El psicólogo Ricardo Fandiño habla sobre lo "doloroso" de accidentes como el de Xove

"La muerte de un hijo es también la de un futuro", señala el especialista
Ricardo Fandiño. BRAIS LORENZO (EFE)
photo_camera Ricardo Fandiño. BRAIS LORENZO (EFE)

La pérdida de un hijo es, en palabras de Ricardo Fandiño, un "impacto muy grande" no solo por lo "insustituible" de la persona que queda atrás sino también por esa "ruptura de la continuidad generacional" y de "proyección de futuro" que, de repente, "desaparece".

Fandiño (Vigo, 1970), como doctor y psicólogo clínico que es, sabe que explicar cómo es el duelo que se produce tras la muerte de un menor entra dentro del zozobroso terreno de lo "tabú", cuenta en una entrevista con Efe.

De hecho, como coordinador de la Asociación para la Salud Emocional en la Infancia y en la Adolescencia (Aseia), señala que es una pregunta a la que se enfrenta con cierta "recurrencia" y cuya respuesta con un "depende" es vaga, pero totalmente "inamovible".

No hay dos duelos "iguales"

Y el motivo, aclara el especialista, es que no hay dos duelos iguales. Por un lado, están las "características" de cada padre o madre en su personalidad y manera de afrontarlo. Por otro, añade, las "circunstancias" en las que acontece el fallecimiento.

En ambos casos, incide, influyen factores como "la edad" del hijo o la existencia o no de un proceso de "preparación para una muerte sobrevenida" por parte de sus allegados.

Accidentes como el de Xove, con cuatro jóvenes fallecidos

Al estar de plena actualidad, rememora el accidente de tráfico en el que la semana pasada cuatro jóvenes fallecieron en Xove. Según Fandiño, lo "doloroso" de este tipo de siniestros, que en la actualidad le da la sensación de que son menos frecuentes que en el pasado, eclosiona cuando esas fronteras entre la "libertad" de "sentirse adultos" de los adolescentes y la visión de los padres de que siguen siendo "niños a los que proteger" irremediablemente chocan.

Y apunta que, al final, incluso en los escenarios más complejos, "nuestros cuerpos disponen de mecanismos de defensa".

Un proceso que, según describe, tiene que ver "con la capacidad que tenemos de generar alianzas generacionales". De ahí que no pueda reducirse únicamente a la esfera "individual".

El "acompañamiento y ritualizar la pérdida" que surgen de lo colectivo son vitales para "superarlo", zanja. Si bien en ocasiones estos aspectos son ignorados como parte del llamado proceso sanador.

Todo ello, prosigue, pese a que autores como el psicólogo Boris Cyrulnik, quien estudió el concepto de resiliencia, detallasen que esta última se "teje a través de los vínculos". Un aspecto que, como manifiesta Fandiño, se encuentra entre los grandes olvidados.

No obstante, su trascendencia, resalta el psicólogo gallego, es clave para "crecer alrededor del duelo". Cuando se alcanza esta fase de crecimiento se es consciente, siempre según Fandiño, de que la vida "sigue adelante" aunque "los recuerdos y vivencias compartidas" o "lo nuevo por vivir nos remitan a esa persona que no está".

No hay una "palabra" para la pérdida de un hijo

De lo contrario, expone, "nos encontraríamos estancados en un proceso melancólico", más probable en aquellos casos en los que el "golpe" del fin viene "sin aviso ni despedida". Algo para lo que Fandiño asegura que no estamos "preparados", ya que la relación con los hijos "no es para la despedida, sino para la protección".

Tanto es así, concluye, que "en nuestro idioma es innombrable". Es decir, cuando un hombre o una mujer pierden a su pareja los llamamos viudos, quienes ven partir a un padre o una madre son huérfanos, pero "para la pérdida de un hijo no tenemos una palabra".