Tres viajes

"De pronto un silencio dura más de lo previsto, vuelves a mirar por el retrovisor"

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ME GUSTAN LOS viajes que se vuelven largos, en los que alguien quiere parar en una estación de servicio y al salir te estiras como si quisieses crecer, y miras alrededor mientras ellos se sientan a fumar en el bordillo y él regresa cargado de Pringles; viajes de conversaciones desordenadas, en los que la cabeza de alguien se asoma entre los asientos delanteros y se empeña en que veas un vídeo en el móvil, y te parece imposible que te hayas saltado el desvío de nuevo. Entonces se hace de noche y rompe a llover, y el cristal se empaña al intentar poner la calefacción y me preguntas si habrá algo abierto cuando lleguemos. De pronto un silencio dura más de lo previsto, vuelves a mirar por el retrovisor. Nadie está despierto, estás solo, notas ese calor que huele a moqueta y una botella de plástico rueda por la alfombra y piensas lo hermoso que es su cuello cuando duerme. Y un verano después viajamos al final de la tarde, con las ventanillas abiertas y él cabeceando, con las manos sujetando un libro sin fuerza, y sus gafas que resbalan, tiemblan, pero no caen y el olor a crema, la arena y el maletero con los bañadores que nunca se secan y la carretera pegada a la costa, interminable, lenta. La autopista de vuelta a casa, con el sol de domingo, que es el sol del oeste obligándote a entornar los ojos, regresando en silencio, en ese silencio completo de las parejas en los coches. Y aquel viaje que empezó fuera acabará dentro, con conversaciones que crecen como una yedra de asfalto, y mientras el coche avanza, estalla el ruido atronador de un secreto, el golpe seco de una confidencia, un volantazo inesperado, definitivo. Él enmudece y le gustaría girarse y mirarme, pero se fuerza a clavar la vista en la carretera, que de pronto se llena de un silencio que no es el silencio de las parejas, sino el de la niebla. Sin embargo, no se detiene, seguimos adelante, sin hablar, porque los dos sabemos que es tarde para acabar cualquier conversación, y que ese viaje no nos llevará ya a ninguna parte.

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