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Feijóo y los dieciséis enanitos

El centro-izquierda desperdició una de sus mayores ocasiones históricas, para mayor gloria de Feijóo y de un PP que vuelve a renacer en Galicia, mientras En Marea salva por poco los muebles, el PSdeG se hunde más y el BNG resurge

CUENTA QUE EN un acto de la campaña hubo un simpatizante socialista que se quejó de que al candidato del PSdeG-PSOE no lo conocía nadie. Lo hizo mientras tenía cerca al propio y bastante anónimo aspirante, Xoaquín Fernández Leiceaga, Xocas. Le pasó a Xocas pero pudo sucederle, o quizá incluso le haya ocurrido también, al juez Luís Villares. Mientras competían por la segunda plaza, sin esperanzas ya desde hace días, semanas o meses de derrotar a Feijóo, estos dos exmilitantes de la UPG eran unos perfectos desconocidos para más del 40% del electorado, según las últimas encuestas. Se trata de un dato dramático que resume a la perfección el desastre de proporciones bíblicas de la oposición que posibilitó que, en el momento más difícil, el actual presidente de la Xunta consiguiese la mayor de sus victorias en porcentaje de voto.

Feijóo ha hecho méritos, sobre todo al cuidar a la perfección su muy buena imagen, mantener una gestión prudente en las cuentas públicas y ser bastante eficaz en la gran especialidad de la Xunta gobierne quien gobierne, la propaganda. Y aprendió muy bien del error de Touriño con su teatral "desadelanto" electoral de 2008, pues el de Os Peares ha hecho una sabia gestión del calendario, al anticipar los comicios de hace cuatro años, cuando en cierto modo se anticipó a la publicación de los tóxicos papeles de Bárcenas, y al esperar hasta prácticamente el final en esta ocasión, cuando además el lehendakari Urkullu le brindó en bandeja la forma de no coincidir con el inminente juicio del caso Gürtel.

Pero si en el pasado el centro-izquierda ayudó con sus catástrofes a Feijóo, en esta ocasión casi se puede decir que trabajó directamente para él. No ha parado de hacerlo en realidad desde 2008, por lo menos, pero el esfuerzo se ha redoblado últimamente. La historia de la política gallega reciente se puede resumir a través del cuento de Feijóo y los dieciséis enanitos, pues esos son los interlocutores que ha tenido en las tres actuales fuerzas de la oposición desde que en 2006 relevó a Fraga al frente del PPdeG, contando a Touriño, Quintana y a las catorce personas que se han sucedido, a veces en turnos repetidos, al frente de las organizaciones del centro-izquierda y como sus oponentes en los debates parlamentarios.

Este frenético baile de liderazgos generó un vacío que, pese a su valía pesonal, no han podido llenar Xocas y Villares, ni tampoco una Ana Pontón que es, junto al político de Os Peares, la gran triunfadora de estas elecciones, pues de ellas sale muy reforzada como la jefa de un BNG que, pese a perder uno de sus siete escaños de 2012, resurge, ya que su trayectoria del 20-D y el 26-J indicaba que los podía llegar a perderlos todos. La politóloga de Sarria ganó el debate y explotó su buena imagen en la campaña de un Bloque que, paradójicamente, ha sido la fuerza más unida en la oposición.

Esa resistencia del Bloque contribuyó a mermar las opciones de En Marea de tener la clara segunda posición que le atribuían la mayoría de las encuestas que, hay que decirlo, acertaron en lo fundamental, en el pronóstico de una nueva y cómoda mayoría absoluta de Feijóo, aunque no dibujasen con exactitud ni sus dimensiones ni el panorama de la oposición.

Por poco, por apenas 16.000 votos, la En Marea de Villares se ha situado de segunda fuerza. Resulta casi milagroso que el PSOE no le haya superado en escaños, gracias a su mayor fuerza allí donde los votos valen más, en las provincias de Lugo y Ourense. En ésta los socialistas hacían anoche cuentas para ver si con el menguado sufragio exterior pueden lograr un escaño más, con el que desempatar con En Marea, quitándoselo al PP o incluso al BNG. El diagnóstico de urgencia indica que lo tienen difícil, aunque, como falta una semana para el recuento, habrá tiempo de hacer más cálculos.

De momento, el PSdeG obtuvo este domingo el peor resultado de su nada gloriosa historia en Galicia. Parece injusto que cargue con él Xocas, pero se trata del resultado de su arriesgada apuesta de probar suerte, primero en unas primarias que ganó en buena medida por el desastre de sus rivales y con unas alianzas imposibles, que le llevaron después a suicidarse en Vigo al incluir en las listas con calzador al sobrino díscolo del alcalde Abel Caballero.

Como el verdadero líder del PSdeG, Besteiro, está en la sombra judicial y no puede hacer campaña, Leiceaga se encomendó a Pedro Sánchez, quien le contagió de su muy comprometida situación en España, como también le pasó a Villares que, tras pinchar en el debate, mejoró mucho en la campaña, pero quedó lastrado por el estallido en Galicia de la guerra interna de Podemos.

Todos estos episodios revelaron que prácticamente nadie creía en el cambio en el centro-izquierda. Así se generó el escenario que ha coronado a un Feijóo que lavó las fotos de Marcial Dorado y tiene de nuevo el camino de Madrid abierto, aunque ayer insistiese, como resulta natural, en que quiere quedarse aquí. Pero al renacer en Galicia, Rajoy se apresta a intentar salvarse de la quema. Veremos.

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