"Un diagnóstico de cáncer era entonces una muerte segura"

Durante 19 años José Ramón Mel fue el único médico que atendía todos los casos de cáncer de la provincia de Lugo

 

José Ramón Mel. AEP
photo_camera José Ramón Mel. AEP

En 1974, José Ramón Mel era un internista que empezaba a ejercer en el hospital de Lugo y eligió como área las enfermedades pulmonares. En la carrera, como todos los médicos de su generación, había aprendido poco sobre el cáncer. Apenas nada específico para una enfermedad sin especialidad, que trataba el médico al que se le presentase el caso y para la que se ofrecía al paciente casi nula esperanza. 

Los tumores obtenían el mismo tratamiento que llevaba siglos aplicándose: la cirugía. Si el cáncer seguía extendiéndose, si no podía eliminarse con una intervención o si regresaba tras ella, no se podía hacer nada más. "Entonces un diagnóstico de cáncer era comunicar al paciente una muerte segura y precedida de grandes dolores. Se mandaba a los pacientes a casa, se les decía que hablaran con su médico de cabecera y era este el que les daba tratamiento para el dolor. Los médicos de Lugo tenían fama de usar muy bien la morfina", recuerda Mel.

Ahora jubilado, se recuerda a sí mismo, de jovencito, leyendo la revista Chest y descubriendo en un artículo el uso de nuevos fármacos para cáncer pulmonar que hacían unos especialistas de "un sitio que ahora nos suena a todos", Houston. Decidió probarlos en sus pacientes, ofrecerles un tratamiento más allá de la espera.

Ese primer paso llamó la atención de un cirujano, que le pidió que atendiera a las pacientes con cáncer de mama que él operaba. Le cedió un despacho durante una mañana por semana. Después, le pidió lo mismo para los de colon con otra cesión de despacho. Como ocurre en sanidad, la oferta no solo atiende una demanda sino que además la incrementa. Los pacientes fueron aumentando y el doctor Mel se vio en la tesitura de tener que elegir: o las enfermedades pulmonares, las tuberculosis, las neumonías... o el cáncer. Galicia tenía un solo oncólogo especialista en Santiago. "Pensé que el cáncer tendría más futuro. Empezamos un compañero en Ourense y yo a la vez. Yo estuve 19 años solo, el único oncólogo de Lugo", explica.

Puede que no haya especialidad médica con una evolución tan palpable como la de Oncología, de la que el doctor Mel ha sido partícipe. Del diagnóstico al tratamiento, ¿qué tiene que ver el broncoscopio actual con el rígido que utilizaba entonces y que convertía la extirpación de tejido en una tortura? ¿y la capacidad diagnóstica de una placa con la de un Tac? ¿y los tratamientos? "La quimioterapia de antes era durísima, provocaba vómitos y diarreas, anorexias, muchísimo malestar. Ibas a la sala donde se administraban y era la galería de los horrores. Hoy vas y ves a algunos pacientes comiendo", explica.

Destaca como claves el diagnóstico precoz, propiciado por las nuevas pruebas diagnósticas, que redujeron la mortalidad y mejoraron el pronóstico con el que los pacientes iniciaban sus tratamientos. También incluye el sustancial aumento del arsenal terapéutico, que en su momento fue conociendo gracias a su asistencia a congresos y jornadas. Para un oncólogo que ejercía solo, resultaban clave. "Me venían muy bien porque así comprobaba que en otros sitios se hacían las cosas como yo las estaba haciendo", apunta.

Para el doctor Mel una de la cuestiones fundamentales del abordaje de la enfermedad fue la incorporación del concepto de calidad de vida, la preocupación por que los pacientes no solo vivieran más, sino mejor. "Eso es clave, algo que con el tiempo se fue teniendo muy en cuenta", dice.

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