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Feijóo el único y la civilizada oposición

LA PRESENCIA de los diputados especializados en la investidura señalaba la plena identidad entre la sesión de este jueves y las dos anteriores. Se trata de los parlamentarios electos del PP cuya única función en la cámara de O Hórreo antes de renunciar a su acta consiste en votar sí a la elección como presidente de la Xunta de Alberto Núñez Feijóo. Él fue quien creó esta peculiar categoría de diputados con su práctica de llenar las candidaturas de los futuros altos cargos de su Gobierno y al establecer el principio de que, salvo excepciones, los conselleiros no ocupen un escaño. Hay así una amplia legión de parlamentarios, de una decena o más, que este jueves cumplieron su cometido en una sesión marcada por la concordia.

Y es que más allá del debut, por fin, en un debate de investidura de una mujer, la nacionalista Ana Pontón, el regreso de la inteligencia de Xoaquín Fernández Leiceaga y el estreno de las ganas que le pone Luís Villares, la mayor y más importante novedad se produjo al final de la sesión, una vez que Feijóo obtuvo el fruto de su mayoría absoluta que, como remarcó en retiradas ocasiones, es "la única" de la España autonómica. En ese momento, los dos portavoces que compiten por la jefatura de la oposición, Villares y Leiceaga, cruzaron raudos y veloces el hemiciclo para, como si también en eso estuviesen midiendo sus fuerzas, felicitar a Feijóo por su nombramiento. Un poco más tarde Pontón se acercó al escaño presidencial a hacer lo propio.

En una investidura marcada por la concordia, el líder del PP dio el pistoletazo de salida a una eterna precampaña municipal para intentar recuperar el terreno perdido

La enhorabuena no tendría nada de excepcional si no fuese por la insólita quiebra de la cortesía parlamentaria en la sesión de investidura de 2012, cuando Manuel 'Pachi' Vázquez, Xosé Manuel Beiras y Francisco Jorquera evitaron cumplimentar al líder del PP. Se dio la paradoja de que Jorquera sí había felicitado a Rajoy por su investidura en 2011 como presidente del Gobierno de España, pero no lo hizo en 2012 con el jefe del Ejecutivo de Galicia. Beiras marcaba la tendencia, aunque en realidad su estilo de total y altisonante frontalidad frente al político de Os Peares suponía darle continuidad a la ya por entonces finiquitada etapa al frente de la oposición de un Pachi que se había estrenado con aquel lema de no concederle a Feijóo "ni cien días, ni cien horas, ni cien minutos".

Esa filosofía marcó una forma folclórica de combatir a la Xunta, tan llena de decibelios como ineficaz en sus ataques y que le vino de maravilla a Feijóo, especialista en colocarse como la víctima, la táctica que le funcionó muy bien en su momento más delicado, el de la publicación de sus viejas fotos con el narcotraficante Marcial Dorado, cuando Beiras aporreó el escaño presidencial. Así, a pesar de lo insulsa que fue la sesión de investidura de este jueves y la reiteración de más que manidos argumentos, la oposición en Galicia empezó la legislatura con mejor pie, pues al menos sus actos no se vuelven contra ella misma.

No lo tenían nada fácil Villares, Leiceaga y Pontón ante un Feijóo que se presentó ante la Cámara como el único, el título ganado con su excepcional victoria del 25 de septiembre, al mejorar sus anteriores marcas en porcentaje de voto y, aunque fuese sin superar el 50% que sí rebasaba Fraga, lograr la mayoría absoluta cuando no la hay ni siquiera en Castilla y León, que era la más añeja de la España autonómica.

Como ya hizo en su comparecencia tras el Consello de la Xunta de la semana pasada, Feijóo mostró en el debate que su prioridad política pasa por recuperar las amplias cuotas que el PP cedió en las municipales de 2015, de manera que se abre una eterna precampaña local de dos años y medio, con los alcaldes de las mareas coruñesas y los presidentes de diputaciones socialistas en el punto de mira. El 25-S consolidó una distribución del poder inédita en Galicia, pues está más repartido que nunca. En esta cartografía este jueves se constató que Feijóo sigue tratando a Villares como el adversario, mientras le hizo el abrazo del oso al PSOE al agradecerle su abstención en el Congreso y empezó a reajustar algo la según él buena relación de los últimos años con el BNG.

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