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El cuarto de las fregonas

Las dificultades de Villares y Leiceaga para consolidarse colocan al centro-izquierda ante el fantasma de las purgas que se iniciaron con la caída de Touriño y que tanto ayudaron a Feijóo

En la planta baja del Parlamento de Galicia habita el espectro de la espiral de autodestrucción de la oposición que alfombró el camino para que Feijóo lograse el 25 de septiembre su tercera mayoría absoluta. El fantasma vive en el antiguo cuarto de las fregonas, como llamaron los touriñistas al cubículo que le fue asignado a su jefe de filas en sus tiempos de diputado raso, desde la derrota electoral de marzo de 2009 hasta que un año después renunció a su escaño.

Frente al escarnio que sentía el touriñismo por ver a su referente en unas dependencias que antes se utilizaban como almacén de los servicios de limpieza, en el entorno del entonces líder del PSdeG, Pachi Vázquez, se respondía con su simpática y desacomplejada desvergüenza que Touriño debía sentirse cómodo, porque tenía un despacho más grande, en referencia a la polémica sobre la remodelación de San Caetano que, junto con el escándalo de la extemporánea compra del Audi blindado, alimentó la despiadada campaña de Feijóo y Rajoy contra el lujo del bipartito.

El del cuarto de las fregonas no fue un episodio aislado, sino el inicio de un imparable carrusel de cambios que acabó en el cuento de Feijóo y los dieciséis enanitos, pues ese es el número de interlocutores parlamentarios y orgánicos que el actual presidente de la Xunta ha tenido en las fuerzas del centro-izquierda desde que a comienzos de 2006 tomó el relevo de Fraga al frente del PP. Ese desfile de oponentes más o menos efímeros explica tanto la excelente imagen con la que el de Os Peares compareció en las elecciones el 25-S, como la condición de grandes desconocidos con la que las afrontaron sus rivales.

En el cuarto de las fregonas ha metido un pie él solito Luís Villares, portavoz parlamentario de En Marea, que tomó posesión de su escaño ofreciendo, si fuese necesario, su propia vida en pro de la libertad, dignidad y felicidad de la sociedad gallega. Unos días después Europa Press desveló un escrito en el que Villares pedía a su partido una indemnización por el tiempo que había estado sin cobrar, al renunciar a su plaza de juez, y en el que también solicitaba una estructura administrativa para ejercer sus funciones como líder de En Marea.

Villares ha sufrido desde entonces múltiples ataques demagógicos e injustos. Pero su problema reside en la secuencia de quien asumió un compromiso tan elevado y después actuó como un líder político al uso, con el agravante de haber cometido el error del principiante que pone por escrito aquello de lo que ningún dirigente bregado dejaría testimonio en un papel. En la campaña se vio que Villares tenía un plan a cuatro años vista. La cuestión es que aguante. Él quiere y tiene aptitudes, pero En Marea es un magma imprevisible y no está nada claro que vaya a lograr convertirse en su líder indiscutible.

Las dificultades de Villares dan una oportunidad al portavoz que, con el mismo número de escaños, pero con menos votos, le disputa la jefatura de la oposición, el socialista Xoaquín Fernández Leiceaga. Pero tiene otro pie en el cuarto de las fregonas, pues allí es donde lo quiere mandar el alcalde de Vigo, Abel Caballero, y también es donde está la casa matriz de su partido, el PSOE, tras su patética rendición ante Rajoy.

De la habitación del castigo sí salió la líder del BNG, Ana Pontón, la única que ya tiene el billete para las elecciones de 2020, aunque para llegar a ellas en condiciones de competir de verdad, la UPG tendría que asumir una apertura para la que no se le ven trazas.

Así, la sesión de investidura de la próxima semana debe de dar pistas de si la oposición va por fin a reamarse o si va a seguir quemando liderazgos en el cuarto de las fregonas.

Los días contados de la gestora del socialismo gallego

Una vez que resolvió el expediente más urgente de la investidura, para la gestora del PSOE ha llegado el momento de afrontar la sustitución de la también provisional dirección gallega, encabezada por la quemadísima Pilar Cancela. El cambio semeja inexorable y sólo depende de encontrar a la persona que les valga al mismo tiempo a Abel Caballero y a una mayoría de cuadros del PSdeG.

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