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El PSdeG, el reino del disparate

EL PSdeG-PSOE es un partido que fue capaz de presentar a la alcaldía de Ferrol a un exdirector de Astano, el astillero que ya pasó a la historia como el símbolo de las políticas discriminatorias de la Administración central con esa comarca gallega, mientras la llamada reconversión naval del Gobierno de Felipe González se cebaba mucho menos con los entonces feudos socialistas de Cádiz y la ría del Nervión. También fue el partido que retransmitió en directo el suicidio político de Pérez Touriño con su célebre "desadelanto" de las elecciones autonómicas del 2009, cuando para no atender los consejos de José Blanco, tan atinados como envenenadamente públicos, fijó la fecha que más le convenía a Feijóo. Es el partido que postuló al socialbaltarista Pachi Vázquez a la Xunta, en plena espiral de descrédito interno y externo. También es el que ya en esta legislatura acabó por poner de portavoz parlamentario al estandarte de los dislates de un bipartito insensible ante el incipiente empobrecimiento de la sociedad, Méndez Romeu, además de mantener nueve meses de líder a un acabado Besteiro, quien en su agonía la entregó al PP el control de la TVG para la próxima legislatura. 

Lo tenía muy difícil el PSdeG para agrandar su disparatada leyenda. Pero en los últimos días lo ha logrado, y varias veces. Por si ya fuera poco con la constatación de la influencia que mantiene en la calle Ferraz Besteiro en el tiempo libre que le dejan sus varios frentes judiciales abiertos, la actual dirección central del PSOE se ha hecho acreedora del disputado título de ser la que menos ha entendido la realidad gallega al plantearse el fichaje, como supuesto mirlo blanco, de Antón Losada, exasesor de conselleiros de Pesca del fraguismo y del nacionalista Anxo Quintana. Seguramente no habría mejor manera de humillar a la menguada base militante del PSdeG. 

Y la convocatoria de las primarias para el 28 de mayo, a cuatro semanas de la anunciada repetición de las elecciones generales, rebasa todos los precedentes. El PSdeG se enfrenta a una cita crucial en la que se juega la confirmación de que ha dejado de ser lo que había sido siempre desde 1977 hasta el 20 de diciembre de 2015, la segunda fuerza en número de votos en las elecciones al Congreso de los Diputados en Galicia. Metroscopia acaba de pronosticar que el PSOE puede hundirse aún más en A Coruña y Pontevedra frente a En Marea y perder la segunda plaza en Lugo, para conservarla únicamente en la provincia de Ourense. 

Pero si nadie lo remedia, antes de las generales en el PSdeG sonarán los tambores de guerra entre los dos bandos que cristalizaron en las últimas semanas, el de la gestora que preside Pilar Cancela, con Besteiro maniobrando en la sombra, y el del alcalde de Vigo, Abel Caballero, quien con su gira aglutinó a los muchos descontentos. 

Las primarias arrancaron con un insólito plazo para presentar candidaturas de sólo 72 horas, como el de una detención policial. Tuvo que ser ampliado. Ya hay un candidato, el economista Fernández Leiceaga, lo que parece indicar que la gestora no convenció a su favorito, González Formoso, presidente de la Diputación coruñesa. Leiceaga tiene a su favor su talla intelectual y su experiencia. Le lastran su falta de carisma y su cercanía a la desacreditada gestora. 

Leiceaga le creará un serio problema a Caballero si éste no logra convencer al candidato deseado por su sector, el exministro Francisco Caamaño, que parece el más perjudicado por la súbita convocatoria de las primarias, porque tiene que decidirse ya. Caamaño sería el favorito frente a Leiceaga, pero se resiste a dar el paso. Parece muy difícil aunque no imposible que se postule. Leciega sí tendría opciones ante la otra alternativa de Caballero, Méndez Romeu. 

El intrigante misterio electoral del 26 de junio 

ENTRE 1977 y 2011 España había tenido en las elecciones generales una fragmentación media de 3,5 según el índice del número efectivo de partidos, que muestras cuántas fuerzas hipotéticas e iguales pueden existir con los mismos efectos para el sistema. Se trata de la forma más gráfica de medir la atomización electoral. La española más alta había sido la de 1977, de 4,3, y la más baja, la de 2,8 del 2008. En el 2011 fue de 3,3. Todos estos antecedentes sirven para calibrar el récord del 2015, de 5. Supone acercarse al nivel de la multipartidista Dinamarca y alejarse del bipartidista del Reino Unido. 

Este incremento súbito de la fragmentación en una España que carece de la cultura política y las pautas de funcionamiento de la llamada «democracia consensual», propia de Bélgica o Suiza, desembocó en el fracaso de la legislatura y en la por lo que parece la previsible repetición de las elecciones, a lo que también ha contribuido lo que Francesc Homs, portavoz de Democracia i Llibertat, llama la "agenda catalana", es decir el órdago independentista que limita las combinaciones de gobernabilidad, porque los dos mayores partidos se niegan a pactar la celebración de un referéndum. 

Este escenario, tras el triste espectáculo de unas negociaciones que casi ni llegaron a empezar, pues no se establecieron en serio entre partidos que sumasen una mayoría, debería producir una atenuación de la fragmentación el 26-J, aunque sin volver a los tiempos en los que los dos mayores partidos, que ahora apenas tienen el 51% de los votos, sumaban más del 80%. 

Así sucedió en el 2012 en Grecia cuando tuvieron que repetirse las elecciones de mayo, en las que hubo una fragmentación brutal, de 8,9 partidos efectivos. Ganó Nueva Democracia con el 18,9% de los votos, frente al 16,8% de Syriza. Como los plazos son más cortos, se votó en junio. La atomización descendió a 5,2, porque Nueva Democracia logró un 29,7% y Syriza, un 26,9%. Hubo una agrupación de los sufragios entre las dos mayores fuerzas. 

Estos movimientos de sístole y diástole también se observan en la capital gallega de la fragmentación electoral, Ferrol, cuya atomización procede de su inacabable crisis económica. Desde 1979 esa pauta de contracción y expansión se ha cumplido como un reloj en el ayuntamiento ferrolano, salvo en una ocasión. 

En función de esta dinámica para el 26-J habría que augurar una reducción de la inaudita fragmentación electoral que hubo en las urnas el 20 de diciembre, que hizo saltar por los aires los blindajes del bastante diabólico sistema electoral español. Sin embargo, el gran misterio del 26-J reside en que no se vislumbra cómo se puede producir esa agrupación del voto. En de la derecha, lo dificulta la continuidad de un Rajoy todavía más desgastado por más escándalos de corrupción, y sin que el muy artificial inflado de C’s pueda propiciar que aglutine el voto conservador. 

En el centro-izquierda el panorama es aún más complicado, porque el PSOE superó por poco a Podemos. Tras las elecciones Sánchez salvó su silla pero no ganó crédito social. Iglesias se desgastó, de manera que no parece el Alexis Tsipras del 2012. Todo este bloqueo es el que lleva a pensar en una repetición de los resultados. Sería raro.

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