Primerizas a los 40

El rol de la mujer en la sociedad ha cambiado mucho en las últimas décadas, y consecuencia de ello es el retraso en la edad para estrenarse en la maternidad

Clara Raposo con su hija de siete años. SEBAS SENANDE
photo_camera Clara Raposo con su hija de siete años. SEBAS SENANDE

YA COMENZABAN a peinar canas cuando su casa se llenó de pañales, chupetes, biberones... y supieron lo que era eso de pasar unas cuantas noches sin dormir. Son mujeres lucenses que en su día decidieron atreverse con la aventura de la maternidad después de haber cumplido los 40, una cifra que parece que cuesta pronunciar cuando se trata de confesar la edad, pero que a ellas no les supuso ningún impedimento para cumplir su sueño.

En vísperas de la celebración del Día de la Madre, cuentan su experiencia estas mujeres, ejemplos de la estadística que refleja que las españolas cada vez retrasan más la maternidad. De los 25 años de edad media para tener el primer hijo en el año 1975 (primer dato registrado por el INE) a los 30 de 2014, una evolución que semeja imparable. No en vano, España es, junto con Italia, el país de la Unión Europea donde las mujeres son madres más tarde.

A Teresa García ese momento le llegó cuando había cumplido 41 años, fruto de una decisión largamente meditada. Casada y opositora, "antes dese momento o tempo non me daba para máis. Deille prioridade ao traballo, a aprobar a oposición, e agardei ata ter unha praza de funcionaria, a ter esa estabilidade persoal e laboral, para ter á miña filla", cuenta Teresa. Ella ve la maternidad como "un exercicio de responsabilidade enorme que me daba bastante medo asumir, pero cando chegas aos 40 é agora ou nunca". Ahora, cuando su pequeña Irene tiene ya cinco años, se declara "contentísima " de la decisión de ser madre aunque reconoce que "se ben a nivel psicolóxico dei ese importante paso no mellor momento, recoñezo que a nivel biolóxico é un pouco tarde". Lo dice pese a que tuvo un embarazo sin complicaciones y un parto natural "traballando ata o día antes de dar a luz. Os compañeiros dicíanme que lles ía dar un susto poñéndome de parto alí", recuerda.

Teresa García, con la pequeña Irene, de cinco años. XESÚS PONTE

En su caso no se dio complicación alguna, pero ese alejamiento de la edad biológica ideal para tener hijos, que los expertos colocan por debajo de los 30 años, puede, en efecto, tener consecuencias. Las más dramáticas las viven las mujeres que descubren que, cuando consideran que su situación vital es la idónea para afrontar la maternidad, su cuerpo puede no estar de acuerdo. Según estudios realizados al respecto, cada año que pasa la tasa de embarazo cae, de modo que si con 25 años hay un 25% de opciones por ciclo de lograrlo de forma natural; con 30 esta baja al 22%; con 35, al 12%, y con 40 años, al 5%. El reflejo real de estas cifras se percibe en el incesante incremento del número de mujeres que se someten a tratamientos de fertilidad.

MADRE EN SOLITARIO. Fue el caso de la abogada ribadense Inmaculada López Braña, aunque en su caso el motivo fue su decisión de ser madre en solitario. Ella se sometió a un tratamiento de reproducción asistida, como familia monoparental, y tuvo a su hijo Mateo, que hoy tiene 10 años, cuando estaba a punto de cumplir los 43. Aun teniendo claro desde siempre que quería ser madre de forma biológica, ese momento no llegó antes "porque le di absoluta prioridad a otras obligaciones que tenía que atender en mi vida, la más importante de ellas el trabajo. Le tenía que dedicar mi vida al despacho de abogados y así lo hice". Hasta que un día una anécdota hizo que diera el paso: "Iba con mi madre y me dijo eso de ‘cuando te des cuenta, se te ha pasado el arroz’, y ese mismo día inicié los trámites para someterme al tratamiento de reproducción asistida. No tenía pareja pero tenía muy madurada la decisión de ser madre, de sentir a mi hijo dentro durante el embarazo, nunca pensé en adoptar".

Ella engrosa ese porcentaje de madres no casadas que también se ha disparado en las últimas décadas, pasando del 2% en 1975 a nada menos que el 42,5% en 2014. El dato revela que más de cuatro de cada 10 niños que nacen en España lo hacen de mujeres que no están casadas. Y son las que tienen una mayor formación académica y las más independientes económicamente las que toman en mayor medida la decisión de la maternidad en solitario a una edad tardía. A Inmaculada esa decisión, dice, le ha proporcionado "la plenitud total", aunque confiesa también que "quizá debería haber dado el paso un poco antes porque hubiera deseado tener un segundo hijo y ya es tarde". Plenamente entregada a Mateo, ha tenido que compaginar su crianza con el trabajo, algo imposible "sin la ayuda de mi familia. La conciliación no existe", denuncia. Trabajando en un despacho propio, recuerda que "a los siete días de dar a luz ya me tuve que incorporar. Me traían el bebé a la oficina para darle el pecho y se lo volvían a llevar". Pero aún hubo situaciones más peculiares: "Tenía que viajar por trabajo, así que alguna vez me acompañaba algún familiar con el niño para poder darle de mamar, cosa que hice hasta que tenía siete meses".

No encuentra más contras en la decisión de tener a su hijo pasada la barrera de los 40. Socialmente, dice no haber sentido diferencia alguna en el entorno escolar o de amigos del pequeño, "sobre todo porque muchas de las madres de los compañeros de mi hijo también pasan de los 40 años", concluye divertida.

EL AVISO DEL RELOJ BIOLÓGICO. A la administrativa Almudena Rodríguez el reloj biológico también le jugó una mala pasada. Se casó, pero la prioridad de la pareja en los primeros años no fue, ni mucho menos, tener hijos. Almudena se identifica con los estudios que reflejan que la prolongación de los estudios, la penalización que sufren las mujeres en su carrera profesional cuando tienen hijos, la falta de medidas de conciliación familiar y el priorizar conseguir un trabajo estable hacen que la decisión de ser madre se retrase sensiblemente, una tendencia acentuada, además, por la crisis económica. En el caso de Almudena, ese retraso la llevó a plantarse en los 33 años. Fue entonces cuando ella y su marido, ya con una cierta estabilidad laboral, decidieron que era el momento tener familia propia. Pero, entonces, la naturaleza dijo que no. "Pasaban los años y yo no me quedaba embarazada, así que finalmente me sometí a un proceso de reproducción asistida", cuenta. Su pequeño Antón llegó cuando ella cumplía los 40 y el primer baño de realidad vino al reincorporarse al trabajo. "Tuve que hacerlo a media jornada, porque trabajando mi marido y yo en jornada partida era imposible organizarse con el niño y teníamos claro que no íbamos a delegar su crianza y su educación".

Almudena Rodríguez con su hijo Antón. SEBAS SENANDE

Vivida la experiencia de una maternidad tardía, Almudena enumera los lógicos pros y contras. Entre los primeros, "la madurez y la experiencia, que te proporcionan una tranquilidad que, al final, se traslada a la vida de la familia. Lo peor es mi falta de paciencia, que percibo cuando estoy con otras madres de niños que son una década más jóvenes que yo, aunque al final haces lo mismo que ellas, hoy las mujeres a los 40 estamos en la plenitud de la vida. No siento, en ese sentido, ninguna diferencia ni siento que nadie la sienta con respecto a mí. Es muy frecuente, cada vez más, ver a madres al menos de 30 e incluso 35 años para arriba. Lo raro es ver a mamás veinteañeras", concluye.

POR UNA CUESTIÓN GENERACIONAL. En ello fundamenta Clara Raposo, responsable de la tienda de comercio justo 'A cova do Raposo', su opción de no ser madre hasta los 42 años, aun teniendo claro "desde siempre que quería ter fillos, pero eu xa pertenzo a unha xeración na que ás mulleres nos educaron na idea de que podiamos facer moitas máis cousas que quedar na casa. Eu fun por ese camiño e durante moitos anos dei prioridade absoluta a todas as miñas inquedanzas, a todo o que eu quería facer, desde estudar e formarme ata desenvolver unha vida profesional, pasando pola actividade relacionada co apoio a causas sociais, á faceta asociativa...". Como ella misma explica, fueron facetas que durante mucho tiempo "enchían por completo a miña vida", aunque la idea de ser madre nunca se llegó a ir de su cabeza. Aclara que, respetando todas las opciones, la suya siempre fue la de tener hijos "pero a vida foise liando, pasan os anos e non te decatas porque tes outras cousas que che ocupan a mente e te gratifican persoal e socialmente", reconoce.

Así fue como se vio con la barrera de los 40 superada y manteniendo ese deseo de ser madre. "Nese momento saltoume o ‘clic’ e decidín ter un fillo soa porque non tiña parella". Su hija tiene ahora siete años y una energía que parece no acabarse nunca. "Despois dos 40 tes que estar a tope a nivel laboral, pero tamén hai que ter enerxía non só para criar aos nenos, senón tamén para xogar con eles, levalos a actividades... e aí recoñezo estar en desvantaxe cas nais máis novas. É un dos poucos inconvintes de ser unha nai maior, iso e que algunha vez me teñan dito iso de "que neta máis bonita tes!", bromea.

Inmaculada López con Mateo. EP

Clara intenta subsanar esa menor energía física tirando de la experiencia, que ella no solo usa para "unha educación, a esta idade, moito máis responsable dos nenos" sino también para "elixir dinámicas nas que sexa ela quen se mova máis e eu poida tomar un papel máis tranquilo". Son situaciones cotidianas que le resultan relativamente fáciles de resolver, no así otras tan fundamentales como el compaginar su trabajo como autónoma con las obligaciones como madre. En ese capítulo su crítica es contundente. "A conciliación laboral e familiar que nos levan vendendo anos é unha trapallada, non existe. No meu caso esa conciliación chega non grazas ás medidas das institucións, senón grazas á miña rede familiar, entendida non só como os parentes de sangue senón como o meu contorno persoal en xeral".

Clara Raposo no deja lugar para la duda. Tras la maternidad, "a nivel persoal estou moi satisfeita e animo a calquera muller a ter un fillo despois dos 40 se se atopa ben e se trata dunha decisión madurada e responsable, pero a nivel social estou moi cabreada". Lo explica: "Un fillo sempre é sinónimo de futuro a nivel social, co cal a decisión de telo en certo modo trascende ao plano persoal, pero as institucións, os políticos, as empresas... parecen non estar tendo isto en conta á hora de facilitar a conciliación, e deberían facelo tendo en conta como van os datos demográficos", concluye.

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