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La resurrección 'mariana' del PPdeG

"MARIANO VAI acabar con nós" se escuchaba en los últimos tiemposen el PP, sobre todo entre los cuadros del sufrido sector rural, en cuyas filas el entusiasmo por el líder siempre resultó algo escaso. Tras el catastrófico ciclo electoral del 2015 incluso en las filas sector urbano, el dominante, se reconocía que el actual presidente del Gobierno suponía una tasa de descuento para los de la gaviota. Así lo revelaron las amplias consultas que hizo la dirección del PPdeG con sus líderes locales tras el batacazo municipal. De ahí que Feijóo desechase por peligrosa la idea de convocar las autonómicas coincidiendo con las generales repetidas. Rajoy era tóxico para un PP de Galicia que mantenía un diferencial positivo con el partido en el conjunto de España, se aseguraba en los ambientes próximos al presidente de la Xunta.

Los resultados del 26 de junio ofrecen un panorama inesperado, tanto en el escenario general como en el de un PP que subió 4,3 puntos en porcentaje de voto en España, de una forma bastante uniforme en la gran mayoría de circunscripciones y comunidades. El crecimiento en Galicia fue de 4,4%, situado en la tónica general y por debajo de las mayores recuperaciones, las de medio docena de puntos de Murcia y Baleares. Seis meses después del 20-D los cambios en el comportamiento electoral mostraron una llamativa homogeneidad en los distintos ámbitos territoriales, sobre todo en lo que atañe al PP. Por ejemplo, en el conjunto de la Galicia urbana el PP escaló un 4,2% y en resto del territorio lo hizo en un 4,5%.

Hubo en todas partes el mismo fenómeno, el de la recuperación de una parte del voto perdido en diciembre por Rajoy, mientras el PSOE resistía, C’s se debilitaba un poco más, Unidos Podemos sufría un retroceso significativo en votos y, en Galicia, el BNG volvía a caer, con el agravante de hacerlo en marea baja. Sin que los viejos y nuevos escándalos lo evitasen, los populares captaron una parte del electorado que se les había ido a la abstención gracias al hastío por la parálisis y, sobre todo, por el miedo a un posible Gobierno de Iglesias, en tiempos convulsos, como recordó el Brexit.

Así, el PPdeG se encuentra en una posición más favorable que hace una semana para afrontar las autonómicas del otoño fruto del inesperado triunfo de la estrategia de resistencia de Rajoy. Desde el domingo la euforia se desató en las filas de los de Feijóo, hasta el punto de que escuchándoles no parece que los populares tengan los 137 escaños del resultado oficial, sino más bien 187, por encima de la mayoría absoluta. Como la realidad es la que es y el sistema político español es parlamentario y no presidencial, el PP tiene que ir asumiendo que de momento carece de apoyos para investir a Rajoy. Puede lograrlo tal vez con la abstención el PSOE, pues semeja inviable sumar a C’s y al PNV en vísperas de las autonómicas vascas. Pero si para los socialistas dejar gobernar al PP ya supone un elevado coste, hacerlo con Rajoy multiplicaría la factura. Sin embargo, tumbar al pontevedrés resulta todavía más difícil que antes.

Hay por tanto el riesgo de un nuevo bloqueo, que podría extenderse hasta las elecciones gallegas, previstas en principio para octubre. Es difícil que suceda por la coyuntura del Brexit, pero quizá resulte el escenario más favorable para Feijóo, a la vista de cómo reaccionó su electorado el 26-J.

Las expectativas han cambiado de bando, como comprobó un Feijóo que volvió el lunes de Madrid preocupado porque en la calle Génova dan por hecha una mayoría absoluta en las gallegas que, si bien puede ser factible, no está nada segura. Hubo una resurrección ‘mariana’ de los populares, pero todavía les resulta insuficiente, tanto en España como en Galicia.


A Bieito Lobeira le desautorizan justo cuando acierta

Bieito Lobeira es el dirigente de más peso interno en la UPG, y por tanto en el BNG, en la desastrosa etapa de su hundimiento. Sin embargo, encabezó el "aplausómetro" de la militancia en la última asamblea nacional. Tras el 26-J fue desautorizado en público, pero no por el resultado, sino por abrir la puerta a que el BNG fuese coherente y pudiese dejar de gobernar las diputaciones.


El relativo blindaje de Leiceaga y el batacazo de En Marea

Cuando las encuestas dibujaban el abismo para el PSdeG-PSOE, al anunciar que podía perder hasta dos de sus seis diputados y quedarse más atrás de En Marea que en diciembre, los detractores del recién elegido candidato a la presidencia de la Xunta, Xoaquín Fernández Leiceaga, ya le achacaban la responsabilidad de la posible catástrofe. Era una exageración sin base lógica, como también lo es la contraria, la de atribuirle el mérito del punto que subió el PSdeG, que recuperó la segunda posición en votos gracias al batacazo de En Marea.

Xocas, como se le conoce a Leiceaga, apenas ha tenido tiempo para nada y ha estado opacado por su aliada Pilar Cancela, la heredera al frente de la gestora del naufragio de Besteiro. Es una sociedad incómoda y tensa que, si quiere levantar el vuelo, Xocas tiene que modificar a su favor con la urgente creación de su estructura de campaña.

Pero la elección de Leiceaga en primarias sí tuvo la virtualidad para el PSdeG de blindarle, al menos parcialmente, ante el cambio de paradigma que supondría que el PSOE facilitase la investidura de un presidente del Gobierno del PP. Aunque en realidad las primarias se decidieron en función de las redes clientelares que apoyaron a cada candidato, a Leiceaga y a Romeu, en los medios de comunicación se escenificaron como un debate sobre la alianza con En Marea. El primero la defendía incluso aunque el PSOE fuese el socio pequeño de la coalición. El segundo la cuestionaba y solo aceptaba pactar si la presidencia de la Xunta correspondía a los socialistas.

De este modo Leiceaga podría invocar en la campaña y después de las autonómicas la legitimidad del mandato de las bases para justificar el entendimiento de En Marea, que se ha convertido en una semana en el principal enfermo de la política gallega, aunque también estén en el sanatorio un BNG en riesgo de quedarse desahuciado y un C’s que sigue sin implantarse en la escena gallega.

Lo que les ha pasado a Iglesias y a sus aliados recuerda al fracaso del BNG de Beiras en el 2001, cuando por primera vez se lanzó al asalto del poder después de alcanzar las principales alcaldías del país. Fue justo después del 11-S, también en un ambiente de miedo, pero lo que primó fue su incapacidad de convertir la protesta en alternativa de gobierno. En Marea tuvo el agravante, además, de una guerra interna inaudita en una formación que estaba en franca progresión.

El 26-J sufrió todo un varapalo, en el que destaca la caída de un 4,6% en A Coruña, mientras que en el resto de ciudades sufrió un castigo similar, desde el -3,8% de Santiago al -3,2% de Ourense. Retrocedió más en la Galicia urbana que en el resto, donde estaba menos implantada.

Tras el batacazo hay intentos a distintos niveles, como el de los alcaldes, de hacer un ejercicio de responsabilidad para frenar las suicidas tendencias de guerra interna, que, sin embargo, siguen ahí, porque las relaciones entre los tres partidos, Podemos, EU y Anova, están muy deterioradas o casi rotas. En ese plan de salvación resulta clave la elección del candidato, para lo que el juez Luis Villares, procedente de la órbita nacionalista, ha ganado apoyos, aunque sigue teniendo resistencias. Y Beiras aún no ha renunciado a presentarse.

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