Lars von Trier: ''Hitler no es lo que llamaríamos un buen tipo pero simpatizo con él''

Como un hijo pródigo que vuelve al hogar ha sido recibido en Cannes Lars von Trier con su contenida película Melancholia, pero el director, abonado a la polémica tras la experiencia de Antichrist, ha decidido buscar otras vías para seguir en esa línea al afirmar que simpatiza con Adolf Hitler. "Yo entiendo a Hitler aunque entiendo que hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo pero simpatizo un poco con él", ha espetado en la rueda de prensa de presentación del filme al haberle preguntado por su acercamiento al judaísmo.

"La única cosa que puedo decir es que durante mucho tiempo pensé que era judío y estaba contento. Luego comprendí que no lo era. Quería ser judío pero en realidad me di cuenta de que era un nazi porque mi familia era alemana, lo cual también me agradaba", fue el inicio de su argumentación. Al final intentó suavizar: "No estoy a favor de la Segunda Guerra Mundial ni estoy en contra de los judíos". Pero la polémica ya había explotado.

En realidad, todo había empezado suave, sin la prepotencia que le hizo autodenominarse "el mejor director del mundo" dos años atrás en la presentación de su anterior filme; el director danés parecía ajustarse este miércoles a la norma de que después de la tormenta viene la calma para despojarse de su obsesión por el sufrimiento, su misoginia y su tendencia al exceso.

Él mismo definía su filme como "romántico", aseguraba que su película no parece suya, que su "look" le recordaba a esas cintas que detesta y que en su próximo filme quería radicalizar sus posturas y rodar pornografía. Pero también reconoció su alegría por volver a Cannes, lugar que le premió con la Palma de Oro con Dancer in the Dark, e inauguró el influyente movimiento "Dogma 95" con Los idiotas.

"He tenido muchas fases melancólicas en mi vida, pero este miércoles estoy muy contento de estar aquí", reconocía con cordialidad para sorpresa de los asistentes, sin que se pudiera prever el giro que daría la comparecencia, que ha dejado la calidad artística de esta aproximación intimista al apocalipsis en un segundo plano.

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