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Los 25 bipartitos de Feijóo en 2017

El presidente de la Xunta encadena 8 sesiones de control diciendo su palabra mágica de la que prescindía al inicio de la legislatura y que ahora sigue siendo su escudo 8 años después

LOS DIARIOS de sesiones del Parlamento de Galicia reflejan un hecho extraordinario e inaudito que ocurrió de forma sostenida y continuada en los seis primeros plenos ordinarios de esta legislatura. En ellos, en su turno de teórica respuesta a las preguntas de los portavoces de la oposición al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo no pronunció su palabra mágica, bipartito, ese Gobierno para él diabólico, como maligna combinación del despilfarro en el gasto público, el lujo en el poder, la división entre sus socios, la pasividad ante los problemas de fondo y la aplicación de perniciosas políticas de cariz soberanista como la, a su modo de ver, imposición de la lengua propia de Galicia.

Tal vez fuese por el efecto de la felicidad de la tercera mayoría absoluta consecutiva, la única de la España autonómica en este momento, pero a ciencia cierta se desconocen los motivos exactos por los que Feijóo rompió la tradición de invocar en esas sesiones de control, cual escudo, el nombre periodístico del Gobierno que para el actual PP de Galicia encarna el demonio, como para el de Fraga lo era el tripartito de González Laxe. Aún en la campaña de 2005 el león de Vilalba recordaba en ocasiones que a finales de los años 80 el conselleiro socialista Francisco Sineiro se había ido de vacaciones a la playa fuera de Galicia mientras el país vivía una brutal ola incendiaria. Del centro-izquierda gallego no hay precedentes de tales ejercicios de la memoria remota, debido a sus fugaces y agitadas etapas al frente de la Administración autonómica. Lo que resulta curioso es que gobiernos tan breves diesen para según el PP producir tanto mal.

Tampoco se trataba de que Feijóo hubiese dejado totalmente de mirar hacia el retrovisor hasta abandonar su cargo de jefe de la oposición perpetuo al bipartito. Pero lo hacía con más cuidado, por ejemplo refiriéndose a años concretos, tal vez porque él y sus asesores decidiesen que había que transmitir que se vivía una nueva etapa, ante una oposición aun más desarbolada.

Sin embargo, a partir de la sesión de control del 8 de marzo Feijóo volvió por sus fueros y, como si quisiera recuperar el tiempo perdido, de sus labios salieron ocho bipartitos en su respuesta a una pregunta de la nacionalista Ana Pontón sobre las políticas de igualdad, con motivo del día internacional de la mujer trabajadora. Y desde entonces el presidente ya nunca rompió su tradición de sacar a pasear en cada pleno los fantasmas de Touriño y Quintana como parapeto ante los intentos de la oposición de atacarle.

En la última sesión el presidente invocó dos veces al Gobierno al que políticamente tanto le debe, pues si Touriño y Quintana no se hubiesen suicidado en 2008, el primero, no adelantando las elecciones y el segundo, no promoviendo la salida de un periódico relacionado con el concurso eólico, Feijóo habría tenido serias dificultades para sobrevivir al frente del PP gallego. El miércoles pasado hubo dos bipartitos, uno en respuesta a Ana Pontón, para acusarle de complicidad en la quiebra del sistema financiero, y el otro contestándole a Leiceaga sobre las políticas para los mayores.

Van, según el diario de sesiones, 25 bipartitos en los últimos ocho plenos, 17 en respuesta a Pontón, 5 a Leiceaga y 3 a Luís Villares. Las cifras constituyen un indicador de con qué portavoz se aplica más Feijóo, si bien en el caso de En Marea resulta complicado fustigarle con un gobierno con el que la gran mayoría de esa organización y su portavoz no tuvieron nada que ver. Pero para el presidente de la Xunta es la fórmula que le funciona. Mientras tanto el centro-izquierda sigue teniendo pendiente la elaboración de una lectura crítica del bipartito, pero va para largo, pues todavía no hizo la del tripartito, formado en 1987 con tránsfugas.

Siete mil bomberos forestales en Galicia y 10.000 en Portugal
En Galicia habrá este verano, cuando el dispositivo esté a pleno rendimiento, 7.000 personas trabajando contra el fuego y en Portugal, 10.000. Aunque tenga una mayor proporción de superficie forestal, Galicia ocupa un territorio 3,3 veces menor al luso. En proporción los medios y el gasto es muy superior. Por eso hay menos incendios. Pero el problema del bosque es el mismo.

Los sanchistas: el lanzado, el deseado y el de rebote
Al considerar al Partido dos Socialistas de Galicia como la más clásica sucursal de la política gallega se podría pensar que esta condición lo convierte en el menos autóctono de los partidos del país. Sin embargo, el PSdeG parece esforzarse cada vez más por aplicar en su territorio aquel lema de Zapatero de que el PSOE es el partido que más se parece a España. A las características que ya tenía como la de su intrincada división en cacicatos locales, su a menudo inescrutable indefinición en cuestiones clave y su acusada dependencia de Madrid se une ahora la creciente incidencia que tiene en su vida interna un virulento pleito familiar.

Si bien la larga tradición de política de sagas, de la casta en el sentido de clan, que hay en el PP gallego brindó ejemplos en el ámbito local de conflictos entre parientes, como la pelea de los hermanos gemelos de Ares que generó una escisión popular en ese municipio, esas tensiones familiares nunca habían tenido el alcance a escala gallega del conflicto de los Caballero. Ahora ya hay dos encarnizadamente enfrentados miembros del comité federal con ese apellido, el tío, Abel, con plaza fija en este órgano y la ejecutiva como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y su sobrino, Gonzalo, elegido el pasado fin de semana en el congreso del partido, como premio a su apuesta por Pedro Sánchez.

De los que aparecen en los medios de comunicación como los tres posibles aspirantes del dominante «sanchismo» a asumir el liderazgo del PSdeG en el congreso de después del verano, Gonzalo Caballero se ha mostrado como el lanzado, el que dice estar dispuesto a dar el paso al frente. A favor tiene su osadía y el papel que adquirió en la confrontación contra la gestora de los barones. En contra, la resistencia que genera, no sólo por parte de su tío, sino en los círculos más clásicos de los partidarios gallegos de Sánchez, los de la etapa de Gómez Besteiro. Entre éstos el favorito sigue siendo el presidente de la Diputación y alcalde de As Pontes, Valentín González Formoso, que ya ha dicho muchas veces que por él, seguiría donde está. Formoso es el deseado, tanto por los sectores más institucionales como por los que quieren frenar a Gonzalo Caballero, categoría en la que se puede incluir al tío.

Formoso está consolidando la posición de quien puede imponer condiciones, como la de, si fuese líder del PSdeG, mantenerse a partir de 2019 en la alcaldía y al frente de la Diputación coruñesa, si el PSOE la conserva, para evitar que le pase como a Gómez Besteiro, que acabó en tierra de nadie.

Si Formoso logra resistirse a las presiones para que opte a dirigir el PSdeG aparecerá la opción del rebote, la de Xoaquín Fernández Leiceaga, que por esta vía consiguió contar con los apoyos necesarios para ganar las primarias del año pasado, presentarse a las autonómicas y, pese al negativo resultado, acabar de portavoz en la Cámara gallega. Al convertirse en secretario general Leiceaga acumularía un poder que los que tienen los votos internos se van a resistir a darle, por lo que no hay que descartar que en ese supuesto se planteen apostar por Pilar Cancela, que en principio no podría dirigir el PSdeG porque está en la ejecutiva federal. Pero las normas de Sánchez son cambiantes.En Galicia habrá este verano, cuando el dispositivo esté a pleno rendimiento, 7.000 personas trabajando contra el fuego y en Portugal, 10.000. Aunque tenga una mayor proporción de superficie forestal, Galicia ocupa un territorio 3,3 veces menor al luso. En proporción los medios y el gasto es muy superior. Por eso hay menos incendios. Pero el problema del bosque es el mismo

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