Equivócate bien
Cuando te ves azotado por la necesidad de resolver qué piensas, y qué harás finalmente, es humano empujar el asunto hacia el futuro. 'Ya veré', te dices, buscando un alivio pasajero
Cuando te ves azotado por la necesidad de resolver qué piensas, y qué harás finalmente, es humano empujar el asunto hacia el futuro. 'Ya veré', te dices, buscando un alivio pasajero
"Fue un viernes. Ella llamó al portero automático a media mañana. Di un respingo en la silla, y la perra empezó a afligirse. Yo trabajo en casa, y a menudo soy el único vecino del edificio que puede, y tiene ganas, de abrir el portal para que la cartera entre a dejar la correspondencia en los buzones"
Juan Tallón habla del chaval que levantó un día el brazo derecho para no bajarlo nunca
Yo admiro a la gente que conserva, pero aún más a la gente que abandona sus cosas. En nuestra vida cotidiana, cargada de pequeños simbolismos, nos gusta guardar fidelidad a infinidad de cosas que ya no significan nada, pero lo significaron, y con ese pasado nos basta para rendirles un extraño amor eterno
El interior semejaba una selva tupida, con estrechos pasillos por los que avanzar. Había que hacerlo despacio, como si no quisieses pisar una mina, para no romper nada. Pregunté por los libros. "Al fondo", dijo Sar, señalando con el índice. Sonrió, como si supiese yo que había recibido un mensaje a medianoche
«No sé cuándo dejé de hacer exclusivamente cosas que me gustaban. Supongo que bastantes años atrás, a eso de las ocho y treinta y cinco de la mañana. Descubres de repente, y tarde, que cada vez haces más cosas que te fastidian. ¿Por que las haces?»
Nos rompemos de muchas maneras y por infinitos motivos. Porque pierdes el avión, porque se te acabó el dinero, porque enfermas, porque se muere tu padre, porque te maltratan, porque se averió el coche, porque te decepcionó un amigo
Finalmente, Juan Cruz no consiguió que Orhan Pamuk fuese entrevistado por ningún medio. No se sabe si fue bueno o malo, en realidad
De pronto, arrecia. Son las pequeñas conspiraciones de la vida contra cada uno de nosotros. No haces nada mal, y de ahí sin embargo sale un error. ¿Quién no es víctima alguna vez de su inocencia?
Gleen Horowitz (1956) es el principal distribuidor de libros raros y archivos culturales que existen
Busqué mejor, y al poco encontré una ejemplar, en una edición de Emecé, por 175 euros. Bueno. Eso ya era otra cosa. Casi desprendía el característico olor de las gangas
Bibiana Candia, que había dejado atrás una vida de funcionaria, cómoda, pero odiosa, necesitaba por entonces sentirse a solas con una historia que no estaba segura de si sabría contar, y nada más llegar se dio cuenta de que se encontraba en la ciudad perfecta, "Berlín nunca termina. Está siempre empezando", sostenía
" 'Cuando me preguntaban de dónde era, yo sacaba mi desgastado ejemplar de 'El guardián entre el centeno' y decía que había crecido a solo unas pocas millas de la casa de su autor'. El resultado de presentarse de ese modo fue sorprendente, porque resultó que Holden Caulfield 'era al parecer tan venerado en Rusia como en Estados Unidos, si no más' "
"¿Pero esos libros son de verdad?", me preguntó mi pareja al salir de casa. "A veces", señalé, encogiéndome de hombros. Le cité el caso de Ikea. Apenas entré en Merkamueble descubrí con un impreciso regodeo que sus libros también eran reales, no de atrezzo
"En el instituto, fui un par de veces a clase en coche fúnebre. Era un Mercedes plateado, brillantísimo, como unos zapatos recién cepillados, y largo, con un acabado delicado, solemne, que recordaba a un Winchester. Cada detalle de aquel vehículo expresaba con cierta elocuencia su destino"