Romani, ite domum

Los vestigios imperiales opacan las huellas del pasado castrexo de Lugo y sus alrededores. Este recorrido por el municipio lucense, el castro de Viladonga y Cervantes ayuda a conocer cómo vivían
Castro de Viladonga
photo_camera Castro de Viladonga

"Por que só vemos na televisión lugueses vestidos de romanos na festa do Arde Lucus?". Isidro Dubert, catedrático de la Universidade de Santiago y coordinador del libro Historia das historias de Galicia (Xerais) se preguntaba hace unos meses el porqué de esa querencia de los lucenses del siglo XXI por las togas candidatas y las piernas al aire de los legionarios. Año a año, la resistencia se hace fuerte a orillas del Miño y cada vez hay más adeptos a la fiesta de recreación histórica lucense que optan por vestir los ropajes de los pueblos que en la Edad del Hierro habitaban este confín del mundo conocido que acabaría por conquistar el Imperio Romano en los albores del primer milenio.

Explicaba el profesor Francisco Xavier González García en el volumen coordinado por Dubert que, si bien la historiografía contemporánea ha aceptado el celtismo decimonónico de Murguía como un mito, eso no significa "que non houbese celtas en Galicia", sino que no eran "como dicía Murguía". A este respecto, Manuel Gago, otro de los autores del libro, añadía que la cultura celta "foi tan diversa como o que é hoxe ser latino. É o mesmo ser italiano ca colombiano? Pois o mesmo sucedía cos celtas".

Si ha sido usted lector de los cómics de Astérix y Obélix y simpatiza con aquellos que han resistido, "ahora y siempre", al invasor; si empatiza con los derrotados de la historia y tiene sus motivos contra los imperios, por muchos acueductos, termas, calzadas, puentes y murallas Patrimonio de la Humanidad que nos hayan legado; si prefiere los trisqueles y los torques a las águilas de la legión y el SPQR, el Arde Lucus también es lugar para usted.

Coinciden los historiadores en la idea de que los pueblos quehabitaban el Noroeste de la península Ibérica a la llegada de las huestes de Roma participaban de la cultura de los castros o castrexa, la vía galaica de la Edad del Hierro con fuertes raíces en la Edad del Bronce y la época megalítica.

Antes de Paulo Fabio Máximo había lucenses en Lugo y el mismo nombre latino escogido para la ciudad parece proceder de la divinidad prerromana Lugh, el dios del sol. Hace tan solo unas semanas, en el mes de abril de este mismo año, aparecieron en la Rúa Clérigos, dentro de murallas, las que parecen las primeras evidencias arqueológicas del castro sobre el que el legado de Octavio Augusto fundó Lucus Augusti.

La huella de las gentes castrexas en la ciudad, quizá opacada por la grandeza imperial de los restos romanos, hay que buscarla con esmero. Con atención a la toponimia, ya que los lugares que en Galicia reciben el nombre de Croa suelen esconder la ‘corona’ o centro de un antiguo castro.

Los habitantes del Agra dos Castros —la zona erróneamente conocida como el castro de A Piringalla y la promesa olvidada de un parque arqueológico— vieron cómo se erigía la muralla romana en la segunda mitad del siglo III. Sin salir del término municipal de Lugo, los investigadores han hallado las huellas de nuestros antepasados que guerrearon y convivieron con los romanos en lugares como Coeses, As Gándaras de Piñeiro, Prógalo o Rubiás. Sabemos de castros en Penarrubia o en Castromaior, ya en el municipio de Portomarín y uno de los mejores ejemplos de castro excavado en las cercanías de la ciudad bimilenaria.

De época anterior son los conjuntos de mámoas de Santo Matías, As Arieiras o Piúgos, las medorras de Rozas y los grabados rupestres —ojo al topónimo— de Castrillón de Adai, parroquia que también atesora un dolmen.

Explica el arqueólogo Felipe Arias en el artículo La cultura castrexa en Galicia que el ámbito geográfico referido a este tiempo histórico que se inicia en el siglo VI antes de Cristo, como consecuencia de la minería del estaño, se extiende desde el valle del Navia hasta el Duero, "y por el interior los límites bajarían por O Rañadoiro, el Bierzo y gran parte de Sanabria".

Las poblaciones indígenas reciben a partir del año 600 antes de Cristo "un nuevo elemento poblador: el componente centroeuropeo, sobre todo céltico pero no exclusivamente, más minoritario pero más avanzado y que ya conoce la metalurgia del hierro".

Uno de los mejores lugares de toda Galicia para conocer cómo vivían los nuestros, los castrexos, es el Museo Arqueolóxico do Castro de Viladonga, que abre todos los días del año, excepto el 24, 25, 30 y 31 de diciembre y el 1 y 6 de enero, y que se encuentra en el municipio de Castro de Rei, a solo 23 kilómetros de Lugo siguiendo la carretera nacional N-640 en dirección Meira.

El castro de Viladonga, excavado desde hace décadas, es arquetípico de estos poblamientos del interior del Galicia, "emplazados en colinas, elevaciones u 'outeiros' pero nunca en alturas o cumbres excesivas, en general de forma circular u oval; son los ejemplos clásicos de la bibliografía y los que destacan en el paisaje con sus anillos aterrazados o sus murallas rodeando la acrópolis o 'croa'", señala Felipe Arias, uno de los máximos expertos en Viladonga.

En el recinto principal de la ‘croa’ se encuentran la mayoría de las construcciones descubiertas hasta el momento en Viladonga: viviendas, corrales y almacenes, algún edificio de uso social o comunal, agrupadas en barrios que se articulan en torno a las dos calles principales y una ronda paralela a la muralla principal.

Este castro tuvo una ocupación prolongada, sobre todo entre los siglos II y V de nuestra era, y pasear por sus callejuelas permite comprobar que las edificaciones de planta cuadrada, por influencia de las construcciones de los romanos, se alternan con las de planta circular, más antiguas. Suele repetirse que las viviendas que habitaban los pobladores de la Galicia prerromana no difieren tanto de las pallozas que han sobrevivido hasta nuestros días en el oriente de la provincia de Lugo, en la zona de montaña de Os Ancares, así como en Ibias y Furniella, hoy administrativamente en Asturias, o La Cabrera y el Bierzo, actualmente en León.

Uno de los conjuntos mejor conservados para apreciar esta forma de vida es el de Piornedo, en el municipio de Cervantes, un lugar de acebos y tejos —una planta mágica para los pueblos prerromanos— en el que hacerse una idea de cómo eran las cosas hace más de 2.000 años. Casas circulares, ovaladas o de "planta de bocoi" rematadas por cubiertas cónicas vegetales, hoy de centeno, algún día de 'piornos', 'xestas' o uces, con un habitáculo para bípedos y otro para cuadrúpedos.

De camino a Piornedo o al volver al Lugo tomado por los romanos este fin de semana, a doce kilómetros de San Román de Cervantes, el castro de Santa María preside un promontorio en el valle del río Quindós que en los siglos I y II después de Cristo albergó 23 edificaciones de uso doméstico.

Además de las ruinas y de construcciones que son etnografía viva, de los castrexos sabemos a través de una expresión artística que exhibe poder y elegancia en la colección de orfebrería del Museo Provincial de Lugo. El carácter irredento de aquellas mujeres y de aquellos hombres pervive en quienes en el Lucus Augusti contemporáneo han escrito desde el adarve de la muralla: "Romani, ite domum". Pues eso. "Romanos, ide para a casa".

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