pleno en el único edificio que seguía utilizando, el Forcam, a pesar de que ya hacía tiempo que estaba en manos de la entidad financiera con la que tenía deuda.


La Cámara, primer instrumento de apoyo que tuvo el empresariado lucense, empezó a languidecer en 2010, cuando se eliminó el pago obligatorio de cuotas y la dirección no quiso o no supo reestructurar una entidad que por otro lado estaba sobredimensionada. Ahora tiene nueva dirección, pero sus dos sedes están embargadas y la elevada deuda que aún tiene con los exempleados despedidos hacen realmente complicado que la entidad pueda volver a funcionar.


Justo enfrente, otra ‘institución’ de la ciudad se mantiene en situación crítica. El Gran Hotel, que durante mucho tiempo fue el hotel de más categoría de la ciudad, mantiene su actividad con normalidad relativa, pero sigue en concurso de acreedores, a la espera de que aparezca un comprador que pueda reflotar el complejo. Otro hotel, el Jorge I, bajó las persianas también en este periodo, aunque en este caso por razones relacionadas con su gestión.


El MIHL, concebido como el primer museo que aglutinaría toda la historia de Lugo y, además, de forma interactiva, iba a ser uno de los referentes culturales y educativos de la ciudad, al estilo de los museos coruñeses, que reciben escolares y visitantes de toda Galicia. Sin embargo, su llamativo pero cuestionado modelo arquitectónico —enterrado y en una zona de manantiales, lo que encarece el mantenimiento— y la escasez de dinero para programar propia de los tiempos de crisis lo han reducido a un centro con contenidos que se averían y actividades en general modestas que podrían realizarse en cualquier otro lugar.


Los efectos de la crisis van a llegar también al nuevo auditorio. La Xunta logró construirlo en tiempos de escasez, pero el dinero necesario para equiparlo y ponerlo en funcionamiento está en el aire. Y aquel plan de la USC, la Xunta y la Diputación para redimensionar el campus, que preveía la construcción de un nuevo edificio para ingeniería civil, un complejo de investigación y empresas, un polideportivo..., se ha detenido en seco, como el proyecto de estación intermodal.


No todo ha sido negativo en este tiempo, y ahí está la antigua Tablicia (hoy Tableros Hispanos), ejemplo de reflotación de una empresa; la mayor conciencia ciudadana sobre la necesidad de evitar el despilfarro, o los nuevos negocios que han ido surgiendo. Muchos, como consecuencia de la crisis —el autoempleo como salida— por lo que está por ver si no acaban siendo también víctimas. Por momentos, el fenómeno autónomo aparenta burbuja.

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