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Caamaño y Villares, los deseados

El exministro y el juez son los candidatos que querrían los afines a Caballero y los nacionalistas de la Marea, pero ni ellos han aceptado ni tienen el camino despejado


EL ABEL CABALLERO de hoy es un clon del Paco Vázquez de los 90. Por si no bastase con su localismo viguista, su aplastante mayoría absoluta y su presidencia de la Federación Española de Municipios y Provincias, la gira por los restos de la Galicia socialista en la que está embarcado el alcalde de la ciudad olívica resulta una reedición de la tourné que el entonces caudillo coruñesista efectuó hace más de veinte años para hacerse con el control de las cenizas de un partido al que él, como hoy Caballero, tanto había contribuido a hundir con su tribalismo excluyente que hipoteca un proyecto pangalaico.

Abel no tiene el don de gentes de Paco, pero seguramente cuenta con una mayor inteligencia estratégica, lo que no le impidió caer en fases de confusión en el desconcertante paisaje posterior al 20-D. Tras varios titubeos, se ha visto obligado a hacerse cargo del partido en Galicia con una gira que en la práctica ha supuesto una moción de censura contra la gestora de Pilar Cancela, cuyo nombramiento fue un nuevo error de Sánchez. La heredera de Besteiro ya estaba quemada como secretaria de Organización y ahora existen serias dudas de si aguantará al frente de la dirección provisional hasta el congreso del PSdeG de finales de año.

Quizá Caballero querría presidir él la gestora, como hizo Vázquez en 1994. Pero no podía, porque está imputado, aunque hasta en el PP crean que es cuestión de tiempo que deje de estarlo. Pero tras hacer política por Galicia adelante, a lo que renunciaron Besteiro y Cancela, Abel ya es el jefe.

Mientras Caballero parece reservar a Carmela Silva para ocupar la secretaría general del PSdeG, en los próximos días se reunirá con quien se ha convertido en el candidato favorito para las autonómicas de los diversos grupos que aglutina el vigués, el exministro Francisco Caamaño, a quien hasta algunos de sus antiguos rivales más encarnizados ven como el mejor cartel.

Como es el hombre que siempre está en el lugar equivocado en el momento equivocado, Caamaño dejó su escaño poco antes de que Besteiro se hundiese. Cuesta creer que acepte volver. Dependerá de las opciones que vea, por lo que quizá espere a que pasen las generales. Si no, la alternativa de Caballero es el portavoz parlamentario, Méndez Romeu, quien a lo que aspira es a seguir de diputado, incluso aunque tenga que ser el candidato por descarte.

En la gestora tienen su preferido, el presidente de la Diputación coruñesa, González Formoso, de quien también cuesta creer que vaya a dar un salto en el vacío. Las alternativas de este debilitado sector serían la propia Cancela o Fernández Leiceaga.

El problema del PSOE reside en sus poco prometedoras expectativas. En la Marea son mejores. Pero sus candidatos más naturales, los alcaldes de A Coruña y Santiago, parecen atados a los sillones que lograron en precario. Y Beiras, aunque amague, ya no está para esos trotes. Así, en varios sectores de la Marea, sobre todo nacionalistas, se fue abriendo paso la opción del juez Luís Villares, portavoz de Jueces para la Democracia en Galicia, cuyo nombre salió a la luz esta semana en eldiario.es.

El problema de la Marea reside en que su interior se ha convertido en un Sarajevo de los años 90. Llama la atención la conflictividad de una coalición que mide sus apariciones en éxitos. A la ya clásica guerra entre los de Beiras y Esquerda Unida, y pese a la debilidad de la actual posición de Yolanda Díaz, se suman las tensiones de los beiristas con la Marea Atlántica y con Podemos y dentro del partido de Iglesias. Y falta aún que Podemos haga un referéndum sobre si se suma a la Marea para las autonómicas. Así que para que Villares pudiese aceptar, primero tendría que aclararse el panorama.

El PP lo tendría difícil para recuperarse en Galicia el 26-J

LA REPETICIÓN DE LAS GENERALES sería el último ejercicio de supervivencia de Mariano Rajoy, el alumno aventajado de Albor, el presidente al que no arrastró la dimisión en masa de sus conselleiros en 1986. Rajoy apostó desde el principio por la carta de que los ciudadanos vuelvan a votar, sabedor de que no tenía ninguna opción de lograr la investidura en el actual Congreso, en el que cuenta con 227 votos en contra.

Tras el fracaso de la maniobra teatral de Sánchez y Rivera, concebida para salvar al primero de la embestida de la andaluza Díaz y vacunar al segundo ante la tendencia de caída libre con la que acabó la campaña electoral, todo indica que va a volver a haber generales, aunque la experiencia catalana invite a tener cautela, pues de haber sorpresas, éste es el momento para que las haya.

Con vistas al 26 de junio Rajoy lo apuesta todo a conseguir algún avance en escaños, aunque sea de una decena, lo que salvo que sume una mayoría con Ciudadanos no cambiaría su situación. Pero en el PP confían en que pudiesen forzar al PSOE a dejarles gobernar, aunque para los socialistas sería suicida hacerlo, sobre todo con Rajoy.

En esa lucha del de Pontevedra por subir algo como sea, quizá confiando en una desmovilización de la izquierda y en una mayor fidelidad del menguado electorado popular, el tradicional bastión conservador gallego no parece un terreno propicio, porque, salvo que haya un movimiento sísmico que ahora mismo no se espera, el reparto de diputados del 20 de diciembre parece difícil de mover en favor de los populares.

El escaño más precario en el reparto del 20-D fue el segundo del PSOE de Pontevedra, el que ocupa el pontevedrés Guillermo Meijón. Lo sacó con 8.000 votos de ventaja sobre Ciudadanos, lo que equivale al 1% del censo de la provincia. Las encuestas que se han publicado desde entonces coinciden en darle el escaño a C’s, aunque éste es un partido especializado en Galicia en triunfar en los sondeos y desinflarse después.

La única provincia en la que el PP compitió por el último diputado en juego fue en Ourense. Según los datos del Ministerio del Interior, para sacar su tercer escaño a costa del primero de En Marea a los de Feijóo les faltaron 16.000 votos, lo que en esta provincia supone una distancia enorme, pues equivale al 6% del censo. En Lugo los populares se quedaron a todavía más diferencia, a 30.000 sufragios, un 10% del censo y con Ciudadanos por delante, pues los naranjas estuvieron a 23.000 votos de hacerse con el escaño que obtuvo Fernán Vello, de En Marea.

En A Coruña el reparto también parece bastante consolidado. El último diputado fue el único que sacó C’s en Galicia. El partido que pugnaba por él era En Marea, que se quedó a 22.000 votos, un 2,5% del censo. En esta provincia quizá sea donde el PP tenga más opciones de subir un diputado, aunque con los resultados del 20 de diciembre necesitaría sumar 28.000 papeletas más, un 3% del censo.

Como en Galicia Podemos e Izquierda Unida ya se presentaron juntos, una hipotética alianza de estos dos partidos sólo tendría aquí efectos psicológicos, si se generase un movimiento capaz de arrastrar a votantes ante la aspiración de adelantar al PSOE en el conjunto de España.

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