Retrato de una pionera

Mary Quintero. R.QUINTERO
photo_camera Mary Quintero. R.QUINTERO

No existen imprentas en la Tierra capaces de contar la vida de Mary Quintero. Si una imagen vale más que mil palabras, a esta fotógrafa pionera en España no hay diccionario que la venza. A sus espaldas deja miles de rostros capturados y millones de instantes congelados por su objetivo, en un periplo profesional que comenzó con aquella primera oportunidad que llegó en 1947 y se extendió de una manera inimaginable a lo largo de más de seis décadas.

Quintero nació en Melide allá por 1931, y casi sin quererlo, el oficio ya formaba parte de su vida. "Mis padres eran fotógrafos, y mi vida fue con ellos. Tenían una galería preciosa en Melide y cuando me di cuenta, ya estaba aprendiendo el oficio", cuenta la artista. Y vaya si lo aprendió.

"Nos fuimos para Lugo. Cuando yo tenía 15 años, el director de Radio Lugo vino un día por el estudio, vio cosas mías y me dijo que había que hacer una exposición", narra Quintero. La exposición, claro, se hizo. El Círculo de las Artes albergó la muestra, que fue un exitazo, y aquella adolescente que comenzaba a inmiscuirse en la profesión paterna maduró para renacer en forma de leyenda.

Una pintora que se pasó por el Círculo convenció a Quintero de hacer otra exposición con mujeres lucenses -"¡En Lugo había unas mujeres bellísimas!"- y en ella, Mary mostró algo que acabaría por convertirse en uno de sus sellos de autora; la habilidad para colorear unas fotos que todavía vivían en blanco y negro.

La decisión de su padre de que el nombre Mary figurase junto al apellido Quintero la convirtió en la primera fotógrafa en firmar una exposición en Galicia. Este empujoncito -el principal impuso de Mary fue su innegable talento- dio alas a una carrera prometedora. La sociedad viguesa pronto empezó a reclamar sus servicios, y tras decenas de viajes de ida y vuelta, Mary Quintero tomó la decisión de establecerse en la ciudad olívica.

Allí formó una familia junto a su Pepe, con quien tuvo cuatro hijos, que siempre presumieron de madre. "Cando faciamos a matrícula da escola había unha liña na que poñía "profesión do pai". Eu tachaba pai, poñía nai por riba e dicía que era fotógrafa", cuenta Marta Álvarez, hija de Mary Quintero y actual responsable de la monterrosina Granxa Maruxa, con la que pudo dar continuidad al sueño de su padre.

Las fotos y los tiempos iban y venían, pero Quintero siempre fue capaz de dar un paso adelante con los cambios. "Siempre tuve la capacidad de adaptarme a los avances. Incluso cuando empezó el digital me enamoré de él. Lo mismo pasó con las modas. Yo dejé de mirar los libros de pintura para mirar los de moda y estar en la calle todos los días", narra la fotógrafa.

Los días, semanas y años pasaban. Y con ellos premios, reconocimientos, conferencias, viajes... Quintero era una estrella de la fotografía, aunque la clave para mantenerse tanto tiempo en la élite pasa por una máxima innegociable: "Nunca me cansé de retratar".

"Cuando tenía muchísimos encargos en un día, siempre tuve el mismo entusiasmo, desde el primero hasta el último. Tú no puedes retratar a un cliente si estás desganada, si no tienes feeling con él. Hay que crear una cierta relación, y cada una es única", asegura Quintero, que reconoce que ser mujer le permitió acercarse mucho más a la clientela.

"Yo no podía alquilar un piso sin el nombre de mi padre, o después mi marido. Pero en el estudio podía tocar al cliente y los hombres no. Podía decirle a la novia que moviera un sujetador, tocarle el escote o meterle las manos debajo de la falda", cuenta Mary.

Estas vivencias y muchas más están recogidas en el libro Mary Quintero. Retratista desde os 15 anos, un trabajo indispensable que recopila buena parte de la vida de la mujer que abrió el camino de la fotografía para toda una generación.

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