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Ana Pastor y la patada para arriba

A COMIENZOS DE ESTE AÑO EN el PPdeG cundió el pánico. Justo cuando se veían hundidos en el pozo del declive electoral, sus dirigentes percibían indicios de que Feijóo se podía estar inclinando por no optar a la reelección para emprender, tal vez, una nueva etapa en la empresa privada. Mientras en público se formaba un coro de voces para animar al presidente de la Xunta a seguir, en privado empezaban a surgir cábalas sobre quién podría tomar el relevo en una sucesión bastante endiablada, porque el hiperliderazgo del de Os Peares ha impedido que haya alguna otra figura destacada en el PP en la escena autonómica y las del ámbito local mordieron el polvo electoral, como sucedió con Negreira o Agustín Hernández.

La estrella invitada del PP gallego pasó en unos meses de aparecer como el posible relevo de Feijóo a desgastarse en Angrois y convertirse después en la tercera autoridad del Estado

Ante ese vacío que hubiese dejado la marcha de Feijóo la ahora presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, aparecía como la opción con más peso para ser la aspirante del PP a presidir la Xunta, desde su consolidada posición como uno de los miembros del Gobierno con la imagen menos desgastada, según el CIS. También había quienes creían inviable su candidatura, por no hablar gallego ni contar con una red de apoyos en un PPdeG en el que jugó siempre cierto rol de estrella invitada, como la cuota de Rajoy. En cualquier caso, la de Pastor parecía la alternativa más seria, pues todo indicaba que ninguno de los dos lugartenientes de Feijóo, Rueda y Puy, se veía en condiciones de convertirse en el sucesor.  

Pastor ya apareció otra vez, a comienzos de siglo, como posible relevo de un presidente de la Xunta, pues en una entrevista en El Progreso Manuel Fraga la señaló como posible sustituta, aunque, como demostró el tiempo, no era más que una maniobra de diversión antes de sucederse a sí mismo. 

Y también Feijóo acabó por hacer lo mismo, una vez que empezó a creer que puede obtener una tercera mayoría absoluta. Así, los planes del desembarco de Pastor volvieron a evaporarse, sin que nunca estuviese claro si ella querría ser la candidata en una coyuntura de lúgubres expectativas. 

Como cabeza de lista por la provincia de Pontevedra el 26-J Pastor tuvo una jornada mucho más tranquila que la del 20-D, cuando las encuestas israelitas anunciaban erróneamente que En Marea iba adelantar al PP en la circunscripción de Rajoy. El 26-J volvió a ganar, esta vez aun con más claridad, la candidatura de una Pastor cuyas opciones de continuar en el Ejecutivo crecían, en la medida en que lo hacían las posibilidades de seguir de Rajoy, de quien es la colaboradora que lo acompañó en su trayectoria gubernamental desde los tiempos de Aznar. 

Sin embargo, desde que en la tarde del 7 de julio las víctimas del accidente de Angrois y el BNG lograron que la Agencia Ferroviaria Europea hiciese público su informe sobre la catástrofe de 2013, en el PP gallego había la impresión de que Pastor no iba a seguir en Fomento, aunque se consideraba probable que si Rajoy logra la investidura, le encargase otra cartera. El dictamen de la UE echó abajo la verdad oficial sobre Angrois, la mantenida por el ministerio y de la que se desmarcó el propio PP gallego, que pidió una investigación "incontrovertida". 

Todo apunta a que Pastor prefería seguir en el Gobierno, quizá en otro ministerio, que ocupar el puesto de tercera autoridad protocolaria del Estado, un cargo carente de poder real, lo que permite hablar de que hubo una patada para arriba, un ascenso a un lugar sin mando. Su designación se produjo después de que C’s vetase a Cospedal y Fernández Díaz, precedente que, por si se le aplica a Rajoy, resulta más relevante que la abstención de los partidos nacionalistas. Pastor puede ser una presidenta efímera del Congreso, como Patxi López, pero también puede, incluso, sobrevivir a Rajoy.

Oficialistas que se hacen críticos cuando van a a perder el puesto 

La legislatura termina con la insospechada aparición de diputados y dirigentes que se convierten de súbito en disidentes tras constatar la imposibilidad de mantener su puesto. Un ejemplo genuino lo ofreció esta semana la socialista Carmen Gallego, que ejerció durante lustros de guardiana de la oficialidad, como también ha sucedido en el BNG con Tareixa Paz y Carme Adán.

Tempestad en Marea y tomrenta en el triánguelo del PSOE

EL 2 DE OCTUBRE Y EL 27 DE NOVIEMBRE parecen ahora las fechas posibles de las elecciones autonómicas. La del 27-N es una opción más bien remota, pues para ello se requiere que haya unas terceras elecciones generales ese día y que Rajoy se someta a la sesión de investidura a primeros de agosto. La del 2-O ha ganado fuerza en las últimas semanas, en detrimento del 16 o el 23 de octubre como se pensaba antes, porque en el PP gallego tienen prisa por aprovechar la que consideran una coyuntura favorable para ellos, después de la inesperada recuperación del 26 de junio y mientras en la oposición se suceden los conflictos.

Para que haya elecciones el 2 de octubre, Feijóo tendría que firmar la disolución del Parlamento el 7 de agosto y quizá sea eso lo mejor que le pueda pasar a En Marea, porque la convocatoria de las elecciones aceleraría el tiempo y pondría fin al interminable culebrón sobre si Podemos participa en esa coalición y de qué modo lo hace.

En las dos fuerzas que compiten por encabezar la alternativa a Feijóo, En Marea y PSdeG, se suceden las turbulencias, que, por lo menos hasta ahora, alcanzan mayor virulencia en el primer caso, ya que esa coalición no sólo no tiene pendiente designar a su candidato, sino que está en cuestión su reedición para las autonómicas.

Se trata, en principio, de un riesgo más teórico que real, porque la cúpula de Madrid de Podemos ya ha dado su visto bueno a repetir la alianza y todo indica que no está en condiciones de, en su debilitada situación, afrontar el reto de una campaña por separado en Galicia, con su sucursal gallega en plena implosión. Su líder elegida en abril, Carmen Santos, no para de acumular desautorizaciones por parte de la mayoría del consejo ciudadano, en el que quedó en minoría tras perder dos de sus apoyos por su entrega a la dirección central de Madrid a través de la compostelana Carolina Bescansa, quien, sin embargo, no parece que le dé cobertura.

Las tribulaciones en Podemos erosionan el intento de relanzar En Marea bajo el liderazgo de los llamados alcaldes rebeldes, que asumieron el mando como relevo de los tres partidos fundadores, Anova, Podemos y EU. 

El PSdeG, por su parte, afronta una etapa más avanzada e proceso preelectoral, la de la confección de listas, que se pueden convertir en una prueba de fuego para el candidato a la presidencia de la Xunta, Xoaquín Fernández Leiceaga, quien, casi dos meses después de vencer en las primarias, no ha podido todavía crear su propia estructura de campaña. 

Las habituales trifulcas de las candidaturas del PSdeG son más complejas que antes, pues ya no hay sólo dos polos como era tradicional, el oficial y mayoritario frente al crítico y minortario. Ahora son tres, pues el bando oficial está dividido en dos partes mal avenidas, la del exlíder Besteiro, que continúa controlando el aparato a través de Pilar Cancela, y la del candidato Leiceaga, cuya autoridad puede quedar en entredicho si no se visualizan los efectos de su victoria en las primarias. Frente a estos dos sectores está el crítico, comandado por Abel Caballero, a cuyo sobrino díscolo, Gonzalo, parece querer incluir Leiceaga en las listas en retribución de su apoyo en las primarias.

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