En verano también nos deprimimos

La época estival no cura la depresión, pero es una buena época del año para prevenirla y para darle “un empujón”, según explica la psicóloga María Carmen González Hermo
ALBA SOTELO
photo_camera De la depresión se sale con mucha paciencia y apoyo. ALBA SOTELO

Manuel no quiere cumplir 80 años, se siente aburrido y sin ganas de comer nada. Aunque cada día toma la medicación que le prescribió el médico de cabecera, para la depresión y para dormir, no siente alivio. Todos viven el verano, menos él. Puede salir a dar algún paseo, pero dice que eso no le produce alegría.

Lo más fácil es pensar que Manuel está deprimido porque vive solo y ha perdido la vitalidad de los años mozos, pero la realidad es que esta afección ataca a cualquier edad, y en cualquier época del año. Según María Carmen González Hermo, vicesecretaria del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia y psicóloga habilitada para el ejercicio de actividades sanitarias, "ahora es preocupante ver que también crecen las cifras, y hay bastante depresión y alteraciones emocionales, entre jóvenes y adolescentes".

Ocurre que los adolescentes suelen manifestar este trastorno de forma distinta, y puede parecerse más a una tristeza, "pero ese joven pasota, pesado, repugnante, que hace las cosas para fastidiar, realmente lo que lleva detrás es una depresión", y aunque los familiares suelen notar el comportamiento, muchas veces no consiguen reconocer que es un problema de salud mental que requiere atención. 

María Carmen González Hermo. CEDIDA
María Carmen González Hermo. CEDIDA

Es posible que durante esta estación del año se encubra esta afección, pero la verdad es que también es una buena oportunidad para  prevenirla. Según explica González Hermo, el estío es "un buen momento para darle un empujón" a la enfermedad, porque funciona "como un refuerzo para todas las medidas de cuidado que ya se han tenido antes".

Es una época en la que "no hay tanta prisa, los días son más largos y no hay que volver pronto a casa"; también hay más vida social y eso junto con "el humor y las oportunidades de reír, favorecen el cuidado", detalla la experta. No podemos decir ni que se cura ni que empeora pues hay más oportunidad para las relaciones sociales y es "más fácil salir de la depresión cuando tenemos un apoyo social estable", porque “el apoyo social nos protege de cualquier alteración afectiva”, explica.

“La depresión tiene una dificultad y es que no solo afecta a la persona que la está sufriendo. Cuando una persona tiene depresión, la sufre ella y las personas que la quieren”, señala González Hermo, para quien vivir con un paciente en estas condiciones requiere gran paciencia. El entorno suele ser complejo, independientemente de la relación, las personas con las que se convive resultan afectadas, porque el hecho de decirle a un paciente que “tiene que salir de la depresión” no significa que esa persona pueda hacerlo.

  “Las mujeres son las que más se deprimen, especialmente entre los 35 y los 50 años de edad”

Cuando el cerebro funciona a una intensidad menor, “con esa poca intensidad solo puede mantener cosas básicas como ducharse, alimentarse y poco más”. No se trata de que no “quiera disfrutar, sino de que no puede disfrutar” con las cosas que están sucediendo a su alrededor. “Si tú no tienes piernas, no puedes correr. Lo mismo pasa con la depresión. Si tú tienes depresión no puedes disfrutar porque tu cerebro no funciona igual, porque tus neurotransmisores están bajos” y por mucho que se quiera salir de ella, la desesperanza y la incapacidad para encontrarle sentido a la vida, no les deja ver la salida.

Es más que evidente que “los familiares también sufren esa depresión porque es un miembro de la familia que está parado”, que no tiene fuerzas para sumarse a los proyectos y por más que se intente “sacar de allí”, no se logra. 

EN PAREJAS

En el caso de las parejas, “ambos sufren mucho porque el miembro de la pareja que no está deprimido se va a tener que encargar durante un tiempo de todo” y eso se lleva bien por un rato, pero llega el momento en el cual el que lleva toda la carga no puede más. Entonces, el problema se agrava porque “cuando nosotros le reclamamos a un paciente con depresión, ya ellos mismos se están reclamando a sí mismos, y eso lo que les hace sentir es que no valen para nada, que no están a la altura”, indicó. 

Es la pescadilla que se muerde la cola, sienten culpa pero muchas veces cuando los vamos a visitar nos echan fuera porque no tienen fuerzas. “Es como si trataras de unir a una marmota con un galgo, nunca van a casar bien, porque uno tiene una energía del 2% y el otro del 80%”.

Para González,  el dolor termina cuando pasa el hecho que lo produjo, pero el sufrimiento puede ser eterno. “Cuando ya ves que estás sufriendo más de lo normal, es bueno consultar con un especialista”, el médico de cabecera y un psiquiatra, porque se requiere medicación para salir de esto. 

“Cuando el cerebro funciona bien se te ocurren cosas, tienes mogollón de ideas para hacer cosas divertidas, se te ocurre cómo ayudar a otros, tienes creatividad, tienes ilusión, resolución de conflictos”, pero cuando se está deprimido el cerebro no funciona bien porque  “los  neurotransmisores, la serotonina está muy baja” y eso cambia hasta la manera en que percibimos las cosas.

En detalle 
¿Qué hacer frente a la depresión?  
Mucha paciencia. Hay que ser muy paciente porque "de la depresión se sale, pero no a la velocidad que queremos, sino que se sale al ritmo que la persona puede". Quien tiene este trastorno no puede hacer cosas bonitas, pero quien no lo tiene sí "puede hacer cosas amables, que no sean estresantes, y eso lo va a recibir bien la persona deprimida".

La naturaleza. El contacto con la naturaleza también ayuda porque activa la producción de serotonina (hormona de la felicidad). "Esto también favorece el estado de ánimo y nos ayuda a movernos, y aunque no hagamos deportes, solamente con mover las articulaciones liberamos serotonina". Soy muy recomendables los paseos por la playa o la naturaleza.  

Los ritmos. La vida no se acaba con una depresión, pero sí se detiene. "Imagina que tienes un accidente y se te parten las dos piernas, te puedes pasar un año convaleciente y haciendo terapia para volver a andar". Lo entendemos bien cuando es el cuerpo, pero con lo emocional no lo entendemos tan bien y cuando las emociones están dañadas exigimos un sobreesfuerzo, "venga que tienes que estar bien" y "le metemos prisa", pero “si mis emociones están apagadas, tengo que ir despacio”, concluye.

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