Oliendo la lluvia en Sarajevo

Estábamos en el Club de los Trotamundos, en Skadarlija, el barrio bohemio de Belgrado, y veíamos un montón de objetos curiosos del mundo entero, y constatábamos que los serbios...

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ESTÁBAMOS EN el Club de los Trotamundos, en Skadarlija, el barrio bohemio de Belgrado, y veíamos un montón de objetos curiosos del mundo entero, y constatábamos que los serbios no eran todos nacionalistas feroces como nos querían hacer creer, y nos acordábamos de Gordana Kuic, y sentíamos no poder verla, porque nos había dicho que no podía aguantar el calor en Belgrado, que se iba a una casa que tenía en el campo, y también nosotros pensábamos en ir a los monasterios perdidos y maravillosos de Serbia, pero después nos fuimos a Kosovo a través de Macedonia, donde los americanos habían arrinconado a los serbios, y había que poner dotaciones militares para que los albaneses no destrozaran sus iglesias, y cuando nos fuimos de Belgrado Consuelo dejó para Gordana una mantilla española, ya que España era su país mítico, al que siempre deseaba ir, del que hablaban como un sueño sus personajes, los judíos sefarditas que recordaban su origen, y hace poco Gordana vio su libro principal traducido al español, pero tampoco pudo venir por no sé qué problemas, y le aconsejó a la editorial que yo presentara su libro, pero la editorial ya tenía a no sé qué sesudos académicos preparados para analizar sesudamente su obra.

Yo leí en francés hace unos años, antes de viajar por Yugoslavia, ‘El olor de la lluvia en los Balcanes’ y quedé deslumbrado, enseguida empecé a escribir sobre él en todas partes, a querer contactar con la autora, a ponerlo como ejemplo de literatura que supera las fronteras, que nos ayuda a escapar de las doctrinas y los fanatismos y los exclusivismos feroces, que invoca la lluvia como elemento donde todos podemos encontrarnos más allá de los conceptos, de las fronteras, de las razas.

La novela es como una elegía o como una balada, es la historia de la madre y las tías de la autora, las hermanas Salom, en la Sarajevo de entreguerras, Nina pone una tienda de sombreros, una ‘butica de chapeus’, Klara se casa con un donjuan que la abandona en París, Buka escribe cuentos y leyendas en sefardita, Riki es una bailarina fantástica y bohemia pero acaba mal de los huesos, entonces pone una tienda de sombreros en Belgrado que se llama La Parisiense, Blanki (la madre de Gordana Kuic) se enfrenta a los prejuicios y toca sutilmente a Chopin, todas conservan su vitalidad inexpresable por encima de brutalidades y fanatismos, el olor de la lluvia las libera, tienen nostalgia de España, el país de sus antepasados, de donde los echaron unos reyes implacables, cuidan el recuerdo de esa tierra, conservan el español del siglo XV, sueñan al escuchar las guitarras, y muestran que como musgo la vida crece y se desarrolla a pesar de las exclusiones, incluso cuando gentes idiotas quieren culpabilizar a razas enteras.

Gordana Kuic ve como en las pequeñas emociones, en las vivencias, en las sensaciones, sobrevive la vida más irreductible, capta las capacidades del arte para superar los inmovilismos y esquematismos, Riki es un ejemplo con las innovaciones de su baile, y la vivencia como medio de conocimiento es superior a las elucubraciones intelectuales, el novio de Riki le suelta discursos filosóficos pero ella quiere vivir y sentir, y Gordana expone la magia de las historias, la novela presenta con mucha más garra y lucidez la fuerza de una cultura, el genio de unas personalidades, que pudieran hacerlo estudios y conceptos

Y la novela expresa también el ansia de vivir de unas mujeres aprisionadas en el dominio de los hombres: Blanki tiene condiciones para aprender pero la familia gasta dinero inútil en pagar los estudios de su hermano que es un vago, aparece otro nivel de sojuzgamiento, el de las mujeres por los hombres, con sus cabezas cuadriculadas, con sus prejuicios dominadores, con su exclusivismo, es otra vez la voz de las mujeres que se manifiesta imparable en la creación, en el arte, en la resistencia, en la supervivencia, y en la comunicación con la lluvia.
Oliendo la lluvia sobre la tierra mojada uno se escapa de los racismos feroces, de la persecución de los nazis, de la condenación por ser judío, del esquinamiento por ser mujer, de la negación del derecho a existir, uno se libera y se explaya en el olor de la lluvia que nadie puede prohibir, que nadie puede cuadricular, que entra en lo más íntimo como una compañía indestructible, como un recuerdo sutil, como la vivencia del cuerpo que se resiste a las rigideces intelectuales, a los uniformes de los nazis, a las sentencias de los teólogos, la lluvia sigue ahí, y es tan necesario oírla en una ciudad como Sarajevo, donde conviven a la fuerza las culturas, donde tantas veces las culturas se han odiado y se han negado mutuamente y a pesar de todo se han acompañado, la lluvia es un refugio en medio de la intolerancia y la separación y la condena.

Después de estar en Kosovo volvimos a Sarajevo y buscamos el sitio donde estaba la tienda de sombreros, era en el sitio que ahora está enfrente al hotel Europa, no recuerdo que local anodino hay ahora en ese lugar, y nos emocionamos pensando en cómo allí se vendían sombreros, como las dependientas o la dueña olían la lluvia que descargaba las tensiones después de días amenazantes, como se metía en sus huesos y en sus recuerdos y les hacía soñar libres en sus sensaciones, como abría un pasillo hacia el pasado igual que en la obra de Proust o hacia otras dimensiones donde los hombres no se empeñan en controlar a los demás y fabricarlo todo a su gusto.

‘El olor de la lluvia en los Balcanes’, ahora ya en español, muestra como pocas lo que es literatura: hacer vivir a la gente y alumbrarle los secretos de su vida, los momentos más sutiles que son los más valiosos, la literatura ha de sacudir a la gente y hacerle ver que está viva y que hay otras formas de vida tan valiosas como la suya, y esta novela en ese sentido produce un deslumbramiento, y el estilo es sencillo y accesible, pero está lleno de sutilezas, de vivacidad, de comparaciones ágiles, de gracia expresiva, y rescata la gracia (el espíritu vital) de unas personas únicas, y nos regala a nosotros la gracia, y nos indica que estando en Sarajevo, o en España, o en cualquier parte, hay cosas que nadie puede secuestrar, que siempre nos liberan sutilmente, como el olor de la lluvia.

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