El infierno más íntimo

Su hijo la maltrataba y ella respondió como solo una madre puede hacerlo, con amor infinito y sin escatimar esfuerzos para ayudarlo
Violencia familiar para web
photo_camera Gran parte de las agresiones de hijos a padres quedan ocultas en el ámbito familiar. EP

Empujones, gritos, portazos, insultos, enfrentamientos constantes, faltas de respeto, siempre un no por respuesta. María perdió el control de su vida cuando su hijo Juan, de 13 años, se enfrentó a ella para imponer la rebeldía propia de la adolescencia sobre las normas de convivencia de su casa. María ha sido víctima de violencia filioparental, una de las miles que se estima que hay en Galicia. Muchas lo ocultan por vergüenza, otras no se atreven a pedir ayuda y la mayoría no sabe a dónde recurrir. Esta madre gallega encontró apoyo y hoy puede hablar de su infierno como una pesadilla de la que tanto ella como su hijo han despertado. 

"No pasó de los empujones, pero yo no iba a esperar a tener que llamar a la Policía o a que mi hijo acabase en un centro por no haber actuado a tiempo. Perdí el control, la autoridad en casa, y él se iba engrandeciendo y con castigos no mejoraba. Te frustras, te baja la autoestima. Yo como madre no valía nada. Me vi impotente y desesperada", relata. 

La madre de Juan cuenta que "siempre fue un niño alegre, simpático, cariñoso. Era pura dulzura, pero en la época de confinamiento se aisló. Pasaba más tiempo con los videojuegos, tenía horarios desordenados... y cuando quisimos volver a la normalidad fue imposible. No se quiso ni desconfinar hasta que tuvo que regresar al instituto. Se volvió agresivo, uraño, cada vez más violento. Era todo no. Comer no, ducharse no... Fue un cambio de un día para otro". 

La violencia filioparental es la que practican hijos contra progenitores, casi siempre contra las madres

Esa actitud de Juan y la impotencia de su madre al no poder corregirlo fue minando su relación. "Nos fuimos distanciando y ya no teníamos ni un momento agradable juntos". 

María tiene otro hijo más joven y convive también con sus padres y con un hermano. Pero los episodios violentos de Juan eran solo contra ella, la figura femenina que se ocupa de su educación. 

Esta madre llamó a varias puertas antes de encontrar la ayuda adecuada. "Todo el mundo te juzga y los consejos son gratis. Tuve que oír a una psiquiatra decirme que si mi hijo no cambiaba de actitud iba a dar parte a los servicios sociales y le iban a abrir un expediente para enviarlo a un centro de menores. Esa era la única ayuda que me ofrecían, pero yo sabía que tenía que haber otra salida". 

María sufrió la ira de su hijo de 13 años hasta que aprendió a ponerle límites y a resolver conflictos

Y la hubo. Otra psiquiatra más informada le dio el contacto del Proyecto Conviviendo, donde un equipo de personas especializadas trabaja con familias víctimas de la violencia filioparental. Se le ilumina la voz cuando recuerda el momento. "Ya te sientes mejor solo por haber encontrado a alguien que entiende lo que le estás contando, que te respalda, que te va a ayudar a buscar una solución. Me dieron herramientas para trabajar y pronto empecé a ver buenos resultados". 

DESESPERACIÓN. María reconoce que estaba desesperada cuando buscó ayuda: "Yo estaba siendo víctima de violencia por parte de mi hijo, pero lo que más me preocupaba era su futuro. De momento solo era así en casa, pero si mantenía ese comportamiento con sus amigos o cuando formase una familia iba a acabar mal". 

Esta madre afrontó el problema de la única manera posible: "A nadie le gusta que lo paren en seco. Yo no mandé a mi hijo a terapia sin más, le dije que íbamos a ir los dos porque había un problema familiar que solucionar". 

El problema no desaparece si no se trata y actuar rápido es fundamental

Esa es la forma de trabajar del Proyecto Conviviendo. Requieren la implicación de todos los miembros de la familia para abordar el conflicto desde todas las perspectivas posibles, con ayuda de psicólogos, educadores y trabajadores sociales. 

María ahora es capaz de analizar su situación con serenidad. "El problema no es solo el niño, que está atravesando una etapa de rebeldía extrema, sino también los adultos que no sabemos actuar en esas situaciones". Ambas partes deben asumir sus errores para poder solucionar el problema. 

La madre de Juan dice que él "no era consciente de la gravedad de lo que estaba haciendo. No reconocía como violencia un grito, un insulto, tirar una silla... Decía que él no me maltrataba". María considera fundamental atajar cuanto antes este tipo de comportamientos. No solo por el bienestar del adulto agredido, sino también por el del niño. "Si tu hijo ve normal dar un tortazo puede acabar en la cárcel el día de mañana. Tu tienes que frenar eso, explicarle que no es el camino". 

La relación familiar puede reconducirse con las pautas de comportamiento adecuadas

PAUTAS. La solución parece de sentido común, pero llevarla a la práctica resulta muy complicado. "Los padres somos el ejemplo. Hay detalles tóxicos que están normalizados en las relaciones familiares, pero con pequeños cambios se pueden conseguir grandes avances. Por ejemplo, yo le decía 'cállate' gritando. Si te empuja y le das un azote también estás ejerciendo la violencia. Quien empieza es él y tú actúas en tu defensa, pero sigue siendo violencia por ambas partes, como cuando no podemos más y le damos una torta". 

El camino es largo y cuesta arriba, pero las satisfacciones a medida que María y Juan lo van recorriendo son inmensas. "Son niños que están enfadados y al principio son reticentes, les cuesta el cambio, pero mi hijo está colaborando. Es importante lo que le vayas transmitiendo tú con pequeños gestos. Ahora sé cómo actuar". 

Los padres deben aprender a manejar la situación y los hijos a identificar y eliminar las conductas violentas

María sigue teniendo con Juan los enfrentamientos naturales en una relación de familia. "Ahora ante un conflicto me callo, me voy, respiro siete veces y vuelvo con una sonrisa a decirle con calma lo que le tenga que decir. Sé cómo parar esa pelea que puede surgir con cualquier niño". Juan también ha aprendido a identificar conductas violentas y sabe que son inaceptables. 

María mejoró anímicamente en cuanto encontró apoyo. Ese fue el primer paso para caminar hacia la solución. "Primero necesitas ayuda tú para poder ayudarle a él. Volver a sentirte fuerte, recuperar autoestima y aprender a responder, a poner límites". Y sin perder tiempo se puso manos a la obra. "Has traído un hijo al mundo, él no lo pidió, y tienes que ayudarle cuando lo necesita, no lo puedes dejar desamparado". 

Esta madre admite que su enfoque del problema ha mejorado. "Ahora lo veo todo de manera positiva, pero cuando llegué a Proyecto Conviviendo pensaba: o me ayudáis o me dais la dirección del centro de menores para llevarlo". 

Límites, normas de convivencia y jerarquía familiar son claves para la recuperación

SOLUCIÓN. "Son violentos y hacen cosas mal, pero hay solución. Son niños, necesitan ayuda y la sociedad los está machacando", sentencia María. 

Cree que todavía le queda mucho camino por andar, pero los avances le dan ánimo para recorrerlo. "Y lo más curioso es que ha sido poniendo límites. Lo más fácil es consentir para que no esté enfadado ni triste, darle lo que quiere, pero eso tiene consecuencias terribles". 

Límites, normas de convivencia y jerarquía familiar son algunas de las claves de la recuperación, según los especialistas del Proyecto Conviviendo. 

"Parece increíble que esto pudiese comenzar cuando con año y medio se tiró en el suelo de un centro comercial y tú le compraste lo que quería para que dejase de llorar. Qué no te dé vergüenza que la gente te mire, sus hijos también hacen lo mismo. Siéntate si quieres a llorar con él, pero no se lo compres". Es el consejo de una madre que sabe de lo que habla. 

Esos caprichos infantiles continúan a lo largo de la vida. "Ahora le ofrezco cosas no materiales. Ese momento de dar un paseo juntos, de reírnos, vale más que comprarle un videojuego. Valoramos esos detalles porque nos habíamos distanciado tanto que ya no los teníamos. Estoy volviendo a disfrutar de mis hijos como cuando eran pequeñitos". 

Consentir caprichos para evitar enfrentamientos tiene consecuencias a largo plazo

RETO VITAL. Con la sensatez que da una dura experiencia, María asegura que "ser madre es lo más complicado que me ha pasado en esta vida, pero hay que pelear por ellos. No es solo tu hijo, estás criando a una persona que va a salir al mundo». 

A los padres que sufren violencia filioparental les pide "que no lo escondan, que piensen en la futura vida de sus hijos. Es importante que no pierdan tiempo, que pidan ayuda cuanto antes porque los niños la necesitan. El problema no va a desaparecer por mucho que esperemos, al contrario, crece y lo van a acarrear siempre".    

A DÓNDE RECURRIR
Proyecto Conviviendo 
► El Proyecto Conviviendo, de la Fundación Amigó, trabaja para prevenir la violencia filioparental y ayudar a las familias que la sufren a reconducir su situación. Las terapias son gratuitas. Ofrecen información sobre el programa y datos de contacto en la web fundacionamigo.org/proyecto-conviviendo/ La Fundación Amigó es una ONG que se sostiene con subvenciones y donaciones. 

Dónde 
► Disponen de centros en A Coruña y Vigo, donde atienden a familias de toda Galicia. Tienen en proyecto crear un equipo itinerante para desplazar sus servicios a otros lugares y facilitar así el acceso de cualquier familia a las terapias. 

En qué consiste 
► Las terapias del Proyecto Conviviendo incluyen a toda la familia. En ellas participan psicólogos, educadores y trabajadores sociales. 

Niños y niñas 
► La violencia filioparental es la que ejerce un hijo contra sus padres o cuidadores. Los agresores son tanto niños como niñas, pero sus acciones violentas van dirigidas en el 90% de los casos contra la madre, la figura femenina que se encarga de su educación. 

Alerta 
► Los conflictos con adolescentes entran dentro de lo normal, pero no aceptar límites ni normas o cualquier tipo de violencia física, psicológica o verbal son señales de alerta.
 

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