Pasa por el cuerpo como un ciclón infectivo. Algunos ni lo notan, otros se mueren. Depende mucho de la edad, de las defensas, de la suerte... Un año después sigue habiendo muchas incógnitas sobre el coronavirus, pero científicos y médicos cada vez lo conocen mejor. Algunos trabajan en la prevención, otros en el tratamiento y otros en lo que viene después. Estos últimos aportan los datos más inquietantes porque se están constatando síntomas persistentes de difícil explicación, como si la enfermedad no se fuese nunca.
Ante las sospechas por las consultas posteriores de los padres, pediatras del Policlínico Universitario A. Gemelli, de Roma, decidieron analizar los efectos que causaba la enfermedad en los niños. Hicieron un cuestionario para analizar lo que había ocurrido en los meses posteriores y descubrieron que, si bien el 40% no tuvo secuelas, entre los que sí las presentaron predomina el insomnio: uno de cada cinco lo padecen y la edad media de los participantes en el estudio es solo de 11 años. Otras de las consecuencias que presentaban los niños, tres o cuatro meses después, fueron dificultades para respirar (15%), congestión nasal (12%), cansancio y problemas para concentrarse (10%) y dolores musculares y palpitaciones (7%).
En ese estudio realizado en Italia la muestra es pequeña, de algo más de 100 niños, pero apuntala otros trabajos en el mismo sentido que se están realizando en todo el mundo. Uno de ellos, el más reciente, en el que participó la neurocientífica pastoricense Sonia Villapol, abarcó una muestra de 47.910 personas, en Gran Bretaña, países de la UE y Estados Unidos, se centró en adultos y descubrió porcentajes también muy inquietantes.
Villapol, desde el Instituto de Investigación Metodista de Houston, y sus seis compañeras en el trabajo comprobaron que el 80% de las personas que pasaron el virus tienen problemas posteriores de algún tipo. Es decir, síntomas que padecieron durante el periodo infectivo se mantuvieron en el tiempo hasta 110 días después. Los más habituales son fatiga (58%), dolor de cabeza (44%), trastorno de atención (27%), pérdida de cabello (25%), disnea (24%) y anosmia (24%).
No son los únicos. El año pasado, una encuesta en España, del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), mostró que el 35% de los pacientes con covid-19 no habían regresado a la salud habitual antes de 2 a 3 semanas después de dar positivo, pero solamente fueron casos leves y ambulatorios. A principios de 2021, un estudio publicado en The Lancet mostró que 6 meses después de la aparición de la enfermedad, el 76% de los pacientes hospitalizados con covid-19 en Wuhan reportaron al menos un síntoma que persistía, en su mayoría fatiga o debilidad muscular.
La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SMEG) describe también en su análisis hasta 200 síntomas que no desaparecen. Señalan que no hay una definición todavía de covid persistente porque es una nueva enfermedad, pero con los datos de que disponen, es un complejo sintomático multifactorial que afecta a determinadas personas por encima del tiempo considerado normal de duración de la enfermedad. Estos síntomas permanecen en el tiempo, no solamente los que consideramos clásicos, sino otros muchos que pueden surgir durante el periodo en el que la enfermedad se va manteniendo.
CONCLUSIONES. El estudio de Villapol y sus colegas —pendiente de la revisión por pares (escrutinio por otros expertos del mismo ámbito)— es el primero que ofrece un espectro tan sólido, amplio y heterogéneo. La conclusión es que la fatiga es el síntoma más común del covid-19 persistente. Está presente incluso después de 100 días del primer síntoma de coronavirus agudo. Otros síntomas habituales fueron pulmonares (tos, molestias en el pecho, reducción de la capacidad de difusión pulmonar, apnea del sueño, fibrosis pulmonar), cardiovascular (arritmias, miocarditis), o neurológico o psiquiátrico (pérdida de memoria, depresión, ansiedad, trastornos del sueño).
La neurocientífica lucense cree que esta sintomatología persistente acarreará disfunciones en el sistema sanitario. Propone que se planteen tratamientos de rehabilitación y de seguimiento para estos pacientes porque, augura, serán una constante una vez vaya pasando el tiempo.
No hay un protocolo. Aún no existe un tratamiento específico para estas patologías que persisten tras el cuadro agudo, debiendo en su manejo plantear un enfoque global de los distintos problemas. La recomendación es que el seguimiento lo haga el médico de familia, pero si aumenta el número de pacientes será necesario un plan de rehabilitación.