Una vida de superación

José Luis Otero Maseda es conocido en todo Foz por sus más de tres décadas de taxista en la localidad. A punto de dejar su empleo, se anima a contar su vida, en la que la suerte le fue esquiva desde que nació. Su madre, a la que buscó durante años, su esposa y su hija, fueron sus tres pilares y de ellas habla con pasión
José Luis Otero Maseda, junto a su taxi, que fue su segunda casa
photo_camera José Luis Otero Maseda, junto a su taxi, que fue su segunda casa

La vida de José Luis Otero Maseda parece sacada de una película y así lo ve él. "Es una novela", sentencia, junto a la parada de taxis de Foz, que ha sido su lugar de trabajo durante los últimos 34 años, en que compró una licencia y se dedicó a un empleo que le ha reportado buenos y malos momentos, pero se queda con la satisfacción de deberse a sus clientes, a los que va a añorar cuando se jubile, algo que está pensado en hacer. "Por una parte me apetece, pero por otra...", asegura Otero con la misma sinceridad que pone a la hora de contar la historia de su vida. Un camino que no fue fácil desde el primer día.

Sus primeros ocho años los pasó en una casa cuna, en el Hogar Provincial de Santa María en Lugo, donde fue recogido siendo un bebé. Fueron años en los que el único cariño que recuerda fue el que le brindaron las monjas, que semana tras semana veían como a él nunca lo visitaba nadie los domingos. "Siempre me decían que igual para el siguiente, pero a mí nunca me iban a ver y a mí se me saltaban las lágrimas", dice.

Su vida dio un giro cuando un matrimonio cervense lo adoptó, pero lo que él intuía que sería una panacea no fue más que otra losa en su vida. "La cosa no fue como esperaba, la verdad", relata con la distancia que dan los años, a pesar de lo cual tiene grabado en la memoria el primer viaje de Lugo a Rúa: "Les pedí tres cosas, un paraguas, una bicicleta y unos zapatos de charol, pero no me dieron ninguna de las tres", afirma, aún con resignación.

Otero Maseda fue actor en el teatro Monumental de Madrid e hizo de extra en una película que se rodó en la comarca

Ayudar en las tareas del campo le impidió asistir a diario a la escuela. "Yo veía que me quedaba atrás, porque perdía muchas clases e incluso empezaba a olvidar lo que aprendiera en Lugo", lamenta. A la escuela regresó en Burela, adonde se trasladaron a vivir sus padres adoptivos, por mediación de los profesores "don José Antonio y doña Carmen y me mandaron a la escuela del Pósito, que impartía donde daba clase don Ramón".

Con 14 años tomó la decisión de embarcarse y fue cuando al recoger en Lugo su partida de nacimiento descubrió los datos de su madre biológica y tomó la decisión de buscarla.

Dar con Elena López Fernández no fue fácil y máxime en una época en que todo estaba en su contra. "Empecé a buscarla a escondidas, con la ayuda del cura, que se carteó con sacerdotes de la zona de Vilalba, de donde era natural", misivas que el cartero no le llevaba a casa y que le custodió durante mucho tiempo una vecina, "pero un día se enfadó con mis padres y me las devolvió, pero me las encontraron y menudo lío", dice.

Siete años de búsqueda que concluyeron en una aldea lucense un día, que fue uno de los mejores de su vida. "Estuve mucho tiempo hablando con ella, pero nada le dije y mira qué nervioso estaría que yo que no fumo y acabé con tres cajetillas", recuerda como si fuera hoy una conversación que finalizó con una frase que tiene grabada palabra por palabra: "¿Le gustaría ver a su hijo? Pues lo está viendo’, le dije y después se echó a llorar", cuenta.

La relación desde entonces fue fluida, hasta el punto de que vivió con él y con su esposa catorce años. Un desenlace feliz que aún ansía para los dos hermanos que tiene por parte de padre, "esperé mucho tiempo que llamaran a mi puerta, pero nunca lo hicieron".

A la que fue su esposa la conoció en una fiesta en Foz y no dudó en marchar tras ella a Madrid, donde residía. "Estuve dos años trabajando en diversas cosas", recuerda, aunque lo que rememora con más ilusión es su papel de actor en el Teatro Monumental de Madrid, donde representó ‘Cristo Libertador’. Años después, ya en A Mariña, donde se casó en 1975, volvería a ejercer de actor, en este caso de cine, como extra en la película ‘Cita no camposanto’, "que no llegó a estrenarse", lamenta.

La muerte de su esposa, a la que perdió hace seis años tras una larga enfermedad, sigue siendo un lastre en su vida, aunque cuenta con el apoyo de su hija Olaia. Ella y las manualidades, como la decoración de conchas que recoge en la playa y con las que ha hecho trofeos para varias competiciones deportivas, son su salvavidas para los días de bajón y a la espera dedicarse con más ahínco si finalmente deja el taxi. "Fueron muchos años y para muchos clientes somos como de la familia, porque vamos con ellos al médico o al banco, pero aún recuerdo a los primeros que se subieron en mi taxi, Sixto y Pepe, dos jóvenes de Foz a los que llevé a la fiesta de La Peregrina, en Cordido".

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