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El ocaso de Feijóo

NI ISRAELITAS , ni judías, palestinas. Así es como llamaban el domingo en el PP gallego a las encuestas a pie de urna. De la vieja broma de las judías, que se atribuye a una expresión del todavía alcalde de Lalín Xosé Crespo, se pasó a la gráfica denominación de palestinas, porque los datos que iban recibiendo eran tan desoladores para los conservadores que los sondeos les parecían confeccionados por un grupo de politólogos de Hamás.

Cuando van a cumplirse diez años de la hasta el domingo más grave derrota de los populares gallegos, la del 19 de junio de 2005, cuando en un agónico escrutinio transoceánico Fraga perdió la mayoría absoluta, el ingenioso Crespo reaparece en el eje de los focos. Hace un decenio fue el director de aquella última campaña del león de Vilalba, tan disparatada como sorprendente en sus frutos, pues dejó al PP muy cerca de vencer contra pronóstico demoscópico. Ahora Crespo vuelve a ser noticia porque, tras 25 años en la alcaldía, ha perdido su muy holgada mayoría absoluta y puede ser relevado por Rafael Cuiña, el hijo de su antecesor. Con sus seis concejales que hacen de Compromiso por Galicia la segunda fuerza política local, el vástago del antiguo delfín de Fraga, reconvertido al nacionalismo ‘neocuñista’, está en condiciones de encabezar una alianza a cuatro bandas, con PSOE, BNG y una marea local, una heterogénea entente movida por el ansia de desalojar a los populares de uno de sus feudos más tradicionales. ¿Qué diría don Manuel?

A día de hoy es más probable que Feijóo no se presente a la reelección que lo haga, si bien falta mucho, casi año y medio

Mientras en Vilalba el PP salvó por la mínima su quizá hegemonía municipal más emblemática, en Lalín sucumbió de forma inesperada, como si a Crespo lo fulminase un rayo electoral que sirve de resumen de la naturaleza e intensidad del batacazo que sufrieron los de Feijóo. Aunque las perspectivas resultaban bastante negativas para los populares, ni en la peor de sus pesadillas se podían imaginar quedarse sin tres de las cuatro diputaciones, dejar de ser la primera fuerza en A Coruña, Santiago, Pontevedra y Vigo y verse confinados a la alcaldía de Ourense, como única plaza de la Galicia urbana y en una precaria posición, mientras se despedían de históricas mayorías absolutas, como por ejemplo la de Ribeira.

La sorpresa no debería ser tan grande, en realidad, pues en el total gallego el PP obtuvo el 35% de los votos, el mismo porcentaje que en las europeas del 2014. Y en las andaluzas de marzo ya se comprobó que los resultados eran muy parecidos a los de las europeas, con los ajustes de Podemos y Ciudadanos sustituyendo a IU y UPyD. Pero daba la impresión de que en su feudo gallego, con sus alcaldes y un Feijóo volcado, el PP tenía un plus de resistencia, que se ha volatilizado.

De las once principales sillas de la política local gallega, el PP sólo logra 2, todas en Ourense, frente a 5 del PSOE, 3 de las mareas y 1 del Bloque

En el universo local gallego hay once sillas fundamentales, tronos en el lenguaje de moda. Son las de las siete ciudades y las cuatro diputaciones. En 2011 el PP conquistó seis, las de las tres alcaldías coruñesas y todas las diputaciones menos Lugo. El PSOE se hizo con cuatro, las de Vigo, Lugo, Ourense y la Diputación lucense, mientras el BNG resistía en Pontevedra. En 2015 el PP se queda con sólo dos sillas y las dos están en Ourense, en el gobierno local y en el provincial. Si cristalizan los previsibles pactos, el PSOE tendrá cinco, las de las otras tres diputaciones, Vigo y Lugo, mientras las mareas se harán en principio con tres, A Coruña, Santiago y Ferrol, y el Bloque sigue en Pontevedra.

En 2007, cuando Feijóo se estrenaba como líder del PP, también se quedó con sólo dos sillas, pero eran las de las diputaciones de Ourense y Pontevedra y estaba en franca progresión en el voto urbano. El balance del domingo resulta muy negativo en unas elecciones que eran un test para un Feijóo que decía estar pensando si se presentaba a la reelección, mientras hacía un esfuerzo descomunal multiplicándose por todo el país, lo que mostraba que buscaba salvar los muebles para poder concurrir en el 2016 con opciones de éxito, pues no va con su estilo arriesgarse a la humillación de una anunciada derrota como hizo Fraga hace diez años.

Aunque falta casi año y medio para las autonómicas, con las determinantes generales por en medio, el resultado del test electoral de Feijóo señala que es más probable que no se presente que lo haga, aunque también influirá cómo gestione el centro-izquierda su multicolor éxito del domingo y la evolución general del PP en España, que no será nada prometedora si, preso de su alarmante falta de democracia interna, no afronta el relevo de Rajoy.

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