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El bluf de Ciudadanos

El líder de C's y algunos de sus candidatos muestran sus debilidades en la campaña, aunque su partido todavía va a llegar al 24-M en plena fase de auge

EL ESCASO DEBATE que hubo en el BNG sobre su integración en las mareas recordaba en A Coruña el título de la película de Dustin Hoffman ‘Kramer contra Kramer’. Tuvo un aire de ‘Carril contra Carril’, pues según se contaba el año pasado en los círculos nacionalistas mientras el portavoz municipal y profesor de Derecho Xosé Manuel Carril era proclive a explorar las posibilidades de una confluencia en cualquier caso muy complicada, su hermano Paulo, liberado de la CIG como secretario comarcal de este sindicato, rechazaba tal opción. Las dos posturas expresaban las dos almas de la UPG, la más abierta y minoritaria, para desgracia del nacionalismo, y la ortodoxa y hegemónica, que está en plena sintonía con la CIG, lo que le asegura al BNG una capacidad de resistencia, al tiempo que limita sus débiles expectativas fuera de sus enclaves.

Cuando se empezó a gestar la Marea Atlántica daba la impresión de que en el improbable supuesto de que el BNG se integrase, Xosé Manuel Carril tenía opciones de ser el candidato, por su buena imagen entre los movimientos sociales. Sin embargo, el Bloque rechazó incorporarse, lo que resulta coherente desde el punto de vista nacionalista, pero presenta el problema de que la alternativa no es nada ilusionante.

Al final la Marea Atlántica apostó por Xulio Ferreiro, un profesor de Derecho de 40 años y exmilitante del BNG, cuyo perfil aparece como una réplica del de Carril. Ayer ambos mostraron sus coincidencias en el debate de la Cadena Ser con todos los principales aspirantes a alcaldes de los principales a excepción del popular Negreira, que envió a la candidata número 13 de su lista, mostrando las dificultades que tiene para lidiar con la adversidad un político al que hasta ahora siempre le sonrió la fortuna. En el debate Carril apareció como un alcaldable bregado pero desanimado, mientras Ferreiro era un aspirante inexperto pero muy fresco, que lucha con Negreira y la socialista Barcón por llegar a la alcaldía, en la más abierta e interesante en este momento de las batallas electorales en Galicia.

No hubo sorpresas. Mar Barcón mostró que es la que tiene más oficio, aunque su pasado la consume, pese a que nadie le recordó su condición de antigua consejera de Caixa Galicia como representante de la Coral Polifónica de Betanzos, lo que muestra el macabro cachondeo institucional que llevó a la caja a la quiebra. Carlos Marcos, de Unión Coruñesa, reprodujo el trasnochado localismo de Paco Vázquez que tanto daño le hizo a este país, como sucede ahora con la versión viguesa que encarna Caballero.

Lo más llamativo residió en las dificultades del candidato de Ciudadanos, Yago Folla-Cisneros, para transmitir con la mínima claridad el mensaje de su partido, a través propuestas viables para el ayuntamiento. La sensación que dio es la de quien está en su puesto únicamente para aprovechar la oportunidad de la sobrevenida alza del partido de Albert Rivera, al que llegó después de haber sido nominado alcaldable por la formación en la que militaba hace unas semanas, la UPyD de Rosa Díez.

La campaña muestra las miserias de Ciudadanos, nuevo partido maravilla en la crisis de la democracia española tras su éxito en Andalucía. Su candidato de Vigo desapareció y tuvo que ser sustituido. El más profesional de sus alcaldables, el de Santiago, Sánchez Agostino, no logra mantener las altas expectativas con las que arrancó, condicionado por su muy reciente pasado en el PP, que convierte en hilarante su intento de presentarse como el portavoz de la sociedad civil.

Y el líder del partido se ha metido en varios líos él sólo. El mayor lo generó su disparate de proclamar que la regeneración sólo la pueden hacer los nacidos en democracia. Además del dislate que supone declarar contaminados por el franquismo hasta a los que pasaron por la cárcel y sufrieron torturas por ser héroes que lo combatieron, la propuesta de Rivera es sangrante para los que nacimos en los últimos años de la dictadura. Ya éramos una generación bloqueada por los que hicieron la Transición y se perpetuaron durante décadas en los puestos a los que llegaron tempranamente. Ahora el líder de C’s se arroga el derecho de condenarnos al ostracismo porque él nació cuatro años después de la muerte del caudillo.

No obstante, C’s va a llegar al 24-M en pleno auge, lo que le puede conceder la llave salvadora del PP en muchos sitios, como tal vez suceda en alguna ciudad gallega. Será muy interesante ver cómo gestiona su éxito.

Artículo publicado este lunes, 18 de marzo de 2015, en las ediciones impresas de El Progreso y Diario de Pontevedra

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