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El pleno es un "pitorreo"

Las sesiones son una ristra de debates que en la mayor parte de los casos no sirven para nada



ASISTIR A UN PLENO municipal es una de esas cosas que todo el mundo tendría que hacer al menos una vez en la vida. Más de uno se llevaría sorpresas, y no siempre para bien. Es habitual que las sesiones se celebren por las tardes o incluso en sábado para facilitar que pueda acudir un mayor número de ciudadanos, pero la realidad es que en muy pocos municipios tienen público y, si lo hay, suele ser gente muy próxima a los partidos políticos, como militantes, asesores y trabajadores. Ocasionalmente, acuden colectivos afectados por alguno de los asuntos que se van a tratar. Trabajadores de una concesionaria municipal con problemas, ecologistas que protestan contra alguna actuación o plataformas ciudadanas con reivindicaciones casi siempre justas pero que a veces también sirven a los intereses del gobierno o de la oposición.

Esto es más o menos lo que sucede en el Concello y el panorama, lejos de mejorar, empeora. La multiplicación de los grupos políticos -pasaron de tres a seis- les llevó a acordar cambios en el desarrollo de las sesiones. Han pasado a celebrarse por las mañanas ya que, aunque se han reducido los tiempos de intervención, la duración de los plenos es ahora mucho mayor. De tres o cuatro horas han pasado a seis, siete u ocho. Lo que no ayuda, hay que decirlo, a mantener el nivel dialéctico, ya de por sí bastante bajo en unos tiempos y en un país donde la oratoria no es materia de estudio, ni quienes se ven obligados a practicarla parecen interesados en mejorarla. Tampoco la falta de formación política e ideológica suele ser motivo de pudor. En la mayor parte de los casos se suple con limitados argumentarios de partido.

Si a eso se suma que la Ley de Grandes Ciudades ha restado muchas competencias al pleno, en favor de la junta de gobierno -"un secuestro da democracia", lo calificó esta semana el portavoz de Ace-EU, Carlos Portomeñe-, las sesiones se convierten en una ristra de debates que en la mayor parte de los casos no llevan a ninguna parte ni sirven para nada. El contenido de los plenos suele reducirse a propuestas para que el gobierno lleve a cabo tal o cual mejora en la ciudad y a mociones para instar a otras administraciones a solucionar problemas sobre los que tienen competencias. Si la administración en cuestión no es amiga, o hay otros intereses por el medio, habrá votos en contra o abstenciones con argumentos a veces peregrinos. Un ejemplo: a pesar de que es objetivo el déficit de plazas en los centros educativos del sur de la ciudad, esta semana el PP dijo no a la petición del PSOE para que la Xunta construya más alegando que no hay un estudio de las necesidades globales de la ciudad -que paradójicamente le competería hacer a los suyos, en la consellería-, que la Administración ya está invirtiendo en esa zona y que no va a hacer seguidismo de manifestaciones, en alusión a las movilizaciones de la plataforma ciudadana que sostiene esa reivindicación. Ciudadanos se abstuvo con argumentos parecidos y tras valorar la conversión de As Mercedes en centro integrado de formación profesional y la inversión que la Xunta está haciendo en él. Nadie sacó punta del vínculo que el concejal de la formación naranja tiene con ese centro.

Con los acuerdos para que el gobierno local haga tal o cual cosa sucede tres cuartos de lo mismo. Son tantos los que se adoptan en cada sesión y tan a la ligera, que no valen de nada. El equipo de gobierno cumplirá después los que pueda o los que quiera. Que la ley obligue es lo de menos. Nadie va a ir al juzgado, por lo que el gobierno de turno no arriesga más que el crédito. Y total, de eso ya nadie va muy sobrado.

En la última sesión, se aprobó alegremente -sin valoración previa de viabilidad técnica ni económica y con poca concreción- un plan integral de protección de peatones, la creación de un circuito histórico patrimonial, medidas para mejorar la transparencia municipal, mejoras en el parque del Miño, la reforma integral y urgente de la canalización y asfaltado del barrio de Casás y desdoblamiento e instalación de iluminación pública de la Avenida Duquesa de Lugo.

"Un pitorreo", resumió muy bien el portavoz de Lugonovo, Santiago Fernández Rocha. "Francamente, isto ten moi pouco sentido e a xente non nos vai tomar en serio", dijo, tras exponer su planteamiento de que sean pocas, bien trabajadas y consensuadas las mociones que se lleven a pleno, para que los acuerdos sean cumplibles. Una ingenuidad, debieron de pensar el resto de los grupos, que no dedicaron ni medio segundo a la propuesta. Pero podemos quedarnos tranquilos, porque la corporación aprobó, y por unanimidad, la constitución de una comisión de control de los acuerdos plenarios. Surrealismo puro, a disposición en la web municipal de quien quiera verlo.

Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso del domingo 27 de diciembre.

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