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Urkullu le señaló el camino a Feijóo

NADA IMPIDE LEGALMENTE que Euskadi vote el 25 de septiembre y que Galicia lo haga una semana después, el 2 de octubre, como tenía planeado Feijóo si, como se supo esta semana, resultaba inviable esperar por una posible nueva repetición de las elecciones generales que de producirse, muy difícilmente será antes del 11 de diciembre, el último domingo en el que pueden fijarse las gallegas. Como se trata de dos procesos electorales distintos, en ámbitos territoriales diferentes, las comunidades autónomas vasca y gallega, no hay ninguna norma que obligue a que se celebren en simultáneo, más allá de la costumbre de coincidencia instaurada en 2009 y consolidada en 2012.

Si bien jurídicamente no hay nada que impida que mientras el domingo 25 de septiembre a partir de las ocho de la tarde en Euskadi comienzan a salir las encuestas israelitas, si es que se siguen haciendo después de los recientes grandes éxitos, en Galicia se celebran los mítines del último domingo de campaña, políticamente sería disparatado, sobre todo cuando ya existe una pauta de coincidencia de ambos comicios en las dos últimas convocatorias, a la que apeló Feijóo cuando fijó la fecha de 2012. Además, ese dislate se produciría en una coyuntura de hartazgo ciudadano, tras la inédita repetición de las generales y cuando todavía existe la por lo menos teórica posibilidad de que tengan que celebrarse por tercera vez en apenas doce meses.

El presidente de la Xunta lo tiene muy difícil para no seguir la pauta del lendakari y no convocar para el 25-S, una vez que no es viable esperar por unas posibles terceras generales

En la práctica, al adelantarse con su anuncio de elecciones para el 25-S, Urkullu arruinó el plan con el que trabajaba últimamente el Partido Popular gallego de llamar a las urnas el 2 de octubre, lo que supondría hacerlo en el mes más tradicional, en el que se han celebrado cinco de las nueve autonómicas gallegas, como las del 2012. Pero mientras antes siempre fueron en la segunda quincena, después del San Froilán, ahora la idea era hacerlo a principios de mes, justo antes de que el día 4 empiece el juicio de la trama Gürtel. Se trata de una vista tóxica para los populares, pues, aunque los hechos se refieran al pasado, afectan a la credibilidad de la marca y conectan con el caso que comenzó como una secuela y que acabó siendo el más importante, el de Bárcenas, que supuso la publicación de lo que todo apunta a que era la contabilidad ilegal del PP. Hay, además, una conexión con los populares gallegos, aunque sea remota en el tiempo, la de Pablo Crespo.

En la elección del día 2 de octubre también pesaban otros factores, como el inicio de la temporada de caza, prevista para el 16 de octubre, la vendimia de las Rías Baixas, que se calcula que pueda ser este año a finales de septiembre, y el Domingo das Mozas de las fiestas del San Froilán, el 9 de octubre. Pero todo esos cálculos quedaron desfasados el viernes cuando Íñigo Urkullu compareció y anunció la fecha del 25-S, pese a que Feijóo creía que iba a esperar a octubre.

El presidente de la Xunta lo tiene muy difícil ahora para no sumarse. Pese a que todo indica que no le hace ninguna gracia caer en el seguidismo, si decide secundar al lendakari tiene que reunir mañana [el lunes 1] al Consello da Xunta y firmar después el decreto de disolución, para lo que apelaría previsiblemente a la responsabilidad, a fin de evitar un nuevo carrusel electoral.

En caso de no querer seguir el camino trazado por el lendakari, la mejor opción de Feijóo sería convocar el 23 de octubre, aduciendo que es cuando toca, pues en 2012 Galicia votó el 21 de octubre. Si opta por el 25-S, todo va a acelerarse en la política gallega, con el PSdeG y En Marea sumidos en sus contradicciones internas, que resolverían por la vía exprés. Y si en España sigue el bloqueo de la investidura, las gallegas serán todo un test para Rajoy. 

Abel Caballero inventa el neportismo al revés 

EL PSOE GALLEGO NO DEFRAUDA. Cuando parecía que todo estaba ya inventando en su legendaria tendencia al canibalismo interno, la conflictiva elaboración de las candidaturas de las próximas elecciones autonómicas aporta una inédita novedad en la gestión de las sagas familiares tan presentes en la política gallega.

Lo que no se había visto antes era el nepotismo al revés. Si el nepotismo es según la Academia de la Lengua Española la "desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos", el veto del alcalde de Vigo, Abel Caballero, a que su sobrino, Gonzalo Caballero, vaya en un puesto de salida en la lista socialista de la provincia de Pontevedra representa justo lo contrario. Se trata del desmedido empeño para que un miembro de su familia no ocupe un escaño. Vaya, como hizo Baltar I al dejarle su cacicato de Ourense a su hijo, pero justo al revés.

El choque de trenes estaba anunciado desde que, tras no lograr los avales para concurrir a las primarias, Gonzalo Caballero dio su apoyo al que acabó siendo el ganador, Xoaquín Fernández Leiceaga, que venció al candidato apadrinado por su tío, Méndez Romeu. El evidente pago por el respaldo era un escaño para Gonzalo, lo que supone pasar por encima de Abel. Y éste se resiste todo lo que puede. Forzó al PSOE provincial de Pontevedra a aprobar una lista sin su sobrino y también sin otros de los candidatos afines a Leiceaga y su aliado en la sombra, Gómez Besteiro. El alcalde se cargó a la actual portavoz parlamentaria, Patricia Vilán, y al candidato propuesto en Arousa de manera de que, en una posible negociación, tenga algo que ceder antes que aceptar al candidato que lleva su apellido, que es desde hace años el referente de la oposición interna en la agrupación socialista local.

Todo apunta a que Leiceaga y Besteiro pretenden que en los próximos días en Santiago y Madrid se cambie la lista de Pontevedra para, al menos, incluir al sobrino. Si Pedro Sánchez lo autoriza, habrá que ver cómo reacciona Abel ante lo que ha considerado una declaración de guerra.

Pero parece que Leiceaga y Besteiro desean hacer más cambios, por ejemplo en la lista de Ourense en la que los "pachistas" se aseguraron dos de los tres puestos de salida, en detrimento del valor emergente de sus rivales en la provincia, el exalcalde de Ribadavia Marcos Blanco.

Más allá de estos escarceos la noticia más llamativa en el PSdeG de las últimas semanas fue la inauguración del campo de fútbol de A Fonsagrada, con el nombre de expresidente de la Diputación Gómez Besteiro. Fue un gesto de exaltación "socialcacharrista" que muestra que Besteiro y los suyos siguen soñando con que el primero se libre de sus imputaciones judiciales y retome el control del PSOE. Así se entiende el escaso papel que está teniendo el candidato Leiceaga en la confección de las listas, en las que Besteiro, a través de Pilar Cancela, hace sentir su control en combinación con el barón emergente coruñés, el pontés Valentín González Formoso.

Leiceaga, por su parte, parece fiarlo todo a una carambola que, como sucedió cuando Besteiro cayó y él acabó de candidato, le lleve a la presidencia de la Xunta, sin que importe su falta de peso en el partido.

* Artículo publicado en la versión impresa de El Progreso y Diario de Pontevedra el día 31/07/2016

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