"Hacen falta profesores feministas que trabajen en la coeducación"

Las mujeres son inmensa mayoría en la docencia infantil, pero los hombres gobiernan los cargos directivos escolares y ganan terreno según asciende el nivel educativo. Jorge García Marín, secretario del centro de investigaciones feministas de la USC, rastrea en los datos la huella de un sistema patriarcal que se perpetúa con roles de género muy definidos
El sociólogo Jorge García Marín
photo_camera El sociólogo Jorge García Marín

Las mujeres son inmensa mayoría en la docencia infantil, pero los hombres gobiernan los cargos directivos escolares y ganan terreno según asciende el nivel educativo. Jorge García Marín, secretario del centro de investigaciones feministas de la Universidade de Santiago de Compostela, rastrea en los datos la huella de un sistema patriarcal que se perpetúa con roles de género muy definidos.

En Galicia, el 71% de los profesores no universitarios tiene nombre de mujer, según datos ministeriales para 2012-2013. Pero desde su abrumadora mayoría en la docencia infantil (97,7%), la ratio desciende según avanzan los cursos escolares: 72,5% en primaria y secundaria, y 57,3% en Eso, bachillerato y FP. La desproporción es más evidente en funciones directivas. La presencia predominante de maestras en primaria solo se traduce en un 54,2% de directoras de colegio. Y el ?techo de cristal? es aún más grueso en la universidad.

En la USC, el 45,3% de los profesores titulares de 2013 era mujer, por el 20,9% de los catedráticos. En 2014, solo había 6 rectoras de 75 en España. Para el sociólogo Jorge García Marín esta es la expresión de estereotipos culturales que se perpetúan alentados por el sistema patriarcal.

¿A qué se debe esta mayoría femenina en educación infantil?
La elección de estudios y las profesiones tienen que ver con la cultura de cada sociedad respecto a cuestiones de sexo. Carreras como Enfermería o Magisterio se asocian a roles clásicos de la mujer, como el cuidado del dependiente e incluso el papel de ama de casa.

¿No intervienen en ningún caso los rasgos biológicos del sexo?
Es una cuestión sociocultural donde nada tiene que ver el sexo. En sociología diferenciamos entre sexo –aquello asociado a la biología, como la capacidad de tener hijos– y género –los papeles sociales asociados a un sexo determinado, como lavar los platos–. No tiene nada que ver con tener un cromosoma u otro.

¿Atañen igualmente los estereotipos al profesor de infantil varón?
El patriarcado o el androcentrismo tienen consecuencias para los dos sexos, porque define el papel de las mujeres y el de los hombres. A estos les deja fuera de ámbitos que tienen que ver con la sensibilidad o el cuidado, que no responden a los modelos clásicos masculinos; lo cual no quiere decir que no haya hombres que estén en otro patrón de nuevas masculinidades y que entiendan que esta faceta la pueden desempeñar ellos también.

¿A partir de qué edad se comienza a percibir esta influencia cultural?
R: Con dos años uno tiene ya construida una identidad de género. Desde muy pequeñitos nos sitúan en el universo del rosa o el azul y comienza el juego simbólico de ser papá o mamá: la niña coge la muñequita y el niño el juego de construcción o de fuerza. Ahora lo vemos en el catálogo de Reyes.

¿La tendencia a sufrir estas imposiciones va a menos o se perpetúa?
Hemos avanzado un poco hacia modelos más igualitarios, pero la sociedad sigue marcando claramente los roles. No es algo que se consiga de la noche a la mañana.

¿De ahí la menor presencia de estas mujeres docentes en los puestos de dirección escolar?
El feminismo habla del techo de cristal para definir esta barrera invisible que sintetiza el menor protagonismo histórico de la mujer en la esfera pública. Hay algo cultural cuando una mujer no se lanza a puestos relacionados con la toma de decisiones, porque es el aprendizaje que ofrece la sociedad y la dominación masculina.

Asimismo el porcentaje de féminas desciende a medida que los niveles de enseñanza suben.
Se trata de nuevo del sexismo y el techo de cristal. A las mujeres se les imponen muchas más cargas y tienen que demostrar mucho más para obtener ese éxito social. La USC nunca tuvo una mujer rectora en sus 500 años de existencia.

¿Hay corrientes de cambio?
Hay iniciativas porque las mujeres reclaman protagonismo y en las propias universidades desarrollan planes de igualdad desde donde se incentivan estudios estadísticos para visibilizar y entender la situación. Pero son cambios a muy largo plazo. En tiempos de Concepción Arenal las mujeres no podían acudir a la universidad: el siglo pasado era una época de desagregación o de prohibición. Toca seguir trabajando para las generaciones del 2100 o el 2200.

¿Pruebas objetivas como las oposiciones favorecen la igualdad?
Seguramente sí, porque los mejores expedientes suelen ser de mujeres. Esto nos dice otra vez que algo debe de pasar a nivel social para que ese capital humano femenino desaparezca, ya que también en estudios de doctorado la tasa de mujeres es de la mitad.

¿Es especialmente grave que afecte a una institución con tanto valor cultural como la universidad?
La universidad es una punta de cambio social, ya que uno de los cometidos de estas instituciones es formar profesionales. En este sentido, se puede ver como positivo que el mayor porcentaje de estudiantes sean mujeres en prácticamente todas las carreras, y que incluso se hayan ido feminizando estudios que antes eran masculinos, como Medicina y Derecho.

¿Y esa presencia mayoritaria en la educación infantil no sería útil para formar en la igualdad?
Evidentemente las mujeres tendrían mucha guerra que dar desde este primer ciclo de la educación. Es vital, puesto que también las mujeres son víctimas de la mentalidad machista. Nos haría falta un profesorado mucho más feminista e interesado en trabajar la coeducación. Desde el área de sociología de la USC así lo entendemos y le damos un gran peso a estas cuestiones de género en los estudios de Magisterio.

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