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La importancia del candidato

EN UNAS ELECCIONES municipales siempre hay resultados sorprendentes, tal es el número de circunscripciones. Hay resultados inesperados, a los que ni todo un bregado presidente provincial es capaz de encontrar explicación. El popular José Manuel Barreiro parece seguir sin hallarla para la pérdida de alcaldías que su formación sufrió hace una semana. Nunca hay una sola razón, pero en esa búsqueda de respuestas, a lo mejor ayudaría mirar a lo que salta a la vista a cualquiera. Alcaldes que viven fuera del concello por el que dicen dejarse la piel o que acuden a él solo un par de días a la semana han recibido severos correctivos. Burela (PP) y Monterroso (PSOE) pueden ser dos ejemplos -muy dolorosos-, pero hay muchos más.

Otras veces los comicios no hacen más que ratificar las sensaciones que se palpan en la calle y que, a menudo, los candidatos se empeñan en no ver. En ocasiones, la burbuja en la que viven, llena de gente con un concepto peculiar de la lealtad, no lo hace fácil. Otras veces el problema no es la falta de contacto con la calle, es el propio candidato quien, en esta, mira solo hacia donde le interesa. Antes y después de las elecciones, el alcalde no se ha cansado de decir que solo escucha muestras de afecto y de apoyo. Puede ser, pero el 24 de mayo los lucenses hablaron y José López Orozco perdió 6.000 votos. Algo ha fallado.

No es el único elemento de arrastre o disuasión, pero la elección del político es clave para ganar o perder elecciones

De lo que no hay mucha duda, y volvió a quedar demostrado hace siete días, es de que en los resultados de unas elecciones tiene mucho que ver el candidato. Con excepciones, siempre las hay. El mejor ejemplo lo representa Madrid y Manuela Carmena. Aunque la futura alcaldesa siempre se desmarcó de Podemos, no se puede negar que el origen de Ahora Madrid está justo ahí, aunque posteriormente se fueran sumando otras fuerzas y movimientos de izquierdas. ¿Y cuál habría sido el resultado de esta candidatura sin Carmena? Ya no digamos con un Monedero de la vida... Pues en vez de llevar toda la semana escuchando a una Esperanza Aguirre a medio camino entre el circo y la humillación, estaríamos probablemente ante la futura alcaldesa de la capital del reino. Y la misma reflexión se puede hacer al revés. La principal responsable de que el PP haya perdido la alcaldía valenciana probablemente haya sido su candidata.

Con algo menos de veteranía que ella, en Lugo también su alcalde se ve en esas ahora. Hace cuatro años perdió la oportunidad de irse siendo recordado como un gran regidor, que consiguió dotaciones, que se peleó con otras administraciones para mejorar Lugo, que transformó y dio amor propio a la ciudad. Si entonces su decisión fue difícil de entender, que se volviera a presentar ahora fue irracional, casi se podría decir. Es cierto que el PSOE llegó a las elecciones sin relevo, pero porque ni candidato ni partido permitieron gestarlo.

Castiñeira gana en las distancias cortas, aunque en los últimos años fue perdiendo frescura y sumando aspereza

Y sí, en esa situación, cualquier otro candidato que no fuera Orozco seguramente habría conseguido peores resultados. Porque Orozco es mucho Orozco. Es uno de esos candidatos que se lleva la gente a su terreno, que los ciudadanos ven como un vecino más y que ‘mata’ por ser alcalde de su ciudad. Un combinado que de nuevo lo habría hecho imbatible si no fuera por el lastre judicial y el déficit de gestión de los últimos cuatro años, en parte consecuencia de lo primero.

Del otro lado está el popular Jaime Castiñeira. Con atributos también, diferentes y que seguramente le harían ser un buen gestor. Tiene capacidad de trabajo, conocimiento del entramado municipal y proyecto de ciudad. Y no tiene inconveniente en proponer medidas ideológicamente alejadas de las de su partido si cree que son mejores. El problema es que esa firmeza, en la que algunos ven obstinación, le provoca problemas. Por un lado, no supo gestionar las críticas internas y el partido no tiene hoy la unidad de hace unos años y, por otro, con su posición ante la demanda ciudadana de los servicios del Hula, él mismo se forjó la imagen de político incapaz de enfrentarse a su partido y de luchar por su ciudad. Castiñeira gana en las distancias cortas, aunque en los últimos años fue perdiendo frescura y sumando aspereza, seguramente fruto de todo lo vivido. Esta vez lo volvió a dar todo -salvo lo mencionado- para intentar ser alcalde, pero quedó demostrado que no tiene el don de ganar elecciones.

Louzao demostró tablas incluso ante veteranos y que sabe vender su mensaje

Un camino a la inversa fue el que hizo el alcaldable del BNG, Rubén Arroxo. Tenía la inexperiencia de la juventud -el hándicap de más fácil solución- y un grado de conocimiento cero, ya que no era más que un implicado militante de la formación. Pero la dificultad de partir de cero fue también su ventaja porque fue ganando consideración y, pese a su aspecto y sus formas juveniles, acabó siendo un candidato más solvente de lo esperado. Dentro y fuera del BNG son muchos los que piensan que suyo es gran parte del mérito de que el partido aguantase los dos concejales.

Fue un caso parecido al de la candidata de Ciudadanos, Olga Louzao. Sus siglas tienen tantos detractores como seguidores, pero ella consiguió hacer llegar a la gente una imagen de lo que tan cotizado parece en este momento: la de una ciudadana sin más que entra en política para intentar cambiar las cosas porque los políticos tradicionales no valen. Pese a su inexperiencia, Louzao demostró tablas incluso ante veteranos y que sabe vender su mensaje. Era, además, la única mujer y seguramente esa condición le dio unos cuantos votos. Por sexista que sea el voto y la observación, la realidad es la que es.

El arrastre de los candidatos de las dos otras fuerzas que entraron en el Concello quizás no haya sido tanto. Probablemente vendió más el carácter rupturista de sus proyectos en un momento en que los ciudadanos quieren algo nuevo, aunque no sepan muy bien en qué consiste lo nuevo. Con todo, de Carlos Portomeñe (Ace) hay mucha gente que reconoce su coherencia y su perseverancia y Santiago Fernández Rocha (Lugonovo) da la sensación de que aportará pragmatismo y capacidad de entendimiento en una corporación que va a necesitar mucho de eso. Los ciudadanos han elegido.

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