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La leche es transparente


HUELGA DE MINEROS. ¿Qué es lo primero que se les viene a la cabeza? Seguramente carreteras y autovías cortadas, encierros, barricadas y, por supuesto, seguimiento total y apoyo absoluto de la ciudadanía. En resumen, gente que se hace tomar en serio, con independencia de que se compartan o no sus reivindicaciones y dejando claro que la violencia es siempre injustificable. ¿Y si cambiamos mineros por ganaderos? Lo que sale es poca unión, poca organización y pocos logros. Y por qué no decirlo, también poca solidaridad.
Es aceptado por todos que Lugo, provincia y ciudad, viven fundamentalmente de la agricultura —del sector lácteo, puede decirse—, pero en muchos casos no es más que una frase hecha. La conciencia y el apoyo empiezan y acaban ahí. Basta ver las manifestaciones que hubo en septiembre y que se repiten ahora. En algunas se vio a gente que seguramente antes pocas veces había salido a manifestarse y a personas ajenas al sector, sí, pero la mayoría de las villas de la provincia —y negocios de la capital que dependen directamente de la ganadería, como queserías y carnicerías de la Plaza— siguieron funcionando con normalidad. No fueron capaces de parar una mañana y desplazarse 20, 30 o 40 kilómetros para sumarse a las protestas. ¿Y qué sería de Meira, Vilalba, Guitiriz o Chantada si la ganadería desaparece?

La razón asiste a los ganaderos en sus protestas, pero la estrategia hace dudar de los resultados

Hay negocios directamente relacionados con el sector que ya hacen cuentas para el año que viene porque existe el convencimiento de que muchas granjas habrán desaparecido para entonces, incapaces de soportar los gastos con los precios que perciben. Sin embargo, en términos generales, la conciencia sobre la importancia del sector y el apoyo que se da a este no parecen aún suficientes, seguramente por esa combinación de individualismo y cortoplacismo que en general nos domina. Y de esto no se salvan los ganaderos, que parte de responsabilidad tienen también en que el sector esté hecho unos zorros. Aunque seguramente no más que el resto de las patas: industria, distribución, administración y representantes, desde los sindicatos a las organizaciones profesionales.
Todos son corresponsables también de que la actividad agraria no sea vista como el sector estratégico que en Galicia es, tanto desde el punto de vista del territorio —medio ambiene, demografía...— como de la alimentación. A pesar de las cada vez más fuertes corrientes en contra de este producto, la realidad es que la leche ha permitido sobrevivir a muchas generaciones y lo sigue haciendo en países que no tienen el ‘lujo’ de poder escoger lo que llevarse a la boca.

Los ganaderos han vuelto a salir ahora a la calle con los tractores. Les asiste la razón, puesto que el acuerdo lácteo de septiembre está muy lejos de haberse cumplido. De momento solo ha servido para que los consumidores paguen más cara la leche en el supermercado —incremento que también era necesario, para dar al producto el valor que tiene—, ya que no se ha repercutido a los productores. Solo Mercadona lo ha hecho. Con los compromisos de la administración sucede lo mismo. El adelanto de las ayudas europeas ha llegado solo a algunos ganaderos y solo en parte.
El problema es que se hace difícil pensar que la protesta de ahora vaya a tener un resultado diferente, sobre todo a la vista de su desarrollo. La manifiesta falta de estrategia puede dar lugar a teorías retorcidas y está provocando que los ganaderos pierdan parte del respaldo ciudadano que tenían.
Los ganaderos han renunciado a la experiencia movilizadora y negociadora de los sindicatos —ven en ellos bestias negras, y en algún aspecto con razón—, pero la consecuencia es que, en semana preelectoral, han perdido la ocasión de presionar de la manera adecuada, con la seguridad de que ningún político iba a atreverse a ir contra ellos. No quieren forzar, para no poner a la ciudadanía en su contra, pero con las acciones que llevan a cabo no consiguen hacer llegar a la sociedad la crudeza de la situación que viven. Con algunas protestas solo han conseguido molestar a clientes y trabajadores de supermercados que poca culpa tienen de los problemas del sector y otras no han tenido el eco que deberían por falta de organización. El sábado pasado, la hija de un ganadero leyó un emotivo manifiesto en As Termas que ningún medio recogió porque nadie avisó de él. Los ganaderos tampoco dirigen sus protestas a la industria porque podría suponerles un dinero que no tienen. El problema es que, sin riesgo y sin coste, casi nada se logra.
Por no hablar de que la manifestación de las ganaderas, los verdaderos motores de la mayoría de las granjas, se cambió de día porque el previsto terminaba antes el colegio y había que recoger y cuidar a los críos. Se ve que los ganaderos no podían hacerlo. Pero este es en sí otro tema.

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