Marcos Eiré: "Le serví un vino a un cliente y se le cayeron las lágrimas"

Marcos Eiré, natural de Chantada, es el sumiller del restaurante coruñés Árbore da Veira, que cuenta con una Estrella Michelin. Lleva quemando etapas en el mundo de la hostelería desde hace más de 20 años
Marcos Eiré, en el restaurante coruñés Árbore da Vieira.
photo_camera Marcos Eiré, en el restaurante coruñés Árbore da Vieira.

PASIÓN ES lo que siente Marcos Eiré por su trabajo y por su tierra. El sumiller chantadino fue nominado en varias ocasiones a los Premios Mágnum del vino gallego.

Lleva 20 años en el mundo de la hostelería, empezó desde abajo y ahora es uno de los mejores sumilleres de Galicia.
La clave es estar entusiasmado con lo que haces y hacer feliz a otras personas. La comunicación es importante, siempre pido a los clientes que me digan lo que le transmiten los vinos, porque realmente verles disfrutar me hace disfrutar a mí aunque yo no esté en su lugar. Ha pasado muy rápido el tiempo y espero que los próximos 20 años pasen igual.

¿Por qué se decantó durante su vida laboral por la sumillería?
Porque me encanta. Me fascina escuchar a alguien que hace vino, cómo piensa y siente. Un vino es una fusión de un paisaje y el alma de una persona trabajando ese paisaje. He tenido la suerte de nacer en una zona donde se combina todo ello, estoy orgulloso y me gusta transmitirlo al resto. Me considero un juglar, que coge un paisaje y lo describe a alguien que no puede estar en él, pero sí lo puede probar a través de un vino.

¿Cómo es para usted trabajar en el restaurante Árbore da Veira?
Mi trabajo es mi gran pasión y realizarlo en un restaurante de tal nivel, donde se mima mucho la relación entre comida y vino, es algo que si me preguntan hace cinco años, nunca se me ocurriría pensarlo. Somos una pequeña familia. Me cuesta imaginarme en otro sitio o en otro trabajo.

¿Cuál cree que es la posición de los vinos de Ribeira Sacra a nivel global?
Es una denominación de origen joven y es una zona en la que tenemos un camino por recorrer. Lo más bonito de todo esto es que es un libro por escribir. En Alsacia hay una familia que lleva catorce generaciones consecutivas haciendo vino. A día de hoy, en Ribeira Sacra esas familias pueden llegar a dos o tres generaciones. El potencial de lo nuestro es único, no solo de los vinos, también su paisaje, gastronomía...

"El Instituto Galego do Viño ha creado una gran familia entre los profesionales gallegos que es envidiada en otras zonas de España"


¿Cree que se apuesta lo suficiente en Galicia por el vino?
La gente joven cree en nuestros vinos pero sí que hay una generación de mayor edad que aún ve a los vinos gallegos como algo de baja calidad. Cualquier vino gallego puede estar en cualquier lugar al lado de un Rioja o un vino francés, porque realmente tienen la calidad para hacerlo.

El Instituto Galego do Viño, ¿es una figura clave para el sector?
Sí, en los últimos años ha surgido una generación en este mundo que tiene nuevos proyectos importantes que necesitan ser contados. Esta institución ha ayudado a ello, dando las herramientas a cada uno de los alumnos para entender y relatar. El Instituto Galego do Viño ha creado una gran familia en Galicia, entre todos los profesionales, que es envidiada en otras zonas de España. En el Instituto Galego estábamos de ocho de la mañana a ocho de la tarde, parando dos horas para comer, en nuestro día libre porque todos teníamos trabajo durante el resto de semana y al salir íbamos a algún bar a descorchar cinco botellas y seguir hablando de vino. Hay una frase que me quedó marcada, me la dedicó Paco Berciano, de las personas más ilustres del sector: «Felicidades Marcos, el alumno se convirtió en maestro». Para mí, es una de las cosas más valiosas que me pueden decir.

Trabajó en El Capricho de León. ¿Hay diferencia en su trabajo al salir de Galicia?
Los ritmos de trabajo son los mismos y el trabajo en sala igual, pero lo que más me llamó la atención es como en unos cientos de kilómetros puede cambiar tanto la cultura gastronómica. Para mí, donde hay que defender el vino de Galicia es aquí. Cuando vamos fuera tenemos que aprender como se hace el trabajo en otras zonas para que así aprendamos también. Esa experiencia me hizo valorar aún más lo nuestro.

Si tuviera que escoger un vino, ¿cuál sería?
No tengo ninguna preferencia, depende del momento. También es importante con quién lo compartes. Me gusta buscar vinos parecidos a los Ribeira Sacra como los Ródano francés o los austríacos. Si tuviera que elegir sería el vino que más me ha hecho disfrutar, un tinto con años de Guímaro, porque me recuerda a momentos especiales, que son los que te vas a llevar de este mundo.

"La gente joven cree en nuestros vinos pero hay gente mayor que todavía piensa que son vinos de baja calidad"


Recomiende un maridaje.
Guiso de pescado o platos de pescado, con esa potencia, con esos fondos de pilpil, con tintos de la zona de Rías Baixas. Mis redes sociales están ahí para que me consulten porque yo estoy encantado de ayudar a la gente para escoger vinos para comer o para cartas de otros restaurantes. El conocimiento está para compartirlo con los demás, no para guardarlo.

¿Ha notado las consecuencias de la crisis sanitaria en su sector?
Por el perfil de Árbore da Veira, las hemos notado en la parte de eventos. Adaptándonos a las normas sanitarias no hemos sufrido mucho, lo único las grandes celebraciones de grupos. Dentro de mi gremio sí que es verdad que hay muchos establecimientos en una situación complicada.

¿Algún proyecto futuro?
Me gusta viajar para conocer bodegas. Tengo pendiente viajar a Georgia porque es donde está el origen del vino hace miles de años y viajar a Francia más a fondo porque es la cuna del vino moderno.

¿Piensa en volver a Chantada?
La verdad es que me gustaría volver, con un pequeño proyecto, no se cuándo ni cómo. El problema que tienen esas zonas es que el viticultor no conoce nada más allá de su territorio, hay que conocer y comparar. Salir fuera de nuestras fronteras para ver cómo hacen las cosas, es bueno. Para la Ribeira Sacra, que lleva sobre 40 años en esto, es algo muy importante. Otras zonas han creído en sus vinos durante años y ahora tienen una gran calidad. Me gustaría volver a Chantada por ayudar, tratar de hacer ver que nuestros vinos no están tan lejos de otros vinos con más nombre. A día de hoy tenemos el potencial para llegar a hacer grandes cosas. Lo que nos falta es ese recorrido y el tiempo. Tenemos que convencernos y esto no depende de una persona solo, sino de generaciones, que dejan legado de padres a hijos y así sucesivamente. Esas tradiciones no se pueden perder.

Su mejor anécdota es...
Un señor de Quiroga vino a comer a Árbore da Veira y le serví un Adorado de Rueda, le estaba explicando la historia y cuando lo probó, se le cayeron las lágrimas. Me dijo que su padre había fallecido hacía un año. Un tío suyo cada vez que iba a visitarles pasaba por Rueda y les traía un vino que no había vuelto a probar desde aquel día años atrás y que desconocía su nombre. Eso que le di a probar era ese vino que bebía su padre y su tío y por eso se emocionó.

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